La desobediencia civil

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La desobediencia civil es una forma de protesta social que consiste en la resistencia pacífica hacia el poder, sus leyes, órdenes y exigencias. Es un desafío público a la autoridad. Sus protagonistas aceptan la sanción que supone dicha desobediencia. Este tipo de protesta tiene como objetivo presionar al poder para cambiar una ley, un orden y hasta para transformar los valores sobre los que se asienta el mismo.

La desobediencia civil no debe confundirse con la acción de delinquir, ya que ésta no conlleva una protesta y sí un beneficio egoísta y, además, la primera es abierta, a la luz pública, sin el componente clandestino del delito. La desobediencia civil puede confundirse con la objeción de conciencia porque tienen un origen común, pero la objeción suele estar regulada o permitida, al menos, en los países democráticos, frente a la desobediencia que no tiene ninguna cobertura legal en los ordenamientos constitucionales y jurídicos.

El concepto de desobediencia civil fue ideado por Henry D. Thoreau. En 1848, precisamente un año clave en la Historia por el ciclo revolucionario de lo que se conoció como la «primavera de los pueblos», publicó su obra Civil Desobediency. En este opúsculo defendía que toda reforma social debía partir de la conciencia moral del individuo, que se rebela contra un orden que le parece injusto.

En la Historia contemporánea se han producido movimientos de desobediencia civil de gran calado y que han quedado grabados en la conciencia colectiva de este planeta. Gandhi protagonizó un movimiento de desobediencia civil de gran magnitud porque fue seguido masivamente en la India. La Marcha de la Sal del año 1930 expresó el malestar del Congreso Nacional Indio por la negativa británica de conceder el status de dominio a la India. Gandhi eligió el impopular impuesto sobre la sal como objetivo de la campaña de protesta. En esa época, el gobierno indio tenía establecido el monopolio de la sal, un producto básico y fuertemente gravado fiscalmente. Aquellos que utilizaban su propia sal podían ser multados con una elevada cantidad. Así pues, Gandhi inició una larga marcha desde Sabarmati hasta la ciudad costera de Dandi, acompañado de setenta y ocho seguidores. A lo largo de la ruta se fueron añadiendo a la marcha miles de personas. El impacto en la India y en el mundo fue muy considerable. En cada lugar se animaba a las gentes a desafiar el monopolio de la sal y a autoabastecerse de la misma. Al final de la marcha, Gandhi cogió simbólicamente una pizca de sal. Cuando los participantes de la protesta se dirigieron al depósito gubernamental de sal Gandhi fue detenido. No fue la única detención, ya que en los meses siguientes fueron detenidas sesenta mil personas, incluidas las principales personalidades del Congreso. Al final, Gandhi fue puesto en libertad e hizo un llamamiento a la calma, dando por concluida la protesta en marzo de 1931 tras llegar a un acuerdo con el virrey Irwin. Dicho acuerdo establecía que Gandhi podía asistir a la Conferencia de Round Table y, a cambio, se desconvocaba la campaña de protesta. Pero, también se logró que se permitiera la producción de sal para uso doméstico.

Eduardo Montagut

Doctor en Historia

RECUPERANDO EL PULSO DEL PSOE

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En sus “Cartas filosóficas” Voltaire, con el pretexto de elogiar las virtudes de la Inglaterra del siglo XVIII, esboza, con sentido humanista, recomendaciones y críticas en temas políticos, religiosos y filosóficos en defensa de la libertad entendida como derecho de cada ciudadano a elegir su destino.

El sentido de libertad de Voltaire, que recorrerá toda Europa durante los siglos siguientes, será completado por las doctrinas igualitarias y solidarias marxistas dando lugar a los Partidos socialistas, que pronto se convertirán en los principales diques de contención del capitalismo salvaje. Uno de los primeros Partidos socialistas en nacer fue el PSOE, fundado en Madrid el 2 de mayo de 1879 por intelectuales y obreros, liderados por Pablo Iglesias.

El socialista Fernando de los Ríos en “Capitalismo y humanismo” (1926) manifestará que “son, en efecto, dos términos antitéticos, contradictorios; la oposición en ellos es esencial, y por mucha que sea la elasticidad del capitalismo en cuanto régimen económico, y es extraordinaria, no puede, en tanto perviva, negar lo que le es consustancial: su indiferencia, cuando no hostilidad, ante lo humano”. Lo propio del capitalismo, dice, “es desentenderse del carácter de hombre de quien se utiliza como mercancía, comprando su trabajo”; el socialismo es, en concordancia con el pensamiento volteriano, liberador y humanista, un “intento de reconstrucción de esa relación de intimidad entre el hombre y su obra”.

