La bolsa de plástico: comprando con tu enemigo

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En Suráfrica las denominan “flores nacionales” pues, por lo visto, son más abundantes en el campo que las que provee la propia naturaleza. En China son denominadas “contaminación blanca” ya que, con su vuelo errático, compiten con las aves en agradar a Fei Lian, dios del viento según la mitología china.

Estas y otras denominaciones jocosas, que en el fondo son un signo de la adaptación del ser humano con un entorno cambiante (a peor) y de utilización del humor para desdramatizar nuestra convivencia cotidiana con la contaminación, esconden una auténtica tragedia.

La pequeña y útil bolsa de plástico que todos llevamos años utilizando casi diariamente, tan servil ella a las necesidades de traslado de nuestras mercancías desde cualquier tienda a nuestro domicilio, camufla un mortífero veneno que provoca graves daños a nuestro planeta.

Reconozco que yo mismo me he sorprendido de la magnitud de los efectos provocados por esta sencilla herramienta. Al documentarme para escribir este artículo, he podido observar un panorama desolador que, en nuestras asépticas sociedades occidentales, se esconde al observador que no levanta la vista para mirar la realidad que existe más allá de sus fronteras cotidianas.

Países como Ruanda en 2007 o Bangladesh en 2002 prohibieron su utilización como consecuencia de los graves efectos que provocaban en la salud de su población. La obstrucción de los canales de desagüe provocada por miles de residuos plásticos, era la causa de graves inundaciones que favorecían la extensión de enfermedades como la malaria, provocando con ello centenares de muertos. En países como Mauritania se observó que más del 80% de las vacas que eran sacrificadas contenían bolsas de plástico en sus estómagos y que otros animales domésticos, vitales para la subsistencia económica de una parte importante de su población, morían como consecuencia de la ingesta de estas bolsas. Hoy es África quien lidera la batalla para restringir su uso, llegando en algunos países a contar con una policía especial para inspeccionar el cumplimiento de sus restrictivas leyes por parte de los comerciantes o a retirarlas de las mochilas o maletas cuando los turistas occidentales traspasamos sus fronteras.

En el mar, el problema de la contaminación por plástico es aún más preocupante. En un reciente informe publicado en junio de este mismo año por el Programa de Naciones Unidas por el medio Ambiente, se evaluaba económicamente el daño producido por los plásticos en los ecosistemas marinos en más de trece mil millones de dólares anuales. Miles de aves y especies marinas como  tortugas, delfines, ballenas, tiburones… mueren como consecuencia de ingerir plástico o por quedar atrapadas en nuestros “inocentes” y desechables  envoltorios  de supermercado. El problema, en relación con las especies marinas, es de tal envergadura que en la  XI Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre la Conservación de Especies Migratorias de Animales Silvestres, celebrada en Quito a comienzos del pasado mes de noviembre, se informó de que 192 especies se ven afectadas por este tipo de contaminación, siendo la ingestión de plásticos y otro tipo de residuos  la causa de la muerte del 26 por ciento de todos los mamíferos marinos, el 38 por ciento de las aves marinas y el 86 por ciento de todas las especies de tortugas.

A todo lo anterior hay que añadir la lenta degradación de algunos de los materiales utilizados para su fabricación (hasta cuatrocientos años) o la liberación de sustancias tóxicas que, al ser ingeridas por los animales, se trasladan a la cadena alimentaria, provocando serios daños en nuestra salud.

El problema es de tal magnitud que está cambiando incluso la conformación geográfica de nuestro planeta. En el océano Pacífico está empezando a emerger un nuevo continente, en constante crecimiento, situado  entre las coordenadas 135° a 155°O y 35° a 42°N, denominado Sopa de Plástico. Su naturaleza contaminante y escaso arraigo (flota a la deriva) hace que el terreno no pueda ser objeto de especulación urbanística a pesar de su enorme dimensión: 1.400.000 km². Además de su propia página en la Wikipedia, cuenta con foto de satélite para que, quien quiera, pueda comparar su tamaño con el continente contiguo y apreciar, en su dimensión, tan procaz hazaña del ser humano.

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Todo esto viene a cuento de que el Parlamento Europeo, hace apenas una semana, ha vuelto a impulsar nuevas medidas para restringir de forma importante el uso de bolsas de plástico en los supermercados, acordando  también su extensión a otros sectores y su sustitución en la compra de productos a granel, como fruta o dulces, por papel reciclado o biodegradable. Bienvenidas sean las medidas si con ello contribuimos a frenar la contaminación y a concienciarnos de que es necesario adquirir pautas de consumo sostenibles para frenar una degradación medioambiental que ya todos percibimos claramente.

El cobro por utilización de bolsas de plástico en comercios y supermercados seguirá siendo la medida estrella para desincentivar su uso y promover el de las bolsas reutilizables. Es cierto que, ante efectos de la magnitud de los que he descrito a lo largo de este artículo, pareciera que cualquier consumidor responsable debiera de modificar sus pautas de consumo de forma proactiva, sin necesidad de que se adopten medidas que afecten económicamente a sus bolsillos. Si mañana nos informaran de que nosotros o nuestros hijos podemos enfermar porque algunos de los alimentos ingeridos contienen sustancias nocivas o de que el agua de nuestros grifos dejará de ser potable y que la forma de evitarlo es cambiar nuestros hábitos de consumo, todos lo haríamos motu proprio. Pues eso: si no lo hacemos por solidaridad con otras especies,  ni por sentido de la responsabilidad, tratando de que los futuros inquilinos encuentren limpio el espacio que habitamos temporalmente, hagámoslo por egoísmo.

José Ignacio García Pacios

Coordinador del Área de Consumidores de Arco Europeo Progresista

UNA SOCIEDAD TAXIDERMICA

TOSHIBA CAMCORDER

¿A qué sabe el sabor de los siglos quietos? A humanidad desdichada.

Con un poco de fantasía, gran dosis de conformismo  y el estómago lleno, se puede asegurar que se alcanza el punto álgido de la existencia humana, es muy popular, se engaña con la mentira de un poco de felicidad. Así, la pobre gente dócil y sometida a sus reflejos, casi condicionados, vive necesitando trampas de cartón que oculten la verdad. Mentir se ha hecho ya discursivamente imprescindible.

