ALBERT  CAMUS,UN INTELECTUAL Y UN CREADOR REBELDE Y HUMANISTA

ALBERT  CAMUS, UN INTELECTUAL Y UN CREADOR REBELDE Y HUMANISTA

TOSHIBA CAMCORDER

Quizás, la primera pregunta que deberíamos hacernos es ¿por qué nos interesa Camus, hoy? Porque en medio de una Europa que ha perdido el rumbo y que vive al borde del abismo, cobra, más vigencia que nunca, el pensamiento y la obra literaria de Albert Camus.

En todo momento fue un hombre valiente, incorruptible, coherente y de una gran entereza. Se identificó con Sísifo e intentó dar respuestas a una realidad contaminada de absurdo hasta la nausea y, que sólo podía encontrar en un espíritu irreductible y ético, las fuerzas para seguir adelante.

Hay obras literarias y filosóficas que envejecen mal. Otras, en cambio, ganan con el tiempo. Hoy, en este presente turbulento y desesperanzado, donde parece que no hay salidas, donde cunde el pesimismo y donde muchos están convencidos de que el futuro inmediato será peor que el pasado… la figura de Albert Camus gana enteros y se convierte en un referente ético.

¿Por qué nos interesa y nos emociona Albert Camus, aquí y ahora? Tal vez, porque supo cuestionar las convenciones sociales, con profundidad y rigor, porque se solidarizó con las víctimas, porque eligió, siempre, el bando de los más débiles sin la menor concesión al dogmatismo, ni al dictado de los mandarines que trazan las líneas rojas ideológicas y estéticas… y no permiten a nadie transgredirlas sin pagar un alto precio.

Militante de la resistencia en la Francia ocupada, fustigador del fascismo, del franquismo… pero, también, de los crímenes del stalinismo, que supo llevar hasta sus últimas consecuencias lo que el mismo escribió en una ocasión “Para el verdadero artista no hay, ni debe haber, verdugos privilegiados”

¿Puede considerarse  a Camus un filósofo? Desde mi punto de vista, indudablemente, sí. Fue siempre un pensador que utilizó la narrativa como proyecto dialéctico de la razón. Por eso, maneja, con destreza, la alegoría para traspasar e interpretar la realidad.

Fue un polemista valiente y sin concesiones. Dirigió la revista “Combat” y siempre fue coherente, no sólo consigo mismo y sus convicciones, sino con un ideal humanista de emancipación. En cierto modo, no se sitúa excesivamente lejos del existencialismo. Fue un luchador infatigable por la justicia y buscó insistente y dolorosamente la verdad contra viento y marea.

Resulta inquietante que el I Centenario de su nacimiento apenas se haya conmemorado ni en Francia, ni en Argelia, ni en ningún otro lugar. Una prueba más, de su carácter independiente es que nadie lo reivindique como propio, quizás, porque la soledad es el precio que hay que pagar por elegir la libertad como método y como meta.

Es conveniente comentar su polémica con Jean Paul Sartre. Se trata del enfrentamiento de dos destacados intelectuales. Uno de ellos no responde más que ante su conciencia y ante una visión humanista, mientras que el otro representa, a lo que podríamos llamar intelectuales orgánicos, que dictaban lo que se podía y no se podía decir y lo que había que callar por decreto. Quizás, por eso, casi todo el mundo estuvo de acuerdo con Jean Paul Sartre cuando se suscitó la polémica y tal vez, por eso mismo, hoy, son mucho más numerosos los que comparten el punto de vista de Camus. Buena prueba de que sus esfuerzos no han resultado estériles.

No es posible ni explorar, ni matizar todos los ángulos y todos los recovecos de lo que podríamos llamar el “territorio Camus”. Sin embargo, el lector puede extraer una idea bastante completa de sus convicciones, recordando los cuatro puntos que recomienda a los intelectuales y que tienen la consideración de obligaciones morales:

  • Reconocer el totalitarismo y denunciarlo
  • No mentir y saber confesar lo que se ignora
  • Negarse a dominar
  • Rehuir cualquier clase de despotismo, incluso provisional

¿Por qué es necesario seguir leyendo a Camus y reinterpretar y profundizar su pensamiento, en estos momentos oscuros y sin horizontes? No cabe duda de que pocas veces estuvo tan justificado el Premio Nobel de Literatura como cuando le fue otorgado a esa conciencia crítica e irreductible que fue capaz de formular, con entereza y valentía, “Ya no sabemos en qué consiste el oficio de ser hombre”. Y es que su pensamiento ilumina y pone de relieve, dolorosamente, los problemas esenciales de la conciencia humana.

Me atrevería a sostener que a Camus no se le conoce bien por estos pagos. Creo que no se puede entender su dimensión intelectual ni creadora sin leer “El hombre rebelde”  y  “El mito de Sísifo”,  ya que constituyen un substrato que da coherencia y explica, no sólo su filosofía moral, sino que marcan su itinerario  vital e intelectual y su lucha por encontrar un sentido a la existencia, pese a estar envuelta por densas tinieblas.

Sigue siendo imprescindible releer  “El extranjero” y “La peste”,  pero me atrevería a sugerir una lectura contextualizada y fiel a los acontecimientos históricos. A título de ejemplo, ¿es “La peste”  una alegoría de la invasión nazi? o, mejor aún, ¿podemos considerarnos libres de que nos puedan invadir,  en un futuro próximo,  las repugnantes y pestilentes ratas?

No quisiera terminar esta aproximación a Albert Camus sin hablar, aunque sea sucintamente, de su teatro. Escribió cuatro dramas: El malentendido (1944),  que puede y debe ubicarse en la Francia ocupada, con todo lo que ello conlleva; Calígula (1945), donde pone de manifiesto la angustia metafísica y la soledad del hombre, ante un mundo que no comprende y que lo aniquila; Estado de sitio (1948) poderoso alegato contra las dictaduras en general y contra la franquista en particular y Los justos (1949) donde, con emoción y pasión, establece límites para la acción revolucionaria y se niega a comprender y avalar actos en los que se sacrifique a inocentes en nombre de principios grandilocuentes y vacios.

Leer y releer a Camus, supone apostar por el compromiso ético vinculado al rigor epistemológico que sabe ahondar en los sufrimientos y anhelos del corazón humano.

La suya es una mirada agónica e inteligente capaz de escrutar la realidad, exigiéndole respuestas.

Sólo puede existir salvación si se cree en la lucha sostenida y tenaz contra el absurdo.

Sí es posible mantener la esperanza, es porque antes que nosotros, otros como Albert Camus, plantaron cara a la barbarie sabiendo lo que esa actitud significaba.

El gigantesco Sísifo, una vez más, reinicia la tarea y comienza, con la pesada piedra a cuestas, a ascender la montaña. Mientras Albert Camus, con una gabardina, camina bajo la lluvia de un París liberado. Va a encontrarse en un café del Barrio Latino con María Casares que interpreta, el papel de Marta, en  “El malentendido”  que en esos días está en cartel. Su paso es apresurado, su rebeldía crece por dentro y, se percibe un cansancio y un hastío de quien ha luchado por unos ideales y ve que la realidad toma otro rumbo incompatible con sus exigencias morales y políticas.

Antonio Chazarra Montiel

Profesor de Filosofía y Vicepresidente del Ateneo de Madrid

 

 

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