La libertad, en el sentido que Voltaire la dio, se ha manifestado en las primarias socialistas, a la par que la mirada del mundo democrático, especialmente europeo, las ha seguido con especial atención. Y el 21 de mayo los militantes no sólo han ejercido libre y democráticamente su derecho a elegir Secretario General sino que también han expresado mayoritariamente que respaldaban el “no es no” de Pedro Sánchez, o dicho de otro modo, que rechazaban de plano la abstención que permitió un Gobierno del PP, un Gobierno tan antitético con el PSOE como lo son capitalismo y humanismo.

En palabras de la líder del PSOE aragonés Susana Sumelzo, la candidatura de Sánchez es “un PSOE a la izquierda, mirando al futuro con ilusión y esperanza. Dispuesto a hacer lo que esperan los ciudadanos de un Partido Socialista Obrero Español” (entrevista con Óscar F. Civieta, 16 mayo 2017).

En opinión del sociólogo José Félix Tezanos, “la batalla de Sánchez es un reflejo más de la «nueva ciudadanía activa» que está emergiendo en Occidente. Un movimiento transversal que ha dejado ya importantes impactos electorales y que también sería una de las causas de la convulsión que sufre la socialdemocracia europea” (entrevista con David Martínez, 26 febrero 2017, en Voz Populi).

Ahora es necesario que se reconstruya la unidad del Partido, y para ello es imprescindible contar con todos los militantes con independencia del candidato al que apoyaron; en este sentido, también decía Susana Sumelzo que este PSOE quiere zanjar “el que obligatoriamente estés conmigo o frente a mí. Nuestro mensaje es el de la izquierda que une, no el del miedo”. Pero también se debe exigir a los que tienen responsabilidades orgánicas y públicas que asuman con lealtad la voluntad soberana de los militantes expresada en las urnas.

En consecuencia, reorientada la ruta por sus militantes, el nuevo Secretario General tiene toda la autoridad para impulsar políticas nítidamente de izquierdas, alcanzar pactos con otras fuerzas de izquierdas y desembarcar en la Moncloa con un programa de izquierdas, en definitiva tiene vía libre para recuperar el pulso normal del PSOE.

José Antonio García Regueiro, Secretario General de la Agrupación Socialista de Villanueva de la Cañada

Presidente de Arco Europeo Progresista, Coordinador del Foro de debate Arco Socialista. Ex Letrado del Tribunal Constitucional.

 

El moderado Rohaní

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El moderado Rohaní desborda todas las previsiones en las elecciones presidenciales de Irán

El moderado Hasan Rohaní ha sido reelegido, en primera vuelta, presidente de la República Islámica de Irán en las elecciones del pasado viernes, gracias a 23,54 millones de votos (57%) frente a los 15,77 millones de votos (38,5%) que ha conseguido el candidato conservador Ebrahim Raisi.

Se trata de una gran victoria para Rohaní que ensancha su base de apoyo al conseguir siete millones de votos más que en las elecciones presidenciales de 2013 en las que la facción conservadora se presentó dividida. Ni siquiera la unión ahora del bando conservador en torno al clérigo Ebrahim Raisi, muy próximo al Líder Supremo, el Ayatolá Ali Jamenei, ha logrado frenar la marea pro Rohaní.

Los iraníes han revalidado el «gobierno de prudencia y esperanza» del centrista Rohaní con el que prometió en 2013 resolver el conflicto nuclear y mejorar la situación económica. Han respaldado su principal logro en cuatro años: el Acuerdo Nuclear de 2015 que se ha traducido en el levantamiento de las sanciones económicas a Irán a cambio de la implantación de limitaciones al programa nuclear iraní y el despegue meteórico de las exportaciones de petróleo. Los iraníes también han avalado las políticas económicas prudentes del gobierno actual que han rebajado sustancialmente la inflación y reactivado sectores no vinculados al petróleo como el turismo.