Es duro aceptar que no somos nadie para dominar nuestra tendencia al automatismo. Necesitamos de la sugestión. Los escaparates del mundo entero como las ventanas por donde asoman los fraudes que el ser humano ha producido y necesita. Todo está en venta, con lazos de colores, porque el desnudo de las cosas, y las cosas tal como son, no pueden ya resultar excitantes.

Así, la pobre gente acartonada, sometida a sus reflejos condicionados necesita con urgencia la mascarada, las mil engañifas publicitarias para continuar desempeñando su papel en la sociedad, para seguir siendo un seguro servidor del sistema. ¿Quién puede afirmar que es íntegramente libre y dueño de su voluntad? Todos, sólo porque nos lo creemos, pero no somos más que marionetas movidas por hilos invisibles. Por la calle sólo somos un paquete con un contenido de proteínas, hidratos de carbono, grasas minerales, y agua. Pero todos muy en orden para que la organización no entre en crisis.

Mantener el orden de cosas requiere un gasto de energía. Sabemos que algo conocemos porque nos enseñaron un saber. Pero no somos nada ni nadie sin la ayuda de las complejas informaciones que nos rodean.  Somos porteadores de archivos, de lo bueno y lo malo, lo moral y lo inmoral, lo justo y lo injusto, la verdad y la mentira, el círculo y el cuadrado, lo blanco y lo negro.

Vivimos en una sociedad conformista habitada por seres taxidermizados. Estos seres disecados, con apariencia de vivos, sólo saben lo que han aprendido, que es, a ser beneficiosos para otros, a ser honrados para otros, trabajadores para otros, en definitiva, a ser las piedras angulares de una sociedad que como ladrillos bien encajados, conforman la maquinaria de la sociedad conformista del ahora.

Esclavos de la costumbre como ritmo de vida, son el freno a todo escándalo, a toda renovación, a toda innovación y a todo cuanto altere las reglas asimiladas desde que aprendieron a leer hasta nuestros días. Los débiles, siempre desean subirse al carro del triunfador aunque nada entiendan. Si por las manadas de fósiles fuera, no habría nunca cambios ni conflictos, ni renovaciones y la vida sería cero por cero igual a cero. Es decir, nada.

Los caquexizados son sólo su circunstancia y de la vida se van sin preguntarse nada. Han sido limitadamente informados desde el adiestramiento dirigido, conocen su tiempo y es cuanto necesitan para el tránsito de los cuatro días de la vida. El conocimiento cultural poco o nada influye en el comportamiento instintivo aunque éste condiciona las respuestas obligadas por cultura.

¿Acaso una gamba necesita aprender algo? Al parecer, no. Sale al mundo y se encuentra con una vida que tiene que defender. Nulo núcleo cerebral. Pero acumula experiencias.

Todos somos responsables de nuestras civilizaciones y no podemos acusarnos porque para la generalidad de los mortales, la civilización y el progreso son un bien. Se sufre menos y se vive más y más cómodo.

Las viejas sociedades, incapaces de rectificar los errores que les han sido casi grabados a fuego en su infancia, necesitan que el absurdo sobreviva como una permanencia de miles de millones de imágenes taxidérmicas. Son órdenes respetables para el niño que todo ciudadano adulto oculta en su interior, como imagen del mañana de la sociedad que lo contiene. Montañas de tópicos acumulados y presión social difícil de destruir.

Lo útil es conseguir un orden y una paz pendular para continuar el proceso de fosilización masiva, que tanto compensa a unos pocos, pero siempre adornado con un papel de regalo, el del discurso de moda del momento.

Lloremos como niños, porque lo que ha de ocurrir no lo sabemos y la falta de imaginación sólo conduce, a unos, a repeticiones de lo que se ha aprendido y a otros, a pataletas destructivas. Pero al acecho queda el falso discurso encapsulado, dispuesto para ser inoculado a todos, en  beneficio de unos pocos.

Lloremos por ese niño desconocido que se dirige indefectiblemente hacia su fosilización integral, indefenso, anestesiado y por los responsables del parón de una sociedad sin discurso ante el próximo e incierto  futuro.

 Belén Rico

Socióloga y Directora del Área de Sociología de AEP

LA SOCIEDAD ONANISTA DEL SIGLO XXI

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Estoy plenamente de acuerdo con Freud, el “hombre ha sido arrojado al mundo a medio acabar”. El hombre no nace armado, el hombre tiene que andar a tientas, depender, llorar, aprender y esperar. Pero el hombre tiene impaciencia por verse pronto provisto de todas las capacidades del adulto, del hombre acabado de hacer.

Los fenómenos pandillistas son ejemplo de cómo micro sociedades, juegan con la visión que los adolescentes toman de la no-necesidad, ni de crecer, ni de madurar, para alcanzar la plenitud evitando el mundo adulto y todos los conflictos que ello acarrea.

En los regímenes totalitarios, en la Alemania Nazi, en la Italia fascista, en la China de Mao, se jugó a adular a los niños y a los jóvenes para que creyesen que no había nada que pudiesen hacer los adultos que ellos no fuesen capaces de hacer.

Hay muchas etapas recientes de la cultura occidental donde el ideal es el adolescente, no el hombre.

Hoy me sorprende ver cómo la vida afectiva de muchos adultos es un calco de la de  los adolescentes, como si temieran adentrarse de veras, en la relación interpersonal y se prohibieran a sí mismos desarrollarse, crecer. Toman por amoroso, por afectuoso, sólo la intensidad de la atracción.

Lo que hoy domina nuestras representaciones es el modelo de un hombre inmaduro. Síntomas de una sociedad adolescéntrica que vive al ritmo juvenil de la inmediatez, del instante presente, sin ser consciente de lo que conlleva. Son síntomas de una profunda crisis existencial. Parece que queremos olvidar que los conflictos estructuran el psiquismo y son consustanciales al hombre desde que el hombre existe.

