Cánovas y la construcción de un sistema político

roji

Antonio Cánovas del Castillo es un personaje fundamental en la historia contemporánea española, ya que diseñó, en gran medida, el sistema político que existió en España en el último cuarto del siglo XIX y que continuó, aunque en crisis permanente, hasta el año 1923. En este breve trabajo intentaremos plantear las líneas maestras del pensamiento de Cánovas a la hora de crear el sistema político de la Restauración.

Cánovas respondió a los deseos de la oligarquía política española por encontrar un sistema político estable frente a las alternativas democráticas que supusieron la monarquía de Amadeo de Saboya y la I República. Pero Cánovas era consciente que volver al sistema político de Isabel II no era la solución, especialmente, en lo concerniente al cuasi monopolio en el poder de los liberales moderados que provocaba periódicos intentos de alcanzar el gobierno por parte de los progresistas a través de pronunciamientos militares. Aún así, como buen conservador que era, recogió parte de dicho sistema político en el nuevo, como tendremos oportunidad de ver.

Cánovas era conocedor de los sistemas políticos europeos y, como muchos políticos del siglo XIX, sentía predilección por el británico, tan estable frente a los profundos cambios que se daban en el resto de Europa. A Cánovas le gustaban tres elementos del sistema político liberal británico: la Monarquía, el Parlamento y la alternancia en el poder de dos partidos sin pronunciamientos, violencias, respetándose entre sí, así como, la obra política de cada uno cuando el otro accedía al poder. Cánovas quería aplicar en España la doctrina inglesa de la balanza de poderes entre la Corona y el Parlamento y elaborar una constitución moderada.

En primer lugar, rescató el concepto de soberanía compartida, propio del liberalismo moderado español, abandonando la soberanía nacional alcanzada en el Sexenio Democrático. La soberanía compartida partía de la concepción que tenía Cánovas de la nación y de la Corona. La primera sería una creación histórica configurada en el tiempo. De su larga e intensa experiencia histórica surgiría una constitución interna, propia y particular para cada nación. La nación española estaría representada, históricamente, en las Cortes. La historia también era protagonista a la hora de defender el principio monárquico, ya que la española habría convertido al rey en una institución fundamental. Así pues, las Cortes y la Corona debían ejercer la soberanía conjuntamente.

El siguiente punto era el concerniente a los partidos. Siguiendo el modelo bipartidista británico, Cánovas pretendía que la labor del gobierno recayese en exclusiva en dos partidos, alternándose en el poder y en la oposición. De esta manera, se evitaba el monopolio del poder ejercido por los moderados en tiempos de Isabel II, como hemos señalado anteriormente. Para ello, era fundamental el compromiso de los dos partidos en mantener el sistema político y de respetar la obra de cada uno cuando tenía la responsabilidad gubernamental, además de ejercer una leal oposición cuando tocaba estar en ese lugar.

El Partido Conservador surgió en el Sexenio, integrando a los moderados isabelinos, la Unión Católica de Pidal y los alfonsinos del propio Cánovas del Castillo. Pero era necesaria otra formación. La solución fue brindada por la colaboración de Práxedes Mateo Sagasta. Este político había tenido un claro protagonismo en el Sexenio en el Partido Constitucionalista. Sagasta consiguió atraer a un sector de los demócratas, algunos grupos menores y hasta a republicanos posibilistas y creó el Partido Liberal.

Estos partidos eran típicamente decimonónicos, es decir, de cuadros, de élites, no de masas.

La Constitución que se debía elaborar tenía que recoger todos estos principios políticos, como tuvo lugar con la de 1876, como la soberanía compartida y, sobre todo, tener un carácter elástico, es decir, aunque muy moderada, desde una perspectiva democrática, no debía ser monolítica ni excesivamente precisa, sino elástica, es decir, permitir interpretaciones diversas por parte de los gobiernos, como se vio en la cuestión de los derechos. Los conservadores siempre hicieron lecturas restrictivas sobre los mismos, primando el orden sobre las libertades, frente a los liberales, más proclives a garantizar dichas libertades y ampliar los derechos.

Eduardo Montagut

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


*