El triunfo de Hasan Rohaní es incluso más meritorio cuando tenemos en cuenta que el pueblo iraní apenas ha percibido todavía los beneficios del Pacto Nuclear (el 72% de los iraníes indica que éste no ha mejorado sus condiciones de vida), un asunto, la economía y el desempleo que fueron las principales armas arromadizas que utilizó el candidato conservador Ebrahim Raisi contra Hasan Rohan.

No se debe entender el éxito de Hasan Rohaní como un voto en contra del establishment porque el mismo Rohaní es un hombre que ha sido todo en el régimen iraní excepto Líder Supremo. No olvidemos que su candidatura fue permitida por el Consejo de los Guardianes, representante de la ortodoxia revolucionaria, brazo ejecutor del Ayatolá Ali Jamenei y con derecho de veto de los candidatos a las elecciones. Si Rohaní no gozara del favor de éste último, su apuesta por un segundo mandato hubiese sido bloqueada al igual que lo fue la candidatura de Mahmoud Ahmadinejad.

En este sentido se puede entender el tweet del columnista de The Guardian, Saeed Kamali Dehghan, cuando señala que los resultados de estas elecciones significan un compromiso entre el Establishment y el electorado iraní. Ambos han demostrado un raudal de madurez política. Es un voto a favor del cambio tranquilo, sin estridencias que desemboquen en el caos que viven sus vecinos.

Los resultados refuerzan a la facción moderada liderada por Hasan Rohaní como una bisagra imprescindible en la gobernanza iraní a la hora de arbitrar entre la facción reformista, apartada del poder desde el movimiento verde de 2009, y la facción conservadora o principalista que pierde unas elecciones por tercera vez consecutiva (presidenciales de 2013 y legislativas y a la Asamblea de Expertos de 2016).

Quizás más importante, el triunfo moderado sitúa a esta facción y a su líder Hasan Rohaní en una posición ventajosa en la carrera sucesoria del Ayatolá Ali Jamenei (77 años), aquejado de problemas de saludad desde hace años. El Líder Supremo de la Revolución tiene la última palabra en todos los asuntos y se reserva la dirección de la política exterior, de seguridad, inteligencia y defensa.

En política exterior el éxito electoral del moderado Hasan Rohaní significa el mantenimiento del compromiso iraní con el Acuerdo Nuclear de 2015 y la continuidad de su proyecto de normalización de relaciones con Occidente. Significa la apertura del país a la inversión extranjera frente a la autarquía preconizada por los conservadores.

Un presidente moderado, que cuenta con el beneplácito del Líder Supremo y con el apoyo indiscutible del pueblo iraní, constituye una oportunidad histórica para alumbrar una nueva relación de Irán con el mundo. Occidente no debería desaprovecharla. Sin embargo, no parece que vaya a existir sintonía del régimen iraní con la nueva administración del presidente Trump que demoniza a Irán y exagera la amenaza que representa para la región y Occidente.  De hecho, mientras Rohaní se declaraba vencedor en las elecciones presidenciales, el presidente Trump visitaba Riad para anunciar un nuevo acuerdo estratégico con Arabia Saudí que incluía la venta multimillonaria de armas a Riad para contener la amenaza de Irán a las Monarquías Árabes del Golfo, según afirmó el Secretario de Estado Rex Tillerson.

José Luis Masegosa

@lamiradaaoriente

Reflexiones sobre el bipartidismo

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El bipartidismo es un término que procede de bipartitus, es decir, dos partidos. Se trataría de un sistema político en el que solamente dos formaciones políticas estarían en condiciones de luchar por el poder y de turnarse en el ejercicio del mismo. Los casos más acabados de bipartidismo se dan en los sistemas políticos democráticos anglosajones: EEUU y Reino Unido. El bipartidismo encuentra defensores y críticos. Los primeros opinan que otorga estabilidad política porque marginaría a los más radicales de la posibilidad de ejercer el poder. Pero los detractores de este sistema político consideran que falsea la realidad política de un país, que distorsiona la representación y, en consecuencia, supone una merma democrática.