Esto es un reproche que puede hacerse a nuestros hábitos de pensamiento. La fragilidad de nuestra sociedad, revela la carencia de un espacio de reflexión que permita elaborar a la persona el sentido de lo que vive.

El drama de nuestra sociedad consiste en imaginar un cambio de vida a la vez que negamos la realidad, en vez de asumirla. El individuo tiende a disociarse de la sociedad en vez de asociarse a ella. Ya sabemos todos que el sacrificio colectivo ha pasado a la historia, pero nos queda la esperanza depositada en el individualismo responsable.

Estamos atravesando un periodo difícil, regresivo, donde las crisis de la interioridad la vemos en los programas televisivos donde los individuos son arrojados como pasto a los

tele-espectadores, como desnudos en una plaza pública, fomentando con ello el voyeurismo más mórbido y aberrante.  Todo esto es antagónico con adecuar la interioridad acogiendo confidencias de manera inteligente, y elaborándolas.

Además se une un cierto masoquismo moral en las personas que se prestan a ello. La publicidad seductora tiene un papel dominante en el fomento de la gratificación inmediata y genera la ilusión de que la gratificación total es posible. Hay un efecto perverso en la dominación mediática televisiva, fomentando la gran variedad de lo mismo. Bill Gates decía que Internet “es la calle comercial más grande del mundo”.

Hay un cierto consenso relacionado con el hecho de que hoy se produce un impacto de artificialización sobre la cultura y la vida social. Una muestra de ello radica en el uso compulsivo de la realidad virtual, cuya consecuencia nos lleva a la posibilidad de hacer caso omiso de la existencia de otra realidad, la realidad del otro.

El inicio de este nuevo milenio está marcado por muchos cambios. Pero también, por la incapacidad de hurgar en nuestro interior y dedicarle a nuestra mente el tiempo necesario.

El progreso ha transformado nuestra percepción del tiempo, del espacio, de la velocidad y la prisa nos preside la vida. Ello ha transformado a los seres humanos y sus relaciones.

Las relaciones personales como claves de la identidad en la construcción de una personalidad, ha cambiado con la comunicación virtual. Aparecen ahora escisiones de personalidad, cambios de rol, vidas fantasmáticas paralelas.

El ordenador se ha convertido en algo más que una herramienta. Funciona como un espejo que crea la ilusión de que podemos atravesarlo, en el que las fantasías adquieren un a apariencia de realidad.

El Ciberespacio tiene sus vertientes positivas, ya que podemos estudiar, leer y acceder a creaciones culturales a través de la red. Pero hay que estar alerta, a descubrir maneras de usar la virtualidad que no permitan que el velo de la ilusión que nos protege del dolor, nos conduzca a la irrealidad.

En la pantalla, como si fuese el espejo de la bruja de Blancanieves, buscamos respuestas sobre aquello que somos y deseamos o tememos ser sin darnos cuenta que lo que nos devuelve es una imagen deformante apartándonos de la mirada del otro, sólo nos dice lo que creemos ser. Son soledades en compañía.

Internet es el porta-estandarte de nuestra sociedad. Una sociedad llena de microcosmos idealizados, que enmascara  el mundo verdadero. Un mundo globalizado, informatizado, marcado por la desigualdad, el desamparo, la exclusión, la discriminación, la violencia social y el fomento del individualismo insolidario que interesa a nuestra sociedad de consumo y a las políticas mundiales.

Internet será, lo que los usuarios hagamos de ello. Ahora es el momento en el que más necesitamos conocernos a nosotros mismos para que nuestras vidas adquieran un significado y para que la pantalla no reemplace a la persona que existe en nuestro interior.

La tecnología de la información y los cambios en la comunicación provocados por ésta, plantean problemas de identidad. El ciberespacio es la droga electrónica del último milenio, es un espacio psicótico poblado de objetos fantasmas.

La única preocupación que subyace es que la virtualidad en vez de dar la libertad, se pudiese convertir en una cárcel que nos impida desarrollar la capacidad de aceptar las frustraciones del afuera.

A medida que las presiones sociales han invadido el yo, se ha vuelto más difícil hacerse adulto y llegar a ser maduro. De modo que en un mundo dominado por las imágenes, el progreso individual, sólo puede provenir de imágenes proyectadas por otros, de impresiones erróneas. En lugar de cultivar afectos y relaciones emocionales, se buscan impulsos, estallidos, las descargas rápidas.

En este mundo resulta difícil discriminar realidad y fantasía, lo que realmente somos, de lo que los productos que consumimos sugieren que somos.

La cultura del narcisismo, del yoismo, nos ha dejado un universo de apariencias, impresiones y disfraces.

Esta cultura nueva y los cambios que conlleva, ha provocado ansiedades esquizoparanoides y de confusión, que amenazan con la integridad del individuo y su disociación interna.

La mentalidad narcisista e individualista de nuestras sociedades consumistas está dispuesta a legitimar todos los deseos. El hombre en un ataque de individualismo trata de probarse a sí mismo que es único y singular, en lugar de aceptarse, relativizarse, respecto a los demás.

El hombre moderno pretende sobrevivir buscando desesperadamente confianza en sí mismo. Hoy el sexo se ha convertido en una historia de deseo a negociar en el fuero interno y no en el externo. La pulsión no accede a la genitalidad socializada, lo cual la condena a vagar por una sexualidad no relacional en la que el otro, o no existe, o no aparece y deja a cada cual consigo mismo y con su imaginario.

El sexo electrónico es limitado y limitador. Una curiosa y sofisticada forma de onanismo tecnificado que está lejos de ser una solución sensible a la soledad y al aislamiento que nos atormenta. El tecnosexo es un síntoma de la negación de la carne, del temor al cuerpo del otro. La máquina electrónica, incapaz de toda ternura, es un imposible sustituto del cuerpo a cuerpo. Al fin y al cabo, los autómatas no están dotados para amar.

El tecnosexo es la última expresión del rechazo a la corporeidad. Un caparazón que condena a los individuos al aislamiento al imposibilitarlos para amar.

