Cuando los socialistas condenaron la pena de muerte

rosa rojaEn el Congreso de la Segunda Internacional, que se celebró en el año 1910 en Copenhague se aprobó una resolución contra la pena de muerte.

Los socialistas votaron contra la pena de muerte apelando a una serie de principios, empleando un repaso histórico reciente sobre esta cuestión desde el triunfo de las revoluciones liberal-burguesas.

Los socialistas constataban que la burguesía había condenado la pena de muerte como una herencia bárbara del pasado. Podríamos interpretar esta apreciación como una de las facetas de las revoluciones que terminaron con las monarquías absolutas y el Antiguo Régimen donde la pena de muerte era una práctica común, y donde había comenzado a ser cuestionada por la Ilustración. Pero, una vez conquistado el poder, y en la época del enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado, la posición de la primera había cambiado sustancialmente.

La burguesía había abandonado la lucha contra la pena de muerte, en línea con su olvido por la democracia, según la interpretación socialista. La burguesía empleaba la pena de muerte para luchar contra el proletariado y evitar el final del capitalismo. En ese momento, se constataba un aumento de declaraciones de personalidades en Alemania que justificaban la existencia de la pena de muerte. En el parlamento francés se había votado contra un proyecto de ley que abolía la pena de muerte. En Estados Unidos se empleaba la pena de muerte para combatir al movimiento obrero, aludiendo a los mártires de Chicago. También se reflejaba el uso de la pena de muerte en España por un régimen, calificado por los socialistas, como “caduco y reaccionario”. En España se aplicaba, según la resolución de la Internacional, el “asesinato jurídico”. Finalmente, se aludía al uso de la pena de muerte en Rusia contra los revolucionarios, provocando un verdadero “reguero de sangre”. No olvidemos que después de la Revolución de 1905 se acrecentaron las políticas represivas por parte de Stolypin, que combinaba con un evidente programa modernizador en lo económico.

Por fin, los socialistas condenaban la hipocresía de la burguesía occidental, horrorizada por la ejecución de Ferrer i Guardia, pero indiferente hacia las verdaderas matanzas perpetradas por el gobierno ruso. Recordemos, en este sentido, la enorme campaña internacional para evitar la ejecución del pedagogo y anarquista de la Escuela Moderna.

El Congreso afirmó que los representantes del proletariado, es decir, los socialistas reunidos en la Internacional, eran los únicos adversarios reales de la pena de muerte. Consideraban que solamente con la llegada al poder y la extensión de la cultura de las masas obreras por la acción política y sindical, se podría luchar eficazmente contra la pena de muerte.

Así pues, se tomó una resolución por la que se invitaba a los representantes políticos de la clase obrera a exigir la abolición de la pena de muerte en sus respectivos países. Los mecanismos para hacerlo se encontrarían en el trabajo parlamentario y la propaganda política, especialmente a través de la prensa socialista y obrera.

Eduardo Montagut

Socialismo y estética: William Morris

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La figura del británico William Morris (1834-1896) supone una figura fascinante por sus múltiples facetas, especialmente en el campo de la arquitectura y del diseño, al fundar el movimiento Arts and Crafts, que propugnaba la vuelta a la manufactura artesanal frente a la producción industrial despersonalizada. Desde el año 1861 se dedicó a diseñar y fabricar objetos decorativos, muebles y papeles pintados con una inigualable calidad estética. Sus ideas en este campo tendrían una clara influencia en el Modernismo y el diseño posterior. Pero, además, Morris fue un socialista convencido y entregado ferviente a la causa. En este trabajo hablaremos de sus ideas, que pueden definirse desde una especie de socialismo estético.

Para entender la figura de Morris en la historia del socialismo británico debemos comenzar por la fundación en 1881 de la Democratic Federation por parte de Henry Hyndman, aunque con el tiempo cambiaría su denominación por la de Social Democratic Federation Esta organización editaba Justice, el que puede ser considerado el primer periódico socialista británico. En la organización destacaron también sindicalistas muy activos, como Ton Mann y John Burns, que hicieron que se vinculara hacia el sindicalismo. Otra de sus características fue que se trató de la organización británica más cercana a las ideas marxistas. En el S.D.F. militó William Morris.

Pero en 1884 surgió una nueva organización la Socialist League, porque un grupo de militantes estaba descontento por el autoritarismo de Hyndman y por la estrategia seguida por la organización. El grupo estaba compuesto por el propio Morris, además de su amigo Walter Crane, el periodista Belfort Bax, con formación alemana y que aspiraba a liderar el grupo, Andres Scheu, Eleonor Marx Aveling, la hija menor de Marx y su compañero Eward Aveling. La nueva organización tenía un acusado sentido revolucionario. Editaron The Conmmonweal. El primer problema del grupo fue su heterogeneidad porque unos eran marxistas y otros tendían hacia el anarquismo, aunque, sin lugar a dudas, la figura más intensa era Morris. Se puede decir que insufló en ese momento en el socialismo británico una fuerte dosis de vuelta a la utopía, con idealismo e intenso humanismo. Pero, a diferencia de los anteriores utópicos, Morris estaba muy apegado a la realidad. El socialismo de Morris es peculiar porque parte de sus ideas estéticas vinculadas a la moral. Morris pertenecía a los hombres que detestaban la sucia realidad industrial de su país, y aborrecía el imperio del dinero que había corrompido a la sociedad. Había que construir una alternativa basada en la belleza. Morris unió, como ningún otro personaje, el arte con el socialismo. La sociedad futura debía conciliar la libertad, el bienestar y la belleza. Su defensa de la igualdad, como socialista que fue, iba pareja a la de la fraternidad, aunque con unos tintes estéticos medievalizantes por evidente influencia de Ruskin. Y a esta causa dedicó sus energías, siendo un personaje que se caracterizó por su entrega y su apelación a las masas, como atestigua sus Chants for Socialists, que publicó en The Commonweal. El texto aludía poéticamente al despertar del pueblo. Además, Morris impartió conferencias, organizó reuniones y comités, y elaboró discursos para difundir sus ideas socialistas.