El bipartidismo nace cuando se estabilizan los Estados liberales en Europa, cuando el liberalismo se divide en dos familias o partidos. Por un lado, estarían los partidos moderados y/o conservadores, defensores del sufragio censitario, el bicameralismo, la soberanía compartida y la asignación del poder ejecutivo a la Corona. También eran partidarios de la limitación del reconocimiento de los derechos, primando el orden sobre las libertades. Por otro lado, se encontrarían los partidos liberales progresistas y/o democráticos, partidarios de extender el sufragio y/o de llegar a hacerlo universal, siendo menos amigos del bicameralismo, pero sí de la soberanía nacional y de la extensión de los derechos. Es evidente que hemos descrito las líneas generales, y que luego habría que ver los casos concretos de cada país.

El bipartidismo de corte liberal se transformaría después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se estabilizó la democracia en Europa occidental, en un bipartidismo entre partidos de centro-derecha o derecha y partidos socialdemócratas o socialistas, con algunas variantes. También es cierto que en otros países el bipartidismo nunca cuajó por su realidad compleja y/o por el sistema electoral. Por fin, se dieron sistemas con un bipartidismo especial por la existencia de partidos bisagras.

El sistema electoral es un factor clave, aunque no el único, para entender el bipartidismo. El sistema D’Hont prima las candidaturas más votadas. También es importante comprobar cómo el sistema electoral establece las circunscripciones electorales, si es un sistema político propenso a la creación de coaliciones y alianzas políticas, y la exigencia o no de un porcentaje mínimo para poder entrar en el parlamento.

Otro aspecto a tener muy en cuenta es la existencia del denominado voto útil, que los ciudadanos emiten cuando consideran que la formación política más cercana a sus ideas no tiene posibilidad de llegar al gobierno y conceden su voto a la más próxima ideológicamente.

En España, el bipartidismo decimonónico fue muy evidente en el régimen isabelino entre el partido moderado y el progresista, y en la Restauración, entre el partido conservador y el liberal. La diversidad ideológica y la agitada vida política de la época de la Segunda República, así como su sistema electoral, favorecieron la creación de parlamentos muy plurales y complejos. Quizás esto hizo que, renacida la democracia, el sistema electoral favoreciera el bipartidismo para fomentar la estabilidad parlamentaria. Pero también es cierto que hay otros factores que propiciaron el bipartidismo. El voto útil ha sido muy claro en la izquierda, en detrimento de IU y a favor del PSOE. En el caso de la derecha, se aprendió la lección de la UCD, una coalición hecha muy deprisa y con mimbres muy poco estables, y se optó por aglutinar férreamente todos los sectores, desde los menos democráticos a los más liberales y democristianos, en una formación con estructuras sólidas y muy controladas desde arriba para recoger todo el voto de derechas y centro-derecha, poniéndolo muy fácil al electorado conservador español, que no ha tenido otras opciones para elegir, con la excepción de las Comunidades Autónomas con fuertes formaciones nacionalistas conservadoras.

Pero ahora las cosas están cambiando. La crisis ha llegado al sistema de partidos, como a casi todo en este país, aunque no se haya transformado el sistema electoral, y ahora ese bipartidismo ha desaparecido.

Eduardo Montagut

Doctor en Historia

INTRANSIGENCIA Y CONTROL SOCIAL: FLAUBERT Y BAUDELAIRE EN EL BANQUILLO

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Las palabras son imágenes del espíritu de cada uno

Dionisio de Halicarnaso

Estamos viviendo el preludio de tiempos sombríos. En casi todas partes se experimentan retrocesos alarmantes. La denominada crisis de los refugiados dice mucho sobre la forma de no afrontar los problemas y sobre la pérdida de solidaridad y valores cívicos.

El triunfo de Donald Tramp, el auge de los populismos y de las soluciones y recetas fáciles a problemas complejos es un pésimo síntoma de lo que nos aguarda.

Vamos a hacer una incursión liviana a la Francia de Napoleón III. Podremos observar como determinados aspectos y coordenadas se repiten aunque con algunas variantes.

¿Qué ocurre cuando se pierden o se marginan los valores republicanos? Impera el miedo y están en retroceso las libertades. En esos momentos, que pueden durar décadas, son frecuentes las delaciones, se incrementa el control social y se crea un ambiente irrespirable y, en cierto modo, putrefacto.

¿Por qué molestan y a quiénes molestan los escritores, los creadores, los artistas, los periodistas? Aquellos que investigan sobre la realidad social y dan cuenta de lo que pasa, son con frecuencia sospechosos e incómodos al poder.  Quienes analizan y se atreven a exponer lo que  quieren  mantener oculto los representantes de poderes tanto explícitos como no visibles pero   que mueven muchos hilos y son la mano que mece la cuna. En cuanto a quienes molestan, la respuesta parece clara. A quienes aspiran a ejercer un férreo control social sin reparar en medios.