La soledad es un acompañante de muchos urbanitas del mundo. Es una tele-vida, rodeada de máquinas dispensadoras de placer sexual para una sociedad cada vez más cercada por Narciso, incapaz de comprender la escasa relación que existe entre la satisfacción mecánica del deseo sexual y la necesidad de encontrar una persona con la que sentir. Si Internet se convierte en un dispensador de cibertrajes sexuales, triste visión de la sexualidad y triste visión del ser humano. Porque los disfraces no están en la red, los creamos nosotros porque los llevamos nosotros mismos.

Siempre ha sido más fácil hablar detrás del biombo.  El principal problema de narciso es la autoestima.

Puede ser que como ante el espejo de la bruja de Blancanieves, el hombre de hoy pregunte”Espejo, espejito, dime quien es el hombre más bello y hermoso del reino”, pero la pantalla esté apagada y solos ante nuestra mirada, sintamos la ausencia o todas las ausencias.

La desconfianza ya no es respecto de las propias pulsiones, representaciones y deseos propios, sino de las pulsiones, representaciones y deseos del prójimo.

Por falta de ideal, la elaboración afectiva es relativamente ignorada en beneficio de la pulsión.

El recurso del sexo por sí mismo, el pleno disfrute de éste a cualquier edad y la incitación a hacer realidad todos los fantasmas, han contribuido más al aislamiento de los individuos que al desarrollo de la capacidad relacional. Pero en este caso el deseo y el placer se han transformado en miedo a carecer de ellos y el otro ha sido ignorado en beneficio de un yo egoísta. El narcisismo que surge es defensivo. Donde el sexo privilegia la pulsión sin referencia al otro. Desaparece la tactilidad. Las sensaciones sintéticas aparecen.

Se vuelve a lo que Freud llamaba “sexualidad primaria”. A lo que Lacan llamaba “el goce de los idiotas”. La supervivencia psíquica se atrinchera defendiendo el narcisismo. Ante el riesgo de perder de vista su reflejo sobre el agua, prefiere dejarse morir, incluso arrojarse al estanque sin fondo hacia una fusión mortal con una realidad virtual, antes que enfrentarse al vacío de sí mismo. Narcisismo barrera que evita duelos.

El individuo lleno de dudas, desconfía de sí mismo y no establece relaciones. El individuo no sabe qué hacer con sus vivencias, no ha encontrado un sentido, un ideal a partir del cual dinamizarse. De ahí el sentimiento de vacío, de no saber qué hacer con su existencia. Hay un problema de idealidad. Pérdida del sentido del ideal que equivale a perder el sentido del otro.

Si el ideal del yo no encuentra continuidad en la vida social, alimentada por ideales comunes y universales, entonces en el campo social, la relación con los demás y las consecuencias de los actos del individuo sobre la colectividad, pierden su valor. Cada cual se queda sólo consigo mismo, como en un desierto.

El apego cada vez con más frecuencia, en los modos de relación está resultando gravemente afectado. Los individuos tratan de sobrevivir excitándose subjetivamente o derrumbándose en su interior, pues no consiguen vincularse entre sí sus propias pulsiones, ni estas pulsiones con las solicitaciones del exterior. La relación con el medio social se hace difícil y hasta imposible y para evitar al otro, cada cual se constituye en un islote, pues ya no saben cómo encontrarse en torno a un sentido comúnmente compartido.

Como dice la letra de una canción de Simon & garfunkel:

“No toco a nadie

Nadie me toca

Soy una roca

Soy una isla

Y una roca no siente dolor

Y una isla no llora jamás”

Coquetear con conductas virtuales para cerciorarse de estar vivo, aunque se sufra por no poder vivir, es una sordera social. Autismo personal. Impide percibir la presencia real de los otros. Ello hace que los vínculos sociales sean frágiles. Nos convertimos en “HOMOS INFORMATICUS” y nos avoca a ser sedentarios emocionales.

Aparece el hogar no como la cueva aterciopelada del hombre, sino como casa cableada, automatizada, como ideal hogarótico en el que todo funciona con mando a distancia. Todo está telematizado, donde el ocio desarrollado en el hogar-bunker que aspira a la autosuficiencia es un ocio claustrofóbico. Adiós al contacto social.

Todas estas soledades sumadas, se convierten en plaga social.  Hay miedo a jugar con el otro, a vivir pérdidas, hay inmadurez. Actividades auto-eróticas como bálsamo a la herida narcisista en carne viva. Lo efímero, el instante, basta para olvidar el pasado y no inquietarse por el futuro. La vida se agota en el presente, sin espera. Hay que matar el tiempo.

En la vida afectiva hay una socialización. Un mirarse en el otro. Un hombre no puede nunca ser completamente hombre cuando vive en la soledad de su yo, sino cuando vive frente al tú. Cuando se niega al hombre, se niega a la sociedad. La sociedad que hoy tenemos no es fruto de la fatalidad ni se ha instalado a pesar nuestro, sino que es una consecuencia inequívoca de nuestros comportamientos.

De aquí la necesidad de parar a reflexionar, porque allá donde exista un hombre, como dice la frase “dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice” hará falta una reflexión. Hará falta una pregunta levantada sobre el orden establecido, en vez de descansar en el colchón de la certeza sobre la eficacia de ese orden.

Las persona tendrán que aceptarse a uno mismo con sus miserias y  salir al mundo con los otros, al “patio del colegio de la sociedad” a “jugar” con los otros niños sin miedo ni a uno mismo ni a los demás. Con la aceptación bajo el brazo.

¡Qué más libertad se puede pedir!.  ¿No es eso ser libre? Si queremos ser libres, tendremos que dejar de ser niños y ser adultos y para ello yo apuesto por la libertad de pensamiento que sin infantilismo, en el uno a uno de la sociedad, quien mejor que el individuo que piensa estará en disposición de salir a esa sociedad y producir en ella un cambio.

Por favor, no olvidar, que sólo los cambios son revolucionarios, lo demás, es sólo una eterna repetición de nosotros mismos y de la historia y hay hechos históricos que nunca deberíamos consentir que fuesen repetidos.

