REFLEXIONES SOBRE LA DISCORDIA EN TIEMPOS DE CONFINAMIENTO

Alfonso

El insulto no es una táctica política recientemente inventada. Cinco siglos antes de Cristo la retórica clásica había acuñado el término “argumento ad hominem” para referirse al uso del argumento personal, el ataque verbal a un individuo como expresión de un vacío argumentativo en el pensamiento.

Escojo el insulto como manifestación contemporánea sobresaliente de la degradación de la vida, por la sencilla razón de que su empleo ha invadido la vida política a extremos que carecen de antecedentes. Por supuesto, la degradación conoció etapas infinitamente más extremas y espantosas. Pero precisamente no es a ellas a las que quiero referirme, sino a las que han convertido el lenguaje que forma parte de la contienda cotidiana, corriente, y el aprovechamiento de la disolución entre lo íntimo y lo público, en un instrumento de descalificación que recorre todo el espectro social: líderes políticos, influencers, opinólogos, comentaristas anónimos en las redes sociales. El insulto integra lo que denominamos “la nueva normalidad”, es decir, la siniestra comprobación de que solo se requiere tiempo para que una aberración cobre carta de ciudadanía y se integre al paisaje, y que pasemos de largo, indiferentes o anestesiados frente al rebajamiento moral de los discursos.

¿Por qué surge con tanta virulencia el insulto en estos tiempos de confinamiento en las redes sociales? ¿Por qué tan difícil es la sana dialéctica?

Nosotros no nos vamos a olvidar de estos momentos de pandemia, de este momento de apocalipsis. Ni en la ciencia ficción se pudieron imaginar que este aire, este gas virulento de virus, ha invadido el planeta tierra. Es impresionante. Está todo el planeta invadido. Sin embargo, lo más maravilloso es que reaccionamos globalmente muy bien. No obstante descubro en los grupos de las redes sociales que el confinamiento despierta nuestras pulsiones más primitivas. Son las pulsiones de amor, sexo, de autoconservación y también las pulsiones agresivas. Las pulsiones más primitivas son las que nos acercan al otro y las que nos separan del otro, y una forma de expresión de la agresividad es el insulto al otro ante la discordia.

Curiosamente estando confinados a veces nos reímos mucho y, a veces, hay también miedo. Hay tres sentimientos: el sentimiento de la dificultad de convivir, el del sonreír, del estar contentos, de pasar un momento bien. Como me decía un paciente: ”Yo estoy maravillado, encantado, hago lo que quiero». Y después tenemos el otro sentimiento, que es del miedo. El miedo viene cuando uno va a la televisión y ve las cifras de los muertos. Piensa en uno o en aquellos que queremos mucho, sobre todo las personas de edad. Allí tenemos miedo. Son los tres sentimientos: amor, miedo y, a veces ,dificultad, desafíos y peleas. A veces detrás de la expresión de esas pulsiones agresivas se esconde precisamente ese miedo y vulnerabilidad ante lo que nos sucede y es un caldo de cultivo para su expresión las redes sociales donde a modo de una falsa masa, porque los mensajes quedan escritos y se puede filtrar uno a uno, alguien puede pensar que en la soledad de su casa y su ordenador y como parte de una turba digital, puede agredir verbalmente a otro sin consecuencias. Las personas, en muchas ocasiones, prefieren seguir un proceso mental sencillo ante un estímulo, como una información, que un análisis más crítico, y esta comodidad a la hora de actuar se puede traducir en insultos o agresiones. Se utiliza el concepto de “eco digital” para explicar estas situaciones.

«Para entender el concepto se puede poner el ejemplo del fútbol. Si yo soy seguidor del Real Madrid, solo sigo a perfiles del Real Madrid, y leo prensa deportiva exclusiva de Madrid, es evidente que mi opinión y mi relación con otras personas es muy sectaria. Si en ese momento un aficionado del Barcelona, que sigue mis mismas pautas, se cruza en mi camino, es más que probable que entable una conversación en términos muy desagradables, ya que se trata de alguien que intenta ir contra todo lo que yo pienso», a partir de ahí la dialéctica es imposible.

En ese sentido se está produciendo en la sociedad española una división con relación al manejo de la situación sanitaria, creándose grupos confrontados donde la opinión intragrupo diferenciada no es escuchada y es agredida y censurada.