El delito de los que gritan su verdad,  con frecuencia no es otro que exponer,   y  dar forma a los miedos y represiones colectivas.

La despreocupación culpable  y la falta de información contrastada son un excelente caldo de cultivo para que surjan tentaciones totalitarias de quienes quieren, a toda costa, controlar la vida de los demás.

Cuando se discrimina, el siguiente paso es la persecución. Pensemos en el macartismo y en Arthur Miller que en sus “Brujas de Salem”  desveló, en forma metafórica y simbólica,   trasladando al pasado problemas del presente, cómo la ignorancia, el fanatismo y los intereses mezquinos envueltos en el manto hipócrita de la respetabilidad pueden  convertir en irrespirable la convivencia y erigirse en dictadores, más o menos, encubiertos.

Michel Winock, en “Las voces de la libertad” acierta a hacer visibles alguno de esos momentos y como se llega a lo más nauseabundo e inhumano.

Centrémonos en una página de la historia de Francia. La dictadura de Napoleón III. Sus plebiscitos y sus múltiples atentados contra los valores republicanos y contra las libertades, tanto cívicas como las vinculadas a la moral y a las costumbres.

La censura es una buena mano ejecutora para tapar bocas y para imponer el dogmatismo disfrazado de buenas costumbres en un ejercicio de hipocresía.

Gustave Flaubert se atreve a meter el bisturí en lo que no es conveniente: en las pasiones, en los ambientes sórdidos, en las duras consecuencias de trasgredir la moralidad vigente y en la simpleza y la maldad de quienes convierten el pecado en delito. En este ambiente irrespirable publicó “Madame Bovary” y tuvo que pagar un alto precio por ello. Fue denunciado, acosado y juzgado por inmoralidad.

Flaubert, a lo largo de su vida, no hizo otra cosa que escribir y viajar. Escrutaba la realidad y la describía con objetividad. En 1856, publica “Madame Bovary”, la historia de una mujer provinciana víctima de sus sueños románticos, que casada con un hombre mediocre, llega al adulterio. La mezquindad y la estupidez pequeño-burguesa confunden, una vez más, la causa con el mensajero y Flaubert sufre una campaña de descredito y un acoso que pasa por su procesamiento para que sirva de escarmiento a otros. Los supuestos moralistas se ceban en él. De ahí su conocida expresión “Madame Bovary, soy yo”.

La historia que narra la novela está basada en hechos reales. Flaubert recrea un asunto del que la prensa se hizo eco, que no es otro, que el adulterio de Delphine Couturier, cuyas ensoñaciones y visión alienada de la realidad la llevan primero a las transgresiones a la moral vigente y más tarde al suicidio. Todo ello en un ambiente lleno de chismorreos y tedio. Finalmente Flaubert fue absuelto pero, el mal, ya estaba hecho y, los franceses  de provincias, tomaron buena nota del precio que había que pagar por salirse del cauce establecido.

Baudelaire también fue enviado al banquillo de los acusados, al juzgarse peligroso para la moral el ataque a dogmas religiosos contenidos en el poemario “Las flores del mal”

Es  uno de los más lúcidos e inspirados poetas europeos. Se le considera el máximo exponente del simbolismo e incluso el creador que sienta las bases de la poesía moderna.

¿Por qué Baudelaire resultaba sospechoso a los bien pensantes? En primer lugar por su vida bohemia, sus costumbres desordenadas… pero, sobre todo, por su pasado revolucionario. Escribió espléndidos ensayos sobre Delacroix y Manet cuando estos eran denostados por vanguardistas y por seguir derroteros que se apartaban de la pintura realista.

Sin embargo, sus problemas se incrementaron con la publicación, en 1857, de “Las flores del mal”.  Los periódicos más conservadores lo acusaban de propalar monstruosidades y de ofensas a la moral pública y a las buenas costumbres.

Tuvo menos suerte que Flaubert y, también, menos apoyos y fue condenado a una fuerte sanción económica.