Belén Rico, Socióloga

Directora del Área de Sociología de AEP

Premios de Arco Europeo Progresista: entrega el 29 de enero

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Como ya sabéis, la Comisión de Distinciones y Premios de Arco Europeo Progresista aprobó, el pasado 15 de septiembre, otorgar los siguientes premios:

Premio de Pensamiento Político: Al Profesor Dr. D. Manuel Balado Ruiz-Gallego, Presidente del Instituto Internacional de Ciencias Políticas, Profesor del Instituto de Estudios Políticos d’Aix-en-Provence, representante ante UNESCO y Naciones Unidas sobre políticas de seguridad vial y que fue profesor del entonces Príncipe de Asturias y actualmente su Majestad el Rey D. Felipe VI, por su compromiso con la educación y la pedagogía para vertebrar las relaciones sociales en un marco de exigente humanismo y de ciudadanía responsable y participativa.

Premio de Literatura Política: A D. Eusebio Lucía Olmos, escritor de artículos y libros, como “Cosas Veredes”, por su compromiso a través de la literatura con los más desfavorecidos y el ideario progresista, impulsando, desde la crítica y el diálogo, la conciencia solidaria para una sociedad más justa.

Premio de Comunicación Política: A D. José Cepeda García, Diputado de la Asamblea de Madrid, miembro del Comité Federal del PSOE, Ingeniero Informático, Licenciado en Ciencias de la Información y Diplomado en Sociología, por su defensa continuada en los medios de comunicación de los derechos de los ciudadanos y por su eficacia e innovación en la campaña que coordinó, en este año 2014, para la elección del nuevo Secretario General del PSOE.

Premio JEAN JAURES: A D. Felix Alonso Soria, ex Comisario Principal, fundador de la Unión Sindical de Policía y actualmente Presidente del Colectivo Rousseau y Director del Área de Cine de Arco. Como hace ahora cinco años fue reconocido con la distinción JEAN JAURES de Arco Europeo Progresista, se ha decidido el pasado 2 de diciembre hacerle entrega del Premio JEAN JAURES, en reconocimiento a toda su carrera profesional siempre dirigida a consolidar la democracia en nuestro país a través de su destacada labor en el Cuerpo Nacional de Policía y su infatigable actividad cultural.

La entrega de los Premios se hará el próximo 29 de enero, jueves por la tarde, en nuestra sede de ARCO HAGION. En sucesivos recordatorios se especificarán la hora y las señas para aquellos que no hayan asistido a la sede de ARCO HAGION con anterioridad.

En Madrid, a 8 de diciembre de 2014

 ARCO EUROPEO PROGRESISTA / ARCO HAGION

El avispero libio

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El enviado especial de la ONU para Libia, el español Bernardino León, ha pospuesto en el último momento a la semana próxima una reunión que había convocado para hoy, 9 de diciembre, en Gadhames con todas las partes en el conflicto libio. Una prueba más del enroque de las dos facciones que se enfrentan desde hace meses en el país árabe.

Libia, un país de seis millones de habitantes rico en petróleo y de una extensión tres veces España, se desliza rápidamente hacia la guerra civil en un momento en que EEUUs, Europa, y los países de la región solamente tienen ojos para el Estado Islámico de Irak y Levante.  La transición a la democracia atraviesa el peor momento desde que en 2011 una rebelión armada derrotó a la dictadura de 42 años de Muamar Gadafi, con el apoyo de una operación de exclusión aérea de la OTAN, sancionada por la ONU.

España se ha implicado resueltamente en la estabilización de Libia. Un español encabeza la Misión de la ONU y nuestro país pretende acoger una segunda conferencia sobre Libia. No en vano se trata de una región estratégica para España. A la proximidad geográfica se añaden la cuestión de la seguridad energética, si bien las importaciones de crudo libio se han desplomado desde 2010, y la presencia de la multinacional española REPSOL en el país árabe con la explotación del campo de El Sharara en el sur. Desde hace meses la producción se encuentra interrumpida debido al caos y a la inseguridad. La cuestión migratoria y el desafío terrorista también se encuentra presentes en la preocupación española por el futuro de Libia.

Las Naciones Unidas median en un conflicto agravado en los últimos meses por la competencia entre instituciones políticas paralelas y un enfrentamiento armado que se ha cobrado cientos de víctimas, especialmente en la región de Trípoli y en Bengasi, la segunda ciudad del país. El terrorismo yihadista amenaza con echar raíces en el este del país.

 Dos facciones se disputan el poder en el campo de batalla. De un lado, la facción más liberal y secular incluye el Gobierno de Abdulá al-Thinni designado en julio por el Parlamento salido de las elecciones generales del pasado 25 de junio. Recientemente el Tribunal Supremo ha cuestionado la legalidad del gobierno de Al-Thinni por lo que el reconocimiento internacional de su legitimidad se encuentra en entredicho.

Al-Thinni ha recibido el apoyo del general retirado Jalifa Hafter que se rebeló contra el anterior gobierno en mayo y lanzó, con la ayuda de una parte del ejército y de las fuerzas especiales, la operación militar “Dignidad” contra las milicias islamistas, principalmente Ansar al Sharia, en Bengasi. Hafter lidera la maquinaria militar del gobierno de Al-Thinni. Cuenta para ello con armamento pesado y con aviación, con el apoyo del movimiento separatista de la Cirenaica, de la poderosa milicia nacionalista de Zintan en el oeste del país, y de países como Egipto, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Según varios observadores esta alianza se está imponiendo en campo de batalla.

De otro lado, la facción islamista que cuenta entre sus filas con la milicia de Misrata, sin sustrato ideológico y la más poderosa de Libia. Los partidos islamistas no salieron bien parados de las elecciones del 25 de junio, boicotearon el nuevo parlamento y resucitaron el Parlamento saliente que nombró a su vez un Gobierno de Salvación Nacional presidido por Omar al-Hassi en Trípoli. A su vez las milicias islamistas moderadas vinculadas a los Hermanos Musulmanes y las vinculadas a Al-Qaeda, Ansar el Sharia, se aliaron con la milicia de Misrata para formar la entente “Amanecer Libio” que arrebató el control del aeropuerto de Trípoli a las milicias nacionalistas de Zintan. La alianza “Amanacer Libio” se ha convertido en el brazo armado del Gobierno de Omar al-Hassi.