Es evidente que esa sociedad futura con tintes comunistas y libertarios entroncaba con la utopía a la que hacíamos referencia anteriormente, pero también es cierto, y en la misma línea de lo que expresamos después, que Morris no era desconocedor de la realidad económica. Estudió las obras de Marx, aunque Engels fue muy crítico con los socialistas de la Liga al acusarlos de sentimentalismo. Morris intentó, pues, combinar lo utópico con lo científico. En este sentido es fundamental su obra News from Nowhere, del año 1890, donde realiza una profunda crítica del capitalismo industrial desde sus posiciones estéticas y antropológicas. Se trata de una novela utópica en donde se describe la sociedad futura del año 2000, cuando se ha llegado a la era comunista. Relata la vida en un Londres sin miseria y sin fealdad, las dos lacras de su tiempo, según el autor. Londres era una ciudad limpia y bella con excelentes edificios y campos. Se trataría de un nuevo urbanismo vinculado a la naturaleza, marco excelente para el trabajo alegre de todos, sin presiones y sin desigualdades de clase; en fin, estética y socialismo.

La Liga Socialista no terminó por cuajar claramente. Quedó muy vinculada exclusivamente a la ciudad de Londres y otras zonas en Escocia. Su capacidad de movilización no fue muy alta. Pero el principal problema, que ya intuíamos anteriormente, tendría que ver con la desunión interna. El propio Morris fue consciente del fracaso de la organización y en 1890 se retiró.

Un aspecto final a tener en cuenta en Morris es la contradicción que terminó por generarse entre sus ideas estéticas, muy importantes, sin lugar a dudas, en la Historia del arte y del diseño, con sus planteamientos socialistas. Los productos que diseñaba y realizaba, dados los meticulosos y creativos procedimientos de trabajo empleados y de su exquisita calidad, solamente podían ser adquiridos por una minoría de alto poder adquisitivo y no por los trabajadores.

Eduardo Montagut

Gibraltar en el siglo XX hasta 1985

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La historia de Gibraltar en el siglo XX comienza con la visita que el joven Alfonso XIII realizó al Reino Unido en 1905 en relación con su boda con la princesa Victoria Eugenia. En ese contexto, el gobierno británico solicitó a España que renunciase a los derechos que el Tratado de Utrecht le otorgaba en relación con Gibraltar, pretensión que no fue atendida. Pero el hecho capital de este principio de siglo fue la construcción de la verja en el año 1908. Las autoridades británicas justificaron la existencia de la verja como un medio para evitar el contrabando y facilitar las labores de vigilancia. Dentro de este límite quedaba englobado el antiguo “campo neutral”, que se había ido anexionando Gran Bretaña a lo largo del siglo anterior.

En 1921, Gibraltar pasó a tener un ayuntamiento propio, hecho trascendental en la historia de la formación de la identidad gibraltareña.

En plena guerra civil española, en el año 1938, se proyectó un aeropuerto para Gibraltar, diseño que fue aprobado en el año 1941, en el terreno anexionado en el siglo XIX. Además, la pista tuvo que introducirse unos ochocientos metros en la bahía de Algeciras. Gibraltar fue uno de los elementos fundamentales en las negociaciones entre los gobiernos franquista y nazi en relación con la participación española en la Segunda Guerra Mundial.

La dictadura franquista reivindicó continuamente la soberanía española sobre Gibraltar. Una vez que el régimen fue reconocido en la ONU, Madrid exigió la aplicación de la resolución de Naciones Unidas del año 1960 sobre la descolonización. Cuando los británicos tomaron la decisión de promulgar la Constitución de Gibraltar, en mayo de 1969, España adoptó varias medidas muy contundentes. En el terreno diplomático, denunció el Tratado de Utrecht y el incumplimiento de la resolución de la ONU. Pero, la medida más importante fue el cierre de la frontera el día 8 de junio de 1969. Las comunicaciones por tierra quedaron interrumpidas. Londres siguió, por su parte, con su política de estabilización de la situación internacional de la colonia. Cuando el Reino Unido ingresó en el Mercado Común en el año 1973, obtuvo una victoria diplomática, ya que se reconoció a Gibraltar como miembro de la Comunidad Europea con un estatus especial.

Llegada la democracia a nuestro país, se renovaron las reivindicaciones españolas sobre Gibraltar. El propio rey aludió a la cuestión en su discurso de jura ante las Cortes. Pero Adolfo Suárez intentó abordar el contencioso desde una fórmula nueva. Pensó que Gibraltar podía reincorporarse a España aprovechando la construcción del Estado de las autonomías. El gobierno español potenció las conversaciones con el británico. En abril de 1980, Marcelino Oreja y lord Carrington firmaron la Declaración de Madrid, que abría un proceso de negociaciones, aunque muy pronto se estancaron.

Los socialistas volvieron a reclamar la soberanía de Gibraltar. Los ministros Morán y Howe firmaron la Declaración de Bruselas de 1984 que, al menos, consiguió que Londres aceptara incluir en las negociaciones la cuestión de la soberanía, algo que nunca había ocurrido. La concesión española fue la apertura de la verja en febrero de 1985.

Eduardo Montagut