El control de la policía, el ejército y la iglesia pretendía ser total y totalizador. Podemos hablar de lo que Karl Marx en el “18 Brumario” califica como la alianza del sable y el hisopo. He querido hablar de Flaubert y de Baudelaire pero lo podría haber hecho de Víctor Hugo, que fue considerado un proscrito y un indeseable; o de Tocqueville que llegó a ser detenido. También fueron acosados y perseguidos los hermanos Goncourt o Eugène Sue que recibieron las consabidas acusaciones de “corruptores de la verdad y las buenas costumbres” y de ser un peligro por sus incitaciones a las transgresiones más diversas.

Los encargados de velar por la moral pública no soportan que alguien se atreva a hablar de lo que ellos consideran que no debe hablarse. La libertad de expresión ha de pasar por lo que estiman tolerable y asimilable. De ahí, sus hirientes ataques perpetrados contra los  libros que no coincidían con sus “devotos principios”  y eran considerados licenciosos y nocivos para la moral.

La concienzuda mirada de Flaubert es, en cierto modo, la del sociólogo y la del historiador.

Baudelaire tuvo que soportar a su vez  la prohibición de “las flores del mal” que por cierto estuvo vigente, nada menos que hasta 1946, tras la finalización de la II Guerra Civil Europea o Guerra Mundial.

El autor de la frase “hay que ser sublime sin interrupción” y traductor de Edgar Allan Poe fue estigmatizado por atentar contra la moral religiosa, insultar a la figura de San Pedro, tomar partido por Caín o incluir en su poemario las conocidas letanías de Satán.

Nuestra incursión, a vista de pájaro, toca a su fin. He querido compartir una honda preocupación. Cuando las libertades están amenazadas y en retroceso, cuando no hay ciudadanos exigentes, dispuestos a garantizar los principios democráticos y a denunciar su conculcación, cuando la posverdad y los hechos alternativos recuerdan insistentemente distopías, utopías negativas como las de Orwell o Huxley… si no sabemos reaccionar con presteza, podemos estar a las puertas de un periodo oscuro e inhumano.

Los voceros de turno nos meten en el cuerpo el miedo a los bárbaros… ¿Y si los barbaros fuesen ellos?

Antonio Chazarra

Profesor de Historia de la Filosofía

 

 

POR UN PSOE SOCIALISTA

Igualdad[1]

El próximo domingo 21 de mayo los militantes del PSOE no sólo deberán elegir a su Secretario General sino también decidir si quieren que su formación política siga siendo el principal referente del socialismo en nuestro país, pues tras el examen de los respectivos programas de las candidaturas y de las manifestaciones de sus líderes principales, resulta fácil llegar a la conclusión de que estamos ante un duelo entre el llamado “social liberalismo” y el “socialismo o socialdemocracia”, dos ideologías que merecen nuestro máximo respeto pero que es necesario diferenciar.

Los principios del socio liberalismo europeo son, en síntesis, la libertad, la laicidad y la democracia liberal, con una visión de la economía que aboga por crecer primero para distribuir después, lo que en la práctica, según las experiencias acumuladas, impide combatir a la desigualdad eficazmente. Su triunfo el próximo domingo facilitaría el entronque del PSOE en la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa que conforma un grupo en el Parlamento Europeo. Evidentemente tendría el PSOE en este caso que compartir espacio político con Ciudadanos y con la menguada UPyD.

La candidatura de Pedro Sánchez, al ser genuinamente socialista, presenta una especial sensibilidad ante cuestiones como la distribución del producto social y la tendencia hacia su concentración en pocas manos. Por ello propone reducir desigualdades mediante la distribución equitativa del producto social, en un marco de solidaridad que favorezca la ayuda pública. Considera que el crecimiento es necesario pero garantizando la inclusión de los más desfavorecidos, la solidaridad y la equidad, elementos básicos para un adecuado reparto del producto social.

La socialdemocracia de Pedro Sánchez aboga por una fiscalidad progresiva que permita crear una sólida red de protección social, así como por un mejor y más transparente control del gasto público; también se decide por un incremento de la vigilancia de los mercados con instituciones independientes, así como por una defensa de la sanidad pública y de la educación pública y laica.

En conclusión, se percibe que la candidatura de Pedro Sánchez descansa en el triángulo constituido por la libertad, la igualdad y la fraternidad, y no sólo en la libertad como ocurre con el social liberalismo.

