La palabra y la economía

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Una no sabe si escribir economía con mayúscula o con grafía párvula: parece que plasmarla en capital letter convierte a esta disciplina en algo rimbombante, de especial importancia; y quizá lo sea, pero me malicio que tiene más de común, de andar por casa de lo que pensamos.  No sé si resulta muy trascendente eso de sumar y restar y poco más. Todos somos economía; en cuanto nos levantamos, organizamos nuestro día, componemos nuestro tiempo para rentabilizar acciones, esfuerzos y obtener frutos. Pura economía. Ocurre que al ver a sus próceres “manipular” finanzas, a los bróker trajinar por los mercados bursátiles, nos provocan unas subidas y bajadas como el íbex 35 (sin rima, por favor).

Y ahí es donde topamos con el vértigo que imponen las secciones de noticias económicas, los comentarios de analistas ad hoc y el ciudadano de a pie, pierde el ídem. Y nos tambaleamos. Pienso que es cuestión de palabras. En la comunicación radica el nudo gordiano del sofoco derivado de la economía. Precisión y claridad, requisitos exigibles cuando se trata del bolsillo propio. Sin arcanos ni ambigüedades: al pan, pan…La economía no es para expertos: ellos han de hacerla popular conociendo el lenguaje de la calle. Soy consciente de que el ciudadano también ha de implicarse en los conceptos básicos que le permitan desfilar con holgura y solvencia por los intersticios económicos. Fórmulas y expresiones, recursos y facilidades para la completa comprensión entre emisor y receptor: de esta manera, cuando nos toquen “la bolsaca” no saltarán chispas. Efectividad y eficacia en las relaciones socioeconómicas.

Las profesoras María Yolanda Fernández Jurado y Pilar Úcar Ventura, del Departamento de Economía y del Departamento de Traducción e Interpretación y Comunicación Multilingüe de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, han escrito el libro Lengua y Economía en el aula y la calle, con ese afán.

Observatorio de Filología y Lengua española de Arco Europeo

Directora: Pilar Úcar Ventura

Reflexiones de Juan José Morato sobre el salario mínimo a fines del XIX

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En estos tiempos de tanto debate sobre el salario mínimo recurrimos a la historia para encontrar materiales que pueden hacernos reflexionar.

Como es sabido, el tipógrafo y escritor Juan José Morato fue una figura capital del socialismo español desde la década de los años ochenta del siglo XIX, con diversas responsabilidades, infatigable colaborador y responsable de distintas publicaciones del ámbito de la prensa obrera y general, y el primer historiador del socialismo español. Pues bien, en El Socialista publicó un artículo, de los muchos que escribiera, que estudiaba la cuestión del salario mínimo y el coste de la vida en Madrid en diciembre de 1899, que rescatamos en el presente trabajo.

Morato se preguntaba qué salario mínimo necesitaba un obrero en Madrid para poder vivir. El escritor citaba, al respecto, unas consideraciones que planteó veinte años atrás el doctor José Parada y Santín, que se distinguió por sus artículos de higiene en la prensa española. Al parecer, el médico había estudiado las cantidades necesarias de alimentos para poder subsistir sin perturbar la economía propia, y el valor nutritivo de los artículos alimenticios que podían adquirir las clases populares, llegando a la conclusión que el límite inferior para poder vivir no podía bajar de un consumo valorado entre 1’50 y 1’70 pesetas por individuo y día. El autor del análisis citaba también al químico José Rodríguez Mourelo, quien en 1883 había publicado un trabajo sobre las horas de trabajo, tratando la misma cuestión del gasto alimenticio de una persona. En este caso se hablaba del gasto diario de una peseta en la alimentación diaria de un obrero madrileño.

