La contrademocracia: beneficios y peligros

TOSHIBA CAMCORDER

Se entiende por contrademocracia la forma de control popular de la actuación de las instituciones y administraciones públicas. En las democracias es ejercida por ONGs, organizaciones sociales, ideológicas o religiosas, grupos de presión, etc. a través de manifestaciones, firmas de peticiones, expresiones colectivas de solidaridad y otros medios de acción pública. La contrademocracia no debe ser entendida como un ataque a la democracia. Se trata, en realidad, de un ejercicio democrático que surge de los miembros de donde parte el poder en una democracia, es decir, de la población, de la gente, aunque pueda ser canalizada por esas organizaciones que hemos mencionado anteriormente. La contrademocracia parte, pues, de una enorme desconfianza popular, aunque plantea problemas importantes porque puede ser alimentada por un debate político de escasa altura, en parte muy frívolo, gracias a algunos medios de comunicación, aficionados a los titulares fáciles, las encuestas manipuladas y a la demagogia. Pero ese no es el único riesgo de la contrademocracia, ya que el permanente estado de movilización puede llevar a menoscabar la legitimidad de los representantes elegidos mediante el sufragio universal. Se corre el peligro de la estigmatización de los representantes, los políticos y las autoridades.

En nuestra democracia actual hemos tenido dos grandes momentos de contrademocracia con sus particulares características y consecuencias. El primero de ellos se vivió en tiempos de la última administración socialista. Se produjeron constantes manifestaciones públicas antigubernamentales contra determinadas políticas establecidas por los gobiernos de Zapatero. Por un lado, se dieron movilizaciones en la calle contra la política antiterrorista, organizadas por una parte de las víctimas del terrorismo. Las reformas del Código Civil para el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo, así como las cuestiones del aborto y de la asignatura de Educación para la Ciudanía, movilizaron a la Iglesia y asociaciones afines católicas integristas. Por otro lado, la derecha mediática se movilizó contra la victoria electoral socialista del año 2004, considerándola ilegítima por la supuesta manipulación de la población española ante los atentados de Atocha. Estos ejercicios de contrademocracia ejercieron una gran presión, e intentaron deslegitimar al gobierno y al presidente con una presión constante, y fueron instrumentalizados por el Partido Popular en su estrategia de erosión, crispando la vida política.

El siguiente momento de contrademocracia surgió en mayo de 2011 y se desarrolló en los años siguientes. En este caso, numerosos sectores de la población han reaccionado ante la gravedad de la situación por el paro, la corrupción, y lo que consideran ataques intolerables de la derecha a los pilares del Estado del Bienestar y a las libertades y derechos, así como contra la supuesta inacción o connivencia de la izquierda clásica. Por un lado, la contrademocracia actual ha sido una reacción ante una situación general de crisis en todos los ámbitos, y ha permitido plantar cara a la corrupción del sistema democrático. Pero también ha tendido a la estigmatización total de los políticos y autoridades.

La evidente crispación que vivimos se está canalizando a través de fórmulas políticas como Podemos o las distintas Mareas, que están entrando en el juego político de la democracia, y que están formulando sus propuestas e ideas para presentarlas electoralmente a la sociedad española. Precisamente, ese proceso es necesario para evitar los riesgos de quiebra democrática por mucho que a la derecha le asuste y tienda a enfangar el debate político con su inveterada costumbre a insultar al contrario político, y a la izquierda clásica le produzca pánico por pérdida de apoyo electoral. El debate ya se está desarrollando, y ahora ya están aflorando las grandezas y miserias del programa de la nueva formación política. Ahora se está haciendo política, que es lo que hay que hacer, pero sería deseable sin dramas, sin sustos, con serenidad y con inteligencia. Luego, los ciudadanos y ciudadanas de este país harán lo que estimen oportuno en las urnas, que son la que mandan y no los sondeos. Y las urnas españolas son propicias a dar sorpresas de vez en cuando.

Eduardo Montagut, Doctor en Historia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


*