El terrorismo yihadista aprovecha la situación de desgobierno, inseguridad y desconfianza popular en sus instituciones para avanzar en Libia, al igual que en Siria o Irak. Ansar al Sharia, una organización terrorista vinculada a Al-Qaeda que se ha hecho fuerte en Bengasi, fue incluida en la lista de organizaciones terroristas de Naciones Unidas recientemente. Además, existen otras organizaciones yihadistas que han jurado lealtad al Estado Islámico de Irak y Levante, como por ejemplo, el Consejo de la Shura de los Jóvenes del Islam, que controla desde hace meses la ciudad de Derna en el este del país.

El caos institucional y la inseguridad perjudican a la economía libia dependiente del petróleo que representa el 80% del producto nacional bruto y el 97% de sus exportaciones. Libia exportaba un millón y medio de barriles de petróleo diarios (bdp) en tiempos de Gadaffi. La producción se recuperó en los años que siguieron a la revolución pero ahora no llega a la mitad de esos niveles y en noviembre se extrajeron 150.000 bdp menos que en octubre.

 

José Luis Masegosa Carrillo, Director del Área Internacional de Arco Europeo Progresista @joseluismase / Blog “La mirada a Oriente”: http://masegosa2012.wordpress.com

SINTOMA Y DEMANDA DE ANÁLISIS

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Es el dolor psíquico lo que mayoritariamente impulsa a nuestros pacientes a pedir ayuda y que por el lado del psicoanalista constituye un desafío complejo. Hay una transmisión sólo aproximada de lo que sufre el enfermo y una vez transmitido ese dolor psíquico coloca al analista ante la necesidad de probar su saber técnico y su habilidad práctica. A veces ese dolor psíquico es tan intenso que puede amenazar la propia supervivencia psíquica del individuo. En el primer contacto con nuestros pacientes, habitualmente estos están en un primer momento tan llenos de dolor psíquico, de lo que técnicamente llamamos “síntomas” que nos es difícil aún valorar en ellos una demanda de análisis y más, en una sociedad como la española donde el psicoanálisis no ha permeabilizado por diversos motivos en la sociedad.

En mi práctica clínica la mayoría de pacientes que acuden en busca de ayuda ya han consultado a otros profesionales de la salud mental y obtenido resultados no del todo satisfactorios con esos tratamientos. El modelo de psicología cognitivo-conductista tiene mucha influencia en la psiquiatría oficial y en la universidad española, en mi opinión, más que el psicoanálisis. Apoyadas también por un modelo biologicista y en búsqueda de alianzas con la neurociencia se trata en muchas ocasiones de deslegitimar el modelo psicoanalítico, haciendo que algunos pacientes acudan a él como un último recurso y viendo que su proceso lleva años de evolución no habiendo sido el psicoanalista el primero en recibirlos. Lamentable situación en la que hay una concatenación de intereses diversos en la deslegitimación del psicoanálisis. Es de destacar en este contexto la en mi opinión la valiosísima contribución de psicoanalistas que como Gérard Pommier realizan una inversión dialéctica para a partir de las propias neurociencias y utilizando los hallazgos de estas, verificar la validez de las aportaciones clínicas del psicoanálisis dejando en entre dicho aquellos que hoy en día tratan de deslegitimar una clínica psicoanalítica.

No es nada fácil dar una definición clara de la “salud psíquica normal”. Lo que es cierto es que para el psicoanálisis no existe una línea divisoria, una diferencia tajante entre salud mental e insania. De alguna manera la salud mental sería una utopía. Y más aún poder definir lo que es “normalidad”. ¿Existe verdaderamente una “estructura normal de la personalidad”? . Lo que está claro es que el que se denomina “normal” poco quiere saber de nosotros los psicoanalistas. Y peor aún porque desconfían de nosotros y nos critican. ¿Deberíamos lanzarnos a explicarles hasta qué punto están enfermos?.

El propio concepto de síntoma es, en sí mismo normativo: sería “normal” no tener síntomas, neuróticos o psicóticos. Lo perverso sería ya clasificado como sintomático. Y de ahí a los manuales de clasificación sintomática y de trastornos mentales, sólo queda un paso. En mi práctica clínica la mayoría de sujetos que acuden a mí en búsqueda de ayuda, llegan ya “estigmatizados” y con un “código de barras” del Manual de Clasificación de Enfermedades Mentales DSM V. “Soy un depresivo”, por ejemplo, es voz habitual. Algunos ponen apellidos…”Depresión Mayor” o “Síndrome ansioso depresivo” por poner algunos ejemplos. Sujetos ya de entrada alienados por una psiquiatría oficial. ¡Y las compañías de seguros sanitarios, sistemas públicos de salud y otros estamentos nos fuerzan a comunicarnos en este lenguaje, considerando en más de una ocasión a nuestro lenguaje, el de los psicoanalistas como “fuera de lugar”. !

Según el discurso social actual, lo” normal” es no sufrir, por tanto según ese discurso el sufrimiento del futuro analizante no tendrá en consecuencia ningún sentido y por tanto el síntoma deberá ser extirpado a modo de un tumor. Ese es en muchas ocasiones el punto de encuentro entre el paciente y el psicoanalista ya que el futuro analizante expresa el anhelo consciente de liberarse de sus síntomas, pero ignorando las razones de ese otro escenario inconsciente que ha hecho paradójicamente  necesarias e incluso vitales sus construcciones sintomáticas para su supervivencia psíquica.