Pero, para Morato, la situación había empeorado en el momento presente. Opinaba que el salario medio había bajado en estos años, pero los precios de las subsistencias habían aumentado. Estaría sería la causa, más que la falta de higiene y la deficiente urbanización, que hacía que Madrid tuviera una de las mayores mortalidades de España. Por otro lado, consideraba que la peseta diaria del segundo estudio era, a todas luces, insuficiente para poder reponer fuerzas. Pero el problema se agudizaba si se planteaba, por ejemplo, el caso de una familia de tres miembros, que necesitaría para alimentarse unas 2’25 o 2’50 pesetas diarias, reduciendo las cantidades que recibieran los miembros de la misma que no trabajasen.

Y a ese gasto había que añadir los derivados de la combustión de alimentos, la luz, el aseo, el vestido o el pago del alquiler, que, al día, se podían calcular en 75 céntimos. Así pues, un obrero con una familia de ese tamaño, y sin gastar nada en lo que no fuera estrictamente necesario para vivir, aunque fuera de forma deficiente, necesitaba ganar al día un salario que no bajase de 3 o 3’25 pesetas diarias, elevándose a unas 5 o 5’25 pesetas si se querían reponer adecuadamente las fuerzas. El salario medio en el Madrid de 1899 era de 2’50 pesetas. Morato terminaba aludiendo a las reivindicaciones del movimiento obrero madrileño sobre esta materia, recordando que hacía tiempo que las Sociedades Obreras y la Agrupación Socialista Madrileña habían reclamado, sin tener en cuenta estos estudios, un aumento de 3 pesetas diarias al Ayuntamiento, pero sin éxito alguno.

Eduardo Montagut

En relación con este artículo parece imprescindible leer el trabajo de Gloria Nielfa, “Madrid en la crisis finisecular”, en V.V.A.A. Madrid en la sociedad del siglo XIX… Madrid, 1986, Vol. I, págs. 264 y siguientes. En este mismo, sentido, estaría en el Volumen segundo de la misma obra el trabajo de Pedro Villa Mínguez, “Precios alimentarios y nivel de vida en Madrid, (1851-1890)”, páginas 267 y siguientes.

Sobre Morato existe el trabajo de S. Castillo, Trabajadores, ciudadanía y reforma social en España: Juan José Morato (1864-1938), Madrid, Siglo XXI; Fundación F. Largo Caballero, 2005, Vol. I, pp. 1 a 174, además de poder acercarnos al Diccionario Biográfico del Socialismo Español.

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut

 

Si Melibea levantara la cabeza (y II)…

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Y escuchara las propuestas de un Calixto actual, le haría la peineta, sin duda. Y daría igual que se dirigiera a ella en lenguaje antiguo o normal como quedó aclarada la diferencia contrastiva en mi anterior colaboración.

Nuestra protagonista tragicómica no está para requiebros de medio pelo, ni para perder el tiempo con promesas temblorosas de un joven que ante el miedo a ser rechazado está dispuesto a bajarse la app de Tinder y así remediar el crash experimentado nada más verla en su jardín.

Aquel Calixto, hoy un “cayetano” capitalino, igual que el de entonces confía en los consejos más o menos eficaces del amigo sabelotodo, un Sempronio (Sempi o Sempri, alias familiar del siglo XV) para el que no hay secreto de conquista (y seducción) cuando se trata de machirulos en lid por una dama pretérita, pibón de ahora.

Calixto tiene prisa: “déjate de gilipolleces, que quiero hacer match con ella” y su sirviente lo anima: “Háblala con rollito, nada de ñoñerías de pijos, ¡¡con dos huevos!!”  (Cheli y castizo hasta en el laísmo). El señor y amo, chulito desesperado por “asaltar” a esa “tía que está buenísima, toda una diosa, tremenda”, por la que se ha rayado con solo verla dos segundos escucha a Sempronio: “mira, tío…a las tías, por más que les des like, no te contestan”.

Melibea, que de “encogida y fragile” como la retrató su autor (espurio o no) poco tiene, se lo quita de encima con aplomo, sabiduría y elegancia: “déjate de red flags, ni fueguitos, que no me quiero meter en una relación tóxica que siempre acaban mal…tú no sabes qué es el amor. A ti lo que te pasa es otra cosa…”.

