Conferencia del Dr. D. Pedro Rocamora

Rocagrande

EN LA REAL ACADEMIA DE DOCTORES DE ESPAÑA

En la sesión organizada por la Sección de Derecho sobre el tema “TECNICAS DE CONTROL DE PENSAMIENTO”, a cargo del Dr. D. Pedro Rocamora García-Valls, Académico de Número de la Sección de Derecho y miembro de honor de Arco Europeo Progresista.

El acto será presentado por el Dr. D. José Antonio Tomás Ortiz de la Torre, Presidente de la Sección de Derecho

El Zollverein

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El Zollverein o Unión Aduanera de los Estados Alemanes es una organización fundamental en la historia económica no sólo de Alemania, sino de Europa porque, en realidad, fue una especie de primer mercado común en el corazón del continente.

La creación de un mercado de libre comercio entre los Estados alemanes comenzó a fraguarse al terminar las guerras napoleónicas. En 1819, la Asociación Comercial Alemana reclamó la necesidad de que se constituyera. Por su parte, el principal economista alemán de la época, Friedrich List, denunció la existencia de hasta treinta y ocho aduanas interiores, y que para comerciar en el interior de Alemania había que conocer y estudiar distintos reglamentos aduaneros y afrontar infinidad de derechos de pago. Defendía, en consecuencia, la necesidad de que se unificaran los aranceles para toda Alemania con el fin de proteger su naciente industria frente a la Inglaterra, que inundaba los mercados europeos con sus productos, que eran elaborados por una industria muy moderna, y por lo tanto, a menor coste, en plena expansión de su Revolución Industrial.

Los primeros que comenzaron a tener en cuenta estas ideas y ponerlas en práctica fueron los prusianos. Ya en 1818 unificaron su política arancelaria para todos los territorios que consiguieron en el Congreso de Viena.  Recordemos que tenían posesiones en el este y en el oeste, separadas por otros Estados. En la década de los veinte intentaron convencer al resto de Estados alemanes para unificar criterios económicos, pero no tuvieron éxito. A finales de dicha década la situación económica alemana era compleja. La Confederación Germánica contaba con tres grandes áreas arancelarias, sin contar la situación especial de Austria. El área más importante era la que tenía como núcleo central a Prusia. En su interior estaban sus territorios orientales, con un claro predominio de las explotaciones agrícolas latifundistas controladas por la nobleza de los junkers y el mantenimiento de la servidumbre entre el campesinado. Pero, por otro lado, sus territorios occidentales se habían diversificado mucho. La estructura agraria no era latifundista y, sobre todo, comenzaba el despegue industrial, además de contar con una mentalidad más moderna, más burguesa, por su vecindad con Francia.

Los Estados del sur alemán estaban en la órbita del Reino bávaro con su propia unión aduanera y económica. Los estados del noroeste y centro de Alemania no llegaron a conseguir formar una unión aduanera y económica plena. Por fin, había otros Estados alemanes pequeños que no estaban integrados en ninguna unidad o estaban vinculados a otras áreas económicas.

A principios de la década de los años treinta se habían tejido ya muchos compromisos y acuerdos entre las áreas económicas y este hecho facilitó que en enero de 1834 naciera oficialmente el Zollverein. La Unión Aduanera y Arancelaria incluía a veinticinco estados con un total de veintiséis millones de habitantes. Se decretó la libertad de comercio en su interior, al quedar abolidas las aduanas interiores. Aún así, quedaron fuera estados como Baden, Holstein o las ciudades libres de Bremen y Hamburgo. Este caso era importante porque el Zollverein no tenía salida al mar del Norte. Toda esta zona, incluyendo las ciudades hanseáticas, prefirió seguir vinculada comercialmente a Gran Bretaña.

El primer efecto positivo para la economía de los Estados alemanes pertenecientes al Zollverein se vio en sus arcas públicas porque el gasto de mantenimiento de las fronteras se redujo de forma considerable.

La unión arancelaria no se vio acompañada por la adopción de una política económica común. Los estados siguieron políticas económicas autónomas. No se consiguió tampoco una plena unificación monetaria. A lo sumo se estableció una paridad entre el tálero prusiano y una moneda creada para el Zollverein, el florín. Solamente la Unificación posterior conseguiría con el tiempo el establecimiento de una moneda común, el marco.

El principal beneficio económico del Zollverein fue que creó un mercado de grandes dimensiones por el número de habitantes. Ese hecho facilitó la inversión en la actividad industrial y la creación de una extensa red ferroviaria.

Fuera de todos estos procesos económicos se quedó Austria, que siempre tuvo lazos económicos muy fuertes no sólo con el resto de Estados alemanes sino, sobre todo, con sus posesiones territoriales orientales y en la zona balcánica. Austria contratacó con la Unidad Tributaria, pero nunca pudo ser una competencia seria al Zollverein. Los austriacos siempre miraron con mucho recelo y se enfrentaron a cualquier iniciativa que tuviera a los prusianos como protagonistas Sin lugar a dudas, que Austria se quedara fuera del Zollverein facilitó que, al final, prosperase el proyecto unificador político dirigido por Prusia.