Estas razones, junto con las que expresé ayer en el artículo “Recuperemos al PSOE”, me llevan a apoyar plenamente a la candidatura de Pedro Sánchez.

José Antonio García Regueiro

Secretario General de la Agrupación Socialista de Villanueva de la Cañada

Presidente de Arco Europeo Progresista, Coordinador del Foro de debate Arco Socialista. Ex Letrado del Tribunal Constitucional.

RECUPEREMOS AL PSOE

Pablo Iglesias Fundador PSOE

Con los desastres socialdemócratas en Grecia (el PASOK pasó del 43,94% de los votos en 2009 al 4,75% en 2015) y Holanda (PvdA de 38 escaños a 9 en las elecciones de 2017), así como con los desalentadores resultados del SPD alemán de Schulz, que ha perdido en tres elecciones regionales, entre ellas la de la progresista Renania del Norte-Westfalia, no es difícil colegir que algo está fallando.

Ese “fallo”, sin embargo, no se da en Portugal pues el socialista Antonio Costa gobierna desde 2015 con el apoyo del Partido Comunista y del Bloco de Esquerda con un programa que ha puesto fin a las políticas de ajuste, con excelentes datos también en las cifras macro económicas y consiguiendo situar el desempleo en un excelente 10,5%.

En España el futuro de la socialdemocracia está pendiente de los tres candidatos a la Secretaría General del PSOE, de los cuales sólo uno será ungido el próximo 21 de mayo como Secretario General, tras la expresión soberana y democrática de los militantes del Partido más relevante de la historia de España.

A nadie se le escapa que estamos en un mano a mano entre Pedro Sánchez y Susana Díaz pues el reducido número de avales de Patxi López así lo confirman. En consecuencia, el militante socialista tendrá que elegir entre dos modelos claramente diferenciados:

Un modelo es el que representa Susana Díaz y que trae causa del  Comité Federal del 23 de octubre de 2016, en el que 139 votos contra 96 dieron lugar a la dimisión del Secretario General Pedro Sánchez y, unos días después, a la abstención del PSOE que facilitó la continuidad de Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno; este modelo, además, descarta coaliciones a su izquierda para gobernar España, lo que en la práctica supone perpetuar a la derecha en el poder pues resulta poco realista pensar que en los próximos años el PSOE va a volver a tener mayoría absoluta.

El otro modelo es el que encabeza Pedro Sánchez y que, por lo que parece, se encuentra más cercano a la manera de pensar de los votantes socialistas, tal y como puede deducirse, por ejemplo, de las interesantes conclusiones, recogidas en el diario El Mundo, de Sigma 2, tras realizar a primeros de mayo 1.200 entrevistas telefónicas: con Sánchez el PSOE conseguiría 600.000 o más votos que con Díaz.

Pedro Sánchez apuesta por un PSOE de izquierdas fundamentado en dar el poder efectivo a los militantes frente a los “notables” del partido, en reducir al mínimo los acuerdos con el PP y en no descartar acuerdos con otras fuerzas de izquierdas para recuperar el poder a nivel nacional, aceptando así el modelo portugués.

Todo ello, entiendo, es más acorde con los principios socialistas, con el pensamiento del fundador Pablo Iglesias y con una tradición que resiste orgullosa aunque haya sufrido duros golpes como la modificación del artículo 135 de la Constitución, símbolo de la claudicación de una parte del Partido ante el modelo económico neoliberal.

En consideración a lo expuesto, apoyo, sin duda alguna, el modelo de Partido socialista que defiende la candidatura de Pedro Sánchez. Es el mejor camino para recuperar al PSOE.

José Antonio García Regueiro, Presidente de Arco Europeo Progresista y Coordinador del Foro de debate Arco Socialista. Ex Letrado del Tribunal Constitucional.

PRIMARIAS

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Me siento en cierta forma un privilegiado, ya que en las tertulias de café soy el único que con su voto puede modificar el rumbo del PSOE. He explicado a mis amigos, que más allá de los “postdebates” que utilizan los tertulianos, había tres cuestiones que éstos no habían tratado después de las intervenciones de Patxi López, y que a mí me han resultado muy molestas.

La primera de ellas es la de haberse callado cuando Susana le reprochó que le habían dejado sus colaboradores “te lo tienes que mirar Pedro”. Patxi, es que ¿no tuviste nada que decir al compañero que te había hecho presidente del Parlamento?