La enseñanza es todo un aprendizaje. Y constato que eso de la diferenciación entre lenguaje antiguo y normal persiste sin fecha de caducidad: hoy Calixto y Melibea se tendrían que poner las pilas en lenguaje…normal.

*Nota: la cursiva corresponde al expresionario empleado por mis estudiantes de Traducción y Comunicación que han reinventado la escena de La Celestina mencionada la semana pasada.

Va dedicado a ellos con mi agradecimiento.

Pilar Úcar

Observatorio de Filología y Lengua española de Arco Europeo

Directora: Pilar Úcar Ventura

El movimiento obrero contra el arriendo de servicios municipales madrileños (1925)

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La llegada de la Dictadura de Primo de Rivera supuso una alteración de los Ayuntamientos españoles. Nada más darse el golpe se sustituyeron todas las autoridades municipales y las provinciales. Los Ayuntamientos fueron disueltos por un Real Decreto de 30 de septiembre de 1923, siendo sustituidos por unas Juntas de Vocales, que ya una Ley municipal de 1887 había ideado, e integradas por miembros elegidos por sorteo entre las distintas categorías de contribuyentes. En todo caso, esta solución duró poco tiempo, porque en el mes de enero de 1924 se sustituyeron estas Juntas por unas nuevas Corporaciones formadas por personajes de prestigio social, o en su defecto por representantes de los mayores contribuyentes. A partir de entonces se puso en marcha la preparación de un Estatuto Municipal, aprobado en abril, pero que, en realidad, nunca terminó de aplicarse en su totalidad, porque nunca se celebraron elecciones y los concejales y alcaldes serían nombrados por los gobernadores civiles, es decir desde el poder central. El proyecto de terminar con el caciquismo y la “vieja política” quedó en casi nada.

Pues bien, en 1925 se produjo un conflicto en la capital de España porque el gobierno municipal aprobó el arriendo de varios servicios municipales, como el de limpieza y alcantarillas en enero. La Agrupación de Obreros Municipales hizo pública su postura contraria. Estos trabajadores explicaban a la opinión pública que el establecimiento de una contrata se hacía estableciendo un margen de ganancia para el contratista, que debía cubrir los sueldos de los técnicos y el interés del capital invertido. Ese margen de ganancia iba en perjuicio del presupuesto municipal porque el canon a satisfacer representaba una cantidad mayor que lo que costaba el servicio administrativo directamente, o había de ser en detrimento del servicio por la menor cantidad de obra realizada, la inferioridad de los materiales o por contar con menos trabajadores. Por último, apelaban a la mala experiencia que se había vivido con el arriendo del tristemente famoso impuesto de consumos, es decir, el impuesto indirecto que recaía sobre el consumo de productos básicos, y afectaba a las clases humildes y que se agravaba al intervenir los arrendadores por los abusos que cometían.

El socialista Manuel Cordero, que había sido concejal del Ayuntamiento de Madrid entre 1917 y 1923, es decir, hasta el golpe y, por lo tanto, un gran conocedor de los servicios municipales, se empeñó desde las páginas de El Socialista contra el acuerdo municipal. En el número del 15 de enero, publicó un extenso artículo contra el arriendo de los servicios con el título “Hay que evitar a Madrid este grave mal”. Para Cordero el acuerdo perjudicaba los intereses de la colectividad, pero también consideraba que era fruto de una especie de “pereza mental” de los ediles del momento, además de su falta de competencia.

Cordero estaba criticando a una corporación formada por personajes que habían llegado al Consistorio defendiendo la idea de que no habían venido a hablar o discutir, sino a administrar, muy en la línea defendida por el dictador de supuesto apoliticismo y más tecnocracia. Al parecer, el conde de Vallellano, el alcalde designado para la capital (Fernando Suárez de Tangil sería luego ministro de Obras Públicas en el franquismo) había justificado este sistema de arriendo de servicios porque los trabajadores municipales no rendían. Cordero dudaba de este argumento y reclamaba datos y, en caso de ser cierta esta acusación se preguntaba quiénes eran los responsables de esta situación, ¿los obreros o quiénes los dirigían? Además, consideraba que, si el Ayuntamiento había sido débil frente a los trabajadores, lo iba a ser más frente a las empresas que se iban a crear en relación con el negocio que se generaría alrededor de los servicios arrendados.