¿A qué problemática nos introduce el síntoma?. A una problemática terapéutica diríamos, a la cuestión de su curación. Por eso se habla de desaparición del síntoma. Pero, y esto es lo fundamental, no podemos quedarnos ahí. Nosotros los psicoanlistas hablamos de “travesía del fantasma” queriendo decir de “oír” en nuestra especial escucha lo que está por detrás de ese síntoma. A veces el discurso médico “oficialista” y “normativizador” se rige conforme a lo dicho por Lacan con relación a lo que es el “Amo”: Aquel que quiere que la “cosa funcione”, que la “cosa ande” a nivel del individuo que se nos presenta. Pensemos un poco si lo que se quiere en realidad es obtener sujetos que encajen en el orden del mundo y que se las arreglen bien con el Amo. A lo mas un efecto de reparación como en la mecánica de automóviles. Eso no significa que una parte de la experiencia y práctica del psicoanálisis consista en tranquilizar y atemperar al paciente, pero entendiendo que eso no es mas que una primera parte. Es lo que nosotros llamamos “holding” o sostén y que se produce en el marco de nuestro encuadre de trabajo. El análisis, éticamente comienza cuando para algunos creen que casi ha terminado. Empieza más allá de un supuesto bienestar y alivio sintomático. El problema del analista es que ir más allá de ese punto de supuesto bienestar es estar en ruptura con los ideales globalizados de nuestra sociedad. La ética del psicoanálisis supone adoptar valores inaceptables por cualquier poder constituido. La subversión del analista es apuntar a un “más allá del bienestar”.

Lo que está claro es que el paciente no viene a lamentarse de su “fantasma”, de su otro escenario. El paciente habla a propósito de su síntoma. Habla para lamentarse de él. Displacer en el síntoma. ¡y placer en su fantasma!  En el otro escenario inconsciente.

Al neurótico, por lo general su fantasma le avergüenza porque se le presenta en contradicción con sus valores morales. Es frecuente encontrar en análisis mujeres feministas con fantasmas masoquistas que contradicen sus ideales. También hombres humanistas con fantasmas agresivos. El fantasma evoca lo que está “en el otro lado”. Y aquí se evidencia la división del sujeto entre los planos consciente e inconsciente.

Es difícil explicar desde fuera en qué consiste una cura psicoanalítica,  entender lo que sucede cuando se cierra la puerta del consultorio del psicoanalista. He recibido a  veces preguntas de amigos, conocidos o compañeros del campo de la medicina y de la salud sobre lo que es un proceso psicoanalítico. Mi frustración suele acompañar a esos encuentros porque siento que nunca ellos se aproximan a lo que  un proceso psicoanalítico implica. A partir de ahora he decidido invitarles a vivir ese proceso, ante la imposibilidad de poner palabras que puedan abarcar todo lo que va implícito en una cura. Sorprende, a veces, las críticas que recibe el psicoanálisis desde diversos sectores de  la sanidad y verbalizado por individuos que en su vida han estado tumbados en un diván y ni se lo plantean.

Pero hoy si querría referirme a lo que yo como psicoanalista encuentro en mis primeras citas con los pacientes. Eso que nosotros llamamos las entrevistas preliminares, para mí momentos cruciales de encuentro que podrían definir lo que en un futuro se constituya como demanda de análisis. Muy pocas personas que acuden a mí tienen al comienzo una verdadera idea de lo que implica un proceso analítico. Es más, muchos profanos no tienen clara la distinción entre un psicólogo, un psiquiatra y un psicoanalista. Yo por mi formación académica soy médico, pero el psicoanálisis no es propiamente una disciplina médica, aunque el psicoanalista debe estar capacitado, pero desde una clínica no médica sino psicoanalítica, para realizar un posible diagnóstico estructural de su paciente y localizar los síntomas, no olvidando que el cuerpo es un lugar donde “suena” el inconsciente.

En muchos casos las personas llegan a mi consulta en momentos de crisis. Es cuando los síntomas que proporcionaban satisfacciones sustitutivas se incrementan y  el paciente pasa a sufrir un dolor psíquico más intolerable. El síntoma ya no funciona o ha quedado en una situación peligrosa. Es lo que nosotros llamamos “crisis de goce”. El paciente espera que el psicoanalista repare las cosas y haga que el síntoma vuelva a funcionar como antes o que desaparezca. Es una demanda muy específica de que se les alivie de uno o más síntomas específicos. Yo creo que lo que en este momento es necesario hacer comprender al paciente para que se inicie el proceso analítico es que el síntoma no puede ser extirpado como un grano inflamado sin examinar muchos aspectos de la vida de una persona. El paciente debe estar dispuesto, y esa es una de las cosas más difíciles en un inicio, a ir poco a poco  pudiendo poner toda su vida en cuestión. Llegar a esto puede llevar un tiempo largo, antes de que pueda decirse que el paciente se ha involucrado en el proceso analítico. Nuestra espera será fructífera si de la relación misma emerge una demanda autónoma, es decir, no sólo, que el síntoma sea “extirpado”. Durante este periodo y ya que el síntoma sigue presente, pudiendo a veces atenuarse, pero otras acrecentarse, el paciente sentirá la necesidad de ser apuntalado en cierta medida por el analista, porque en la mente de nuestros pacientes el analista es de entrada una persona como cualquier otra y el tipo de relación que ellos quieren establecer se basa en una relación que ellos conocen del trato con amigos, con un médico, un psicólogo, etc.. Yo creo que el analista debe dejar claro desde el comienzo que esa relación es distinta a otra cualquiera. El analista no es un amigo con quien se intercambien historia y secretos, ni discos ni libros, ni se sale a tomar un “cafetito” con él. Es decir no hay reciprocidad entre el analista y el analizante.

¿Qué solicita el analista de su paciente?. Algo que parece sencillo y que dejó claro Freud en la regla fundamental de la asociación libre, pero que como me decía uno de mis pacientes “es lo más difícil para mí que nunca me habían planteado”. Se trata de no censurar ningún pensamiento por absurdo o nimio que parezca o fuera de contexto o desagradable aún refiriéndose a la propia persona del analista. Y también que el analizante repare en sus sueños, actos fallidos, lapsus, fantasías, ensueños. Esto, reconozco, es una tarea difícil, no debemos olvidarlo y sobre todo para aquellos que nunca han estado en contacto con lo que yo llamaría una “cultura psicoanalítica”. Hacer análisis requiere de algún modo un cierto proceso de aprendizaje. Yo invito a mis pacientes, por ejemplo, a que traten de recordar sus sueños, es decir, que se fijen en situaciones o cosas en las que antes no se habían percatado.

Muchos pacientes son escépticos con relación a lo que el psicoanálisis les puede aportar y no es de extrañar sujetos que coloquen al psicoanálisis en el mismo lugar que la astrología o la quiromancia. Hay pacientes que llegan a la consulta incluso sin ningún convencimiento de que el psicoanalista pueda ayudarlos y a lo sumo buscan consejos, confesar sus pecados o aprender trucos para estar en la vida. Aparecen con la idea de que deben contar lo que hicieron desde la última vez que nos vieron a modo de un “recuento” de acontecimientos. Pienso que afrontar estas situaciones conlleva un cierto arte, que no esta escrito en los libros y que corresponde a aquello que nosotros pudimos vivir ya antes de ser psicoanalistas en los albores de nuestros propios análisis y en las comunicaciones que mantenemos a través de seminarios y supervisiones con psicoanalistas experimentados. Ese arte, como digo, nos debe ayudar para conseguir con intuición, paciencia y también por qué no decirlo con cariño en nuestro cotidiano hacer, que los pacientes abandonen sus nociones habituales de lo que para ellos es un “encuentro terapéutico” y puedan involucrarse en un genuino proceso psicoanalítico.

En un principio y en pacientes a veces muy dominados por su síntoma el único deseo que mueve de inicio el proceso es el propio deseo del analista de que “esto continúe”. Pensemos en aquellos pacientes tan dolientes que ya ni ganas de vivir les quedan.

Es también muy importante lo dicho por Lacan de que el motor del análisis es lo que él llamó “Sujeto Supuesto Saber”. De algún modo este concepto hace referencia al conocimiento que un paciente deposita en un analista al que él considera lo suficientemente competente para ayudarle. El paciente atribuye al analista un poder de curación, una esperanza en el tormento de su dolor, entendiendo que poco a poco deberá asumir que el verdadero saber está en su propio inconsciente. Con relación a esto el problema está en la legitimación que el psicoanalista pueda tener en determinados medios culturales y sociedades. Y puede que el paciente acuda ya con ciertos prejuicios en búsqueda de esa ayuda. Que decir si además están implicados otros actores, y me refiero, por ejemplo a profesionales de la salud mental no psicoanalistas que puedan influir en un  momento dado con “sus comentarios”. En España, por ejemplo y valga como anécdota, las compañías privadas sanitarias de seguros de asistencia comienzan a incluir entre sus prestaciones la psicoterapia, pero excluyen de ella explícitamente el psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica.

Como nos dice Joyce McDougall, muchos de los pacientes que nos llegan actualmente sufren síntomas psicosomáticos, narcisistas, “borderline” o psicóticos entre otros muchos. Estos pacientes son denominados como “pacientes difíciles”. Pero lleva razón esta prestigiosa psicoanalista cuando nos dice que se debería mejor hablar de “encuentros difíciles entre analista y paciente”. En los inicios del psicoanálisis el objetivo original era estudiar y tratar las neurosis llamadas clásicas, y no lo que hoy se denominan estadios límites (personalidades “borderline”), psicosis o las conductas adictivas. Hoy en día estos procesos constituyen una parte importante de nuestro quehacer cuando abrimos las puertas de nuestras consultas.

El gran abanico de problemas psicológicos de nuestros analizantes nos obliga a revisar permanentemente nuestra teoría y enfoque clínico intentando no caer nunca en paradigmas unidireccionales. Tampoco debemos olvidar que como nos dice Joyce McDougall somos también los analistas “sobrevivientes psíquicos” y que nuestro trabajo de analistas nos confirma que también nosotros hemos tenido que construir compromisos para enfrentar nuestros conflictos psíquicos. Es a menudo ese mismo sufrimiento el que da origen a nuestro deseo de convertirnos en analistas y el que estimula nuestra curiosidad en cada análisis y analizante redescubriendo el psicoanálisis y a nosotros mismos.

Para terminar, una respuesta de Freud ante una pregunta que le hicieron en algún momento de su vida. La pregunta era que pensaba él que una persona debería hacer para vivir bien. Freud respondió que “Amar y Trabajar”. Tal vez una fórmula magistral de lo que es la salud mental, fórmula que se hace mas y mas profunda cuanto más se piense en ella. Amar y soportar los trabajos que implica el amar. Trabajar, pero trabajar creadoramente por influencia del amor. No solo amar y trabajar en la visión estrecha y obscurecida de la ideología de nuestro sistema social globalizador. Trabajar sin la influencia del amor es dedicarnos a un productivismo alienante, sin horizonte. Actualmente casi nos parece un contrasentido que para hablar de una buena vida Freud hubiera hablado de trabajo. Por influencia del productivismo capitalista, trabajo y ocio; trabajo y descanso; trabajo y satisfacción son e interesa que sean términos opuestos. Trabajo identificado con el “neg-ocio”, como negación del ocio.

La cuestión es poder ir más allá del síntoma, no quedar en esa alineación y poder alcanzar logros mayores a través de un laborioso proceso de psicoanálisis personal.

Alfonso A. Gómez Prieto

Psicoanalista. Director del Arco de Estudios Psicoanalíticos de AEP

AL CINE CON FÉLIX: METRÓPOLIS 2026

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El próximo viernes a las 20 horas en la Sala Juan Negrín, vamos a proyectar la versión restaurada de Metrópolis de Fritz lang, con 25 minutos inéditos.

Las ideas de ‘Metrópolis’ han sido absorbidas tantas veces por la cultura popular que su horrenda ciudad futurista casi parece haber existido. Lang rodó durante casi un año, obsesivo, a menudo cruel con sus compañeros, como un loco perfeccionista, y el resultado es una de esas películas fecundas sin las cuales no es posible comprender del todo las demás.” (Chicago Sun-Times).

Sinopsis:

En una megalópolis del año 2026, los obreros viven recluidos en un gueto subterráneo, donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad y del que no pueden salir. Pero, incitados por un robot, se rebelan contra la clase intelectual que detenta el poder y amenazan con destruir la ciudad exterior. Freder (Gustav Frölich), el hijo del soberano de Metrópolis, y María, una muchacha de origen humilde, intentarán evitar la destrucción apelando a los sentimientos y al amor.