Eduardo Montagut

El fenómeno de la concentración económica a fines del XIX

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La primera gran crisis del capitalismo estalló en 1876 y no se llegó a superar, realmente, hasta la segunda mitad de la década de los años noventa de dicho siglo. Esta Gran Depresión fomentó el proteccionismo frente al librecambismo anterior y, sobre todo, un proceso de concentración industrial y financiera con el objetivo de eliminar la competencia, crear monopolios e intentar controlar los mercados. El proceso de concentración traspasó las fronteras nacionales y constituyó uno de los primeros capítulos de la Historia de la globalización de la economía.

La concentración empresarial se produjo de diversas maneras. El cartel era un acuerdo o convenio entre empresas que fabricaban un mismo producto o prestaban un mismo servicio, con el fin de reducir o eliminar la competencia. Este objetivo se conseguía repartiendo los mercados o la clientela, o fijando un mismo precio. El trust constituía un paso más en la concentración porque suponía una fusión de diversas empresas. La fusión o concentración horizontal se producía entre empresas que fabricaban un mismo producto. Si la fusión se daba entre empresas que participaban en un mismo proceso productivo era de tipo vertical. Por fin, estaba el holding, una concentración más sofisticada, ya que se trataría de una sociedad financiera que invertiría en distintas empresas de variados sectores para controlarlas. Los bancos emplearon este sistema para participar en los consejos de administración de las empresas al hacerse con paquetes importantes de sus acciones.

Estados Unidos y Alemania, las dos nuevas grandes potencias económicas de la Segunda Revolución Industrial, fueron los países donde más se dio este fenómeno de concentración económica. Existen ejemplos característicos: la Standard Oil Company se hizo con el 90% del control de todo lo relacionado con el petróleo en Norteamérica en diez años. El naciente y potente mercado eléctrico mundial se repartió entre la norteamericana General Electrics y la alemana AEG. En el campo financiero, destacó la Banca Morgan. Fuera de estas dos potencias habría que destacar el grupo suizo Ritz que casi monopolizó el sector hotelero mundial de lujo. Muy pronto despegarían los gigantes de la industria automovilística, como Ford, Benz, Renault, Citroën, etc…

Estas concentraciones empresariales y financieras generaron tanto poder que podían dominar económicamente a Estados no muy desarrollados, además de ser perjudiciales para los consumidores. En Estados Unidos comenzaron a darse leyes contra estas concentraciones. La primera de ellas fue promovida por el senador Sherman en 1890, llevando su nombre. El gobierno federal consideraba que los trusts eran nocivos para el desarrollo del comercio internacional. En 1914, en tiempos de la administración de Wilson, se aprobó una ley federal, la Clayton Act, promovida por el senador Clayton para solucionar las deficiencias de la ley anterior y combatir las prácticas y monopolios que perjudicaban a los consumidores.

Eduardo Montagut

Del colonialismo al imperialismo

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En este artículo pretendemos comparar y diferencias entre el colonialismo de la época moderna con el imperialismo de la era industrial.

La industrialización en el siglo XIX y el enorme desarrollo tecnológico de Europa, especialmente en la época de la Segunda Revolución Industrial, provocaron la separación del mundo en dos grandes polos: los países industrializados y los no industrializados. Los primeros terminaron por imponerse sobre los segundos, que quedaron bajo su dependencia directa o indirecta. La Europa industrial, gracias a su vitalidad demográfica, su superioridad industrial, técnica, comercial y financiera impuso su modelo económico, sus valores e ideales, así como su cultura a gran parte del mundo.

El término de imperialismo comenzó a usarse en el vocabulario político y periodístico en la década de los años noventa del siglo XIX para designar un nuevo fenómeno. El imperialismo se definiría como el sistema en el que la política, la economía y la cultura de gran parte del mundo se organizan en función del dominio de unos países sobre otros, siendo la culminación del colonialismo iniciado en los siglos XV y XVI. Pero ambas formas de dominación colonial fueron muy distintas. Los viejos imperios coloniales estuvieron ubicados principalmente en América, mientras que los nuevos imperios coloniales del siglo XIX, se centraron en Asia y África. Las antiguas colonias habían sido de asentamiento y los emigrantes habían creado sociedades que pretendían ser similares a las europeas, frente a las nuevas colonias que fueron, sobre todo, territorios de ocupación, donde una minoría europea no se mezclaba con la autóctona y ejercía el control político y económico. Por otro lado, si el ritmo de ocupación había sido lento y limitado en el pasado, en el siglo XIX la rapidez fue la tónica general. Por último, las posesiones coloniales de la época moderna dieron lugar a escasos conflictos en comparación con los desarrollados con el imperialismo del siglo XIX, con guerras constantes, ya que la expansión colonial se había convertido en un objetivo fundamental de la economía y la política de los países industrializados.

Eduardo Montagut