Cordero no podía dejar de aludir a la experiencia del arriendo de consumos, un sistema que expolió en el pasado al Ayuntamiento, además de convertirse en un abuso contra los vecinos, como hemos expuesto.

Por otro lado, aunque no era difícil establecer un contrato con condiciones, el problema estribaba en que se cumpliesen y se hicieran cumplir por la autoridad municipal competente. La experiencia del servicio ya arrendado de pozos negros era un ejemplo de lo mal que funcionaba este sistema, siempre según Cordero, porque era el que más quejas generaba entre los vecinos. Al parecer, se vaciaban los pozos de forma incontrolada, y se vertían las cubas al aire libre en cualquier descampado, aunque estuviera cerca de viviendas, generando malos olores y contaminando el suelo, llegando a ser una situación insoportable durante los meses de calor.

Otro ejemplo de escasa fuerza municipal tenía relación con las empresas del Metropolitano (Metro) y de los tranvías, y eso que estaban sujetas a leyes y reglamentos.

Cordero criticaba el argumento del alcalde sobre que el arriendo era un procedimiento aceptado por la opinión pública, cuando no se había manifestado.

Unos días después, el propio Cordero siguió atacando lo que era una clara privatización de servicios desde las mismas páginas de El Socialista. Esta vez se hacía eco de las críticas que el acuerdo había suscitado entre algunos periódicos, apelando a que era ilegal si se aplicaba el Estatuto Municipal aprobado el año anterior, aunque, bien es cierto que otros apoyaron esta política como La Época, provocando la chanza en otra columna del periódico socialista porque el diario era representante de la “vieja política”, y del “idoneismo” (la corriente conservadora que había apoyado a Eduardo Dato), y el alcalde era un ferviente maurista, defensor de la “nueva política”. Pero Cordero quería dejar claro que su crítica, en realidad era distinta, sin tener que apelar a la supuesta ilegalidad del acuerdo según la nueva legislación de la Dictadura. Cordero hizo un análisis de los problemas del Ayuntamiento de Madrid y que requerían energía, una actitud que reconocía a Suárez de Tangil, pero no a través del procedimiento elegido. La empresa de los tranvías incumplía sus obligaciones, como era el del servicio de arrastre de mercancías a los mercados. Por otro lado, Madrid padecía un grave problema de mercados y de abastos. El problema de la vivienda era evidente, así como el de la higiene de muchas que eran insalubres. Además, había que clausurar las vaquerías del interior, abrir cementerios y clausurar las sacramentales. Pero el alcalde había optado por una política de municipalizar para luego privatizar los servicios. Cordero quería que el alcalde, un destacado germanófilo en la pasada Gran Guerra, comprobase en qué ciudad alemana se arrendaban los servicios, y aludía al caso de Colonia, una ciudad del tamaño de Madrid, donde los servicios eran todos municipales, pero también los de otras capitales alemanas.

Por fin, a Cordero le preocupaba mucho la cuestión del alcantarillado, servicio a privatizar, porque lo que había que hacer era contratar, bajo concurso o subasta, la depuradora de aguas fecales. Las huertas que rodeaban Madrid eran regadas con estas aguas, lo que había generado, en su momento, una campaña de denuncia en la prensa de la capital.

La Agrupación Socialista Madrileña decidió en la asamblea del 19 de enero que el Comité debía elevar una protesta al Ayuntamiento por el acuerdo de arrendamiento de servicios.

Por su parte, la Junta que gobernaba la Casa del Pueblo de Madrid, se dirigió el 27 de enero al presidente del Directorio Militar, es decir, a Miguel Primo de Rivera para protestar por el acuerdo del arriendo de los servicios municipales madrileños, incidiendo en que no era cierto que los trabajadores del Ayuntamiento trabajaban poco, pero que si era cierto la solución pasaba por corregir la situación, no por arrendar los servicios. La misma protesta fue enviada al alcalde.