La segunda cuestión que me preocupó fue la justificación de su abstención alegando la falta de libertad que se asume cuando uno se afilia al partido. No ha entendido ni lo que es la militancia ni lo que es la libertad.

Y la tercera, que ha respondido, como siempre brillantemente Borrell (artículo en sistema digital) es la pregunta que le lanzó a Pedro ¿sabes lo que es una nación? A mi juicio era una crítica velada al documento de 245 propuestas, en el que se hace la definición de España como una “nación de naciones”.

La pregunta es especialmente dolorosa si parte de un miembro del PSE, que en su acuerdo de investidura con el PNV, en el documento “Pilares para construir una Euskadi con más y mejor…..” en el apartado sobre el debate de la ponencia institucional se dice explícitamente “reconocimiento de Euskadi como nación”.

Este documento que fue aprobado por la Gestora no ha provocado en los llamados “barones territoriales” ningún escándalo. Ahora mismo estoy leyendo el libro del importante compañero González Casanova, “Cataluña, federación o independencia” y me estoy dando cuenta de los impedimentos permanentes que se han puesto por parte de ese nacionalismo español (también lo hay en PSOE) para resolver el llamado “tema catalán”. Casanova, que también tiene un libro titulado “memorias de un socialista indignado”, analiza los cuarenta años de federalismo socialista catalán, y los fallidos intentos de construir, no un estado propio catalán, sino un Estado español apropiado y apropiable para Cataluña.

Yo votaré a Pedro Sánchez, no por ser sanchista, eso me parece un reduccionismo, sino por haber leído y participado en las 245 propuestas que contiene el documento “POR UNA NUEVA SOCIALDEMOCRACIA”. Si algún tertuliano lo quiere tener, estoy a su disposición.

Félix Alonso, Presidente del Colectivo Rousseau y Miembro de Honor de Arco Europeo Progresista

 

Sobre los mítines

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En este breve trabajo estudiaremos los mítines, uno de esos medios tradicionales más empleados por los partidos políticos en el fragor político, y que, a pesar de cuestionarse, se resiste a desaparecer.

La palabra “mitin” es un término que procede del inglés, meeting, que significa encuentro. Los mítines son reuniones públicas en torno a una causa política común. Son espectáculos estáticos en los que un orador o varios dan discursos y reciben el apoyo entusiasta de un auditorio compuesto de personas predispuestas hacia dichos oradores y sus mensajes políticos. Tienen, pues, una doble dimensión: transmitir ideas, mensajes o discursos, pero también sirven para reforzar los liderazgos y las lealtades. Una tercera función tendría que ver con el contrincante político o con la opinión pública general: mostrar la fuerza de una formación política y/o de sus líderes.

Los mítines surgieron en el seno del movimiento obrero y con el nacimiento de los partidos de masas, al entrar en decadencia los partidos tradicionales del sistema liberal, más bien clubs políticos con poca o nula presencia en las calles. Los partidos de izquierdas comenzaron a emplear los mítines, aunque luego los partidos fascistas y de derechas terminarían por emplearlos con asiduidad. Los partidos de izquierdas comprendieron que el mitin era un instrumento muy eficaz para difundir ideas entre un público con escasa formación, como era el compuesto por los obreros. Los partidos fascistas transformaron los mítines en grandes exaltaciones de sus líderes con una parafernalia muy bien estudiada, como pusieron en práctica los fascistas italianos y el nazismo alemán.

Los mítines terminaron por ser un instrumento de socialización política en las democracias, y uno de los medios más empleados en las campañas electorales. En nuestra Transición fueron uno de los elementos más llamativos de la recobrada democracia, destacando los primeros que se autorizaron, y los protagonizados por Felipe González en la campaña electoral de 1982. Pero, en la actualidad, la mayor formación general de la población, así como los nuevos medios de comunicación y transmisión de ideas han hecho perder su primigenia función formativa y de socialización política. La crisis actual de los partidos, de nuestro sistema político y el auge del movimiento asambleario también tienen algo que ver con la pérdida de importancia de los mítines. Hoy se usan en las campañas electorales como un instrumento para demostrar el gran número de seguidores, de unión entre los militantes y los líderes, esperando, además, los minutos en los que las cadenas de televisión retransmiten una parte breve del acto.

Eduardo Montagut. Doctor en Historia.