Mi intención es empezar una serie de artículos sobre Madrid, ya que creo que es una buena oportunidad para conocer una pequeña parte de la ciudad en que vivimos. Madrid está lleno de obras de arte. La riqueza que ofrecen las calles madrileñas, sus edificios o sus museos es inmensa, sólo hay que mirar a nuestro alrededor. Hay que mirar Madrid. Arquitectura, escultura, pintura. Hay tantas cosas que ver, visitar contar o comentar.

La calle Quiñones comienza en la calle de San Bernardo (que en los mapas urbanísticos del siglo XVIII consta ya como «Calle Ancha de San Bernardo», nace en la Glorieta de Quevedo y discurre hasta la Pza. de Santo Domingo, junto a la Gran Vía. Su importancia en la Historia de Madrid pasa a primera vista desapercibida a los ojos del transeúnte, pese a haber sido escenario de hitos históricos como la invasión napoleónica o la llegada del agua desde el embalse de Lozoya en 1858 (momento celebrado con la instalación de una fuente hoy desaparecida frente a la iglesia de Montserrat). Hoy en día sigue albergando diferentes y destacados edificios, eclesiásticos, académicos y públicos.

Entre todos ellos está la Iglesia de Montserrat Este templo barroco fue fundado a comienzos del siglo XVII por Felipe IV para acoger a los monjes benedictinos expulsados del monasterio de Montserrat durante la insurrección de Cataluña. El encargo se le hizo al arquitecto Sebastián Herrera, sucedido a su muerte por Gaspar de la Peña y continuado por  Pedro de Ribera (aunque lamentablemente no llegó a acabarse nunca).

La vida de esta iglesia difícilmente podría haber sido más azarosa. En 1836 tras la Desamortización de Mendizábal, es convertida en cárcel de mujeres («La Galera»), pero la República la cerró tras la construcción de la cárcel modelo de Ventas. Tras la victoria del ejército de Franco en la Guerra Civil fue reabierta como clínica psiquiátrica penitenciaria para mujeres.

Y llegamos a la anécdota literaria, en la que la iglesia pasa a ser escenario de la magistral novela Miau, obra de ese madrileño universal nacido en Canarias que fue don Benito Pérez Galdós, y donde la familia protagonista de la novela vivía en el número 3 de la calle Quiñones.

La calle Quiñones debe su nombre a María de Quiñones una de las primeras empresarias que tuvo Madrid, fue mujer del impresor Pedro de Madrigal (hijo) y posteriormente se casó en segundas nupcias con otro impresor: Juan de la Cuesta que tenía su imprenta en la calle Atocha y es conocido por haber realizado la primera edición de El Quijote. De la Cuesta andaba muy atareado con sus viajes, y de forma creciente María se fue ocupando de la imprenta. Pero no es hasta que vuelve a enviudar cuando se pone al frente del negocio.

A partir de 1633 comienza a firmar sus ediciones con su propio nombre, y debió ser por estas fechas cuando abrió una sucursal de su imprenta en la calle que hoy lleva su nombre, en los cuales se firma el acuerdo por el que se designa. A las monjas Comendadoras de Santiago, para que ocuparan el recién construido convento de las Comendadoras. De ahí viene el nombre de la calle el Acuerdo perpendicular a Quiñones. Los nuevos talleres ocupaban un amplio solar, en el que en 1668 se construyó el antes mencionado convento de Montserrat. Quedó sin embargo la casa de María, que estaba enfrente de la imprenta.

La calle Quiñones da paso a la Plaza de las Comendadoras, cuyo nombre se debe se debe a del anteriormente mencionado Convento de las Comendadoras de Santiago, lugar al que se armaba a los comendadores de la Orden de Santiago.

La plaza debió de crearse a comienzos del siglo XVIII junto con el edificio del convento, ya que se piensa que formaba parte de él. Se piensa que fue así ya que no existía en el plano de Teixeira (el Mantua Carpetatorum sive Matritum Urbs Regia (Madrid Ciudad Regia). Felipe IV encarga a Teixeira, cartógrafo portugués un nuevo plano. Éste fue grabado en Amberes en 1656 y se puede considerar el más importante de los realizados por el detallismo con que representa, en perspectiva caballera, las calles y las casas de Madrid incluyendo detalles como fachadas y cubiertas. Ramón Mesonero Romanos, cronista de Madrid, los describe en el “Antiguo Madrid)”.

La plaza fue utilizada durante mucho tiempo como aparcamiento de carruajes de ahí que los edificios más antiguos de la misma tengan su entrada por la calle de la Palma. Cabe destacar en la plaza las farolas fernandinas

Convento de las Comendadoras de Santiago.- En 1650 Felipe IV fundó este convento de religiosas de la Orden Militar de Santiago con el dinero que para tal fin dejó en 1854 don Iñigo Zapata de Cárdenas, presidente del Consejo de Órdenes, y su mujer, doña Isabel de Avellaneda. La Orden fue fundada por los caballeros de Santiago para que las mujeres de sus familias quedaran resguardadas mientras ellos cumplían sus obligaciones guerreras.

Lo más destacable es la Iglesia, con planta de cruz griega formada por cuatro capillas con bóveda de horno a cada lado de la cúpula. En el centro merece la pena admirar la hermosa cúpula con linterna sustentada por pechinas coronadas por veneras en la que vemos la insignia de los caballeros de la Orden de Santiago y pilares achaflanados que están adornados con hornacinas con imágenes.

Cabe señalar que el aspecto que vemos ahora del convento se lo debemos a Francisco Sabatini que, en 1773, reorganizó las dependencias del convento que hasta el momento no eran más que un conjunto de casas alrededor de la Iglesia.

Desde la plaza de puede ver la chimenea de la fábrica de Mahou, pero esto  es para otro artículo.

Ana Pulido