La campaña contra la privatización de servicios continuó con la celebración de un mitin en la Casa del Pueblo el 25 de febrero, en el que participaron los principales líderes del sindicalismo socialista. En la crónica que publicó El Socialista, al día siguiente, se quería demostrar que el pueblo se había movilizado contra este acuerdo, tanto la clase obrera como la clase media, que no querían que empresas o particulares se apropiasen de sus intereses, y que fuera el Ayuntamiento quien organizase, vigilase y dirigiese esos servicios. En el acto intervino, en primer lugar, Manuel Cordero, que expuso los argumentos que había desarrollado anteriormente en las páginas del órgano oficial del PSOE, sobre el trabajo de los obreros municipales y sobre la falta de fuerza o competencia de los ediles, pero amplió sus planteamientos ofreciendo datos del presupuesto municipal, y sobre los problemas que no se resolvían, como la falta de una fábrica de transformación de las basuras, el de la vivienda, y el de las aguas fecales, ambos ya comentados.

Después de Cordero, intervino Andrés Saborit, otro político socialista bien conocedor de la vida municipal, ya que se encargó del programa municipal del PSOE en el Congreso de 1932, pero, además, por ser concejal del Ayuntamiento de la capital en varias ocasiones. Saborit planteó que la Casa del Pueblo iría hacia un referéndum, como permitía el Estatuto Municipal. También insistió en que los trabajadores no eran los causantes de que no funcionasen los servicios.

Largo Caballero, secretario general de la UGT, explicó su experiencia como concejal junto con Pablo Iglesias, en relación con los abusos que se cometían con las contratas, empleando malos materiales y quedándose los contratistas con grandes cantidades de dinero. Aunque las obras y servicios realizados por la administración fuesen más caros era preferible este sistema porque, en última instancia beneficiaba a los trabajadores. Además, cuando los obreros no trabajaban con la intensidad que debían hacerlo los responsables eran los directores por no proporcionar buenos materiales o herramientas para trabajar. Si se quería que trabajasen bien, los responsables debían dar ejemplo.

Besteiro fue el último interviniente. De su discurso habría que destacar que los problemas municipales (Besteiro también fue concejal) no pasaba por poner los servicios en manos de contratistas, porque los vicios denunciados por los socialistas desde el pasado, se multiplicarían. Besteiro aludió a su reciente visita a Grenoble donde los servicios municipales de un Ayuntamiento socialista funcionaban perfectamente. Una municipalización bien planteada de servicios era el objetivo de los socialistas. Lo que parecía inadmisible era que el alcalde quisiera arrendar servicios y pretendiese municipalizar el agua, un asunto que en esos momentos también tenía muy preocupados a los socialistas, ya que en la petición que se elevó a Primo de Rivera se aludió a esta cuestión, aunque no lo hayamos comentado. Al parecer, intereses privados potenciados por el Ayuntamiento pretendían vender el agua al Canal de Isabel II, un organismo defendido por los socialistas.

El sábado día 21 de marzo se celebró otro mitin en la Casa del Pueblo con dos objetivos, y los dos relacionados con el Ayuntamiento madrileño. Se quería protestar por el arriendo de los servicios municipales, pero también por la retirada de la subvención municipal a las escuelas laicas.

En relación con lo que aquí nos atañe, Wenceslao Carrillo afirmó que, a pesar de la movilización contra el arriendo de los servicios municipales, citando el mitin anterior, se pensaba que los concejales del Ayuntamiento podían haber dado marcha atrás, pero no lo habían hecho porque no habían sido elegidos por el pueblo, en una clara alusión a la situación de los Consistorios en aquel momento. Pidió que se firmaran los pliegos solicitando el referéndum para que los madrileños pudieran pronunciarse sobre esta privatización, cuestión que vimos citada por Saborit en el anterior mitin.

Antonