Problemas relativos a los cauces para la participación política

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Viñeta del diario El Mundo

En tiempos de mordazas, de miedo a las libertades, de represión de algunos de los cauces por los que los ciudadanos y las ciudadanas pueden participar en la política, intentaremos hacer algunas reflexiones sobre este aspecto capital de una democracia.

La participación política puede definirse como la acción a través de la que un individuo o un grupo, que, en principio no estaría formalmente designado para tomar decisiones políticas, pretende intervenir en ese proceso. Se puede dar de distintas formas, y que pueden o no ser conformes a las reglas de juego establecidas para encauzar dicha participación. Tradicionalmente, se considera que las acciones emprendidas por los movimientos que cuestionan el sistema son los que emplean métodos ilegales, pero no debe olvidarse que hay grupos perfectamente integrados en el sistema que tienen intereses que no confiesan explícitamente y que emplean medios poco ortodoxos en una democracia para influir en los poderes públicos para conseguir sus fines. Es, por eso, que el término “antisistema” debe ser relativizado o aplicado también a los grupos teóricamente legales.

En una democracia la fórmula principal de participación política es el sufragio universal, que es el método para elegir los representantes políticos que dirigen las instituciones. Además, se trataría de un ejercicio periódico, perfectamente regulado. Es una fórmula indirecta y en un momento determinado, aspectos que constriñen mucho el sentido primigenio de la democracia, al dar un excesivo protagonismo a los partidos políticos. Al final, existe la sensación de que la influencia efectiva de los que votan es insignificante o poco importante o relevante. Pero, bien es cierto, que si no existiera este mecanismo estaríamos hablando de una dictadura. En este sentido, en nuestro país se está desarrollando un intenso debate público sobre la mejora de la democracia representativa para dotarla de atributos de una democracia participativa, aunque no es fácil vertebrar esos mecanismos.

Existen otros medios para influir sobre las decisiones políticas, además de la elección o selección de los que las toman. Para ello es fundamental el reconocimiento de los derechos de reunión, manifestación, asociación y la libertad de expresión. Si debemos avanzar en la calidad democrática, algo que no interesa a la derecha española por su inveterado conservadurismo, ahora nos preocupa más que la ley mordaza supone un ataque completo a esos otros cauces para la participación política de los ciudadanos y ciudadanas en relación con los derechos y libertades enunciados. Aquí ya no sabemos si estamos hablando de conservadurismo, sino de algo mucho más grave, que nos hace retroceder a épocas pasadas. La derecha tiene pánico a innovar en calidad democrática y a que los españoles se pronuncien en los espacios públicos sobre lo que está pasando y sobre lo que les está pasando.

Eduardo Montagut

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