En España vemos que hay muchas deficiencias en el sistema sanitario y de prevención, lo cual ha producido una desagradable confrontación política, de nuevo una España dividida cuando más unida debía estar.

No se busca la verdad,  con relación a lo que ha sucedido para ser uno de los países mas afectados por el coronavirus, se produce una lucha por miedo a la perdida de poder, un no reconocimiento de errores, baluartes defensivos incluso ante la crítica interna en los partidos políticos, como si se tratara de una disciplina de voto, que muy a menudo lleva al insulto y descalificación del otro.

El discurso científico en dialéctica pierde valor frente a un discurso político muy empobrecido. Una colega amiga trabaja como internista en un Hospital de Madrid y me decía que en algunos momentos la situación era terrible porque hay que elegir a qué paciente se trata. Y es cierto que la mayor parte de los pacientes con patología que pueden esperar, que no son una patología urgente, son delegados para poder atender a aquellos que en este momento tienen un riesgo de vida o de muerte.. ¿Cómo puede confrontar la sociedad esa real posibilidad que es la muerte por falta de medios, por selección, por darwinismo? ¿Qué sienten los políticos en sus debates ante estas situaciones?. Pienso que ese darwinismo de circunstancia es lo que se impone cuando hay situaciones de emergencias graves. Pienso en el accidente de avión que tuvo lugar en la montaña, en Los Andes, donde efectivamente se discutía quién se comía a quien en ese momento tan trágico y tan final, tan extremo.

Esta experiencia de la pandemia va a ser inolvidable.

Todo va a ser cuestionado tras esta crisis por la gente: la globalización, la concentración económica, el poder de las grandes potencias, las decisiones que adoptaron los gobiernos, las políticas sanitarias, la protección.

Desgraciadamente pienso que los países dominadores van a volver a ser dominadores. Que esta macroeconomía que vivimos, donde hay mucho dinero en el mundo, mucho, mucho dinero, va a seguir.  Espero que cambien los sistemas sanitarios, que se pueda debatir ampliamente lo sucedido, es incuestionable que algo no ha funcionado bien, pero que ese cuestionamiento no se confunda con la agresividad y luchas de poder políticos, sino con una mejora del ciudadano y una mayor protección que la que ahora hemos tenido.

Que la grandeza de miras pueda ante la mezquindad, seguramente va a haber una preocupación mayor en las organizaciones de los hospitales, de las clínicas, de los sistemas de prevención.

Espero que desde el punto de vista médico y sanitario estemos reforzados. Vamos a aprender de esta lección, pero sobre todo que en el caos pueda, al final del túnel, retornar la armonía, que del insulto y agresividad se pase a la ironía, que recordemos que el fanatismo no lleva a ningún buen  puerto, que podamos pensar libremente lejos de las ataduras, que un partido político no se convierta en una confusión entre ideales compartidos y ausencia de sujeto individual, el cual es excluido o visto como enemigo interno, y dando lugar a una ausencia de diálogo posible donde al disidente solo le quedaría como oportunidad ante la falta de escucha el grito en el que se anuncia un saber que escapa a la universalidad, siendo señalado con la amenaza implícita de ser un conspirador que intriga a conciencia, para ser mas exactos a mala conciencia, con mala intención, de ahí a la agresividad e insulto al “disidente” solo hay un paso, que se franquea en estos momentos de confinamiento por la pulsión de muerte, donde al oponente interno se le convierte, de un modo paranoico en conspirador malintencionado y dividido literalmente, puro desecho, pura basura en el colectivo grupal.

Que la ideología no se vuelva loca, bajo la máscara del progreso o la libertad a modo de perversión, donde la creencia se vuelve en certeza y no se la pude refutar por la vía dialéctico-reflexiva con ayuda de la crítica, que el significante amo no se esconda de forma encubierta tras el telón de la democracia, que se mantenga una autonomía de cada sujeto, que ahora en estos momentos tan confusos y duros donde a veces parece que el soporte de nuestro mundo venga a desvanecerse no caigamos en el síntoma ideológico que obture la búsqueda del saber y la verdad y nos permita reconocernos como sujetos libres en nuestro discurso.

Alfonso A. Gómez Prieto

Médico y Psicoanalista. Presidente de la Agrupación Ángel Garma del Ateneo de Madrid. Director del Arco Psicoanalítico de Arco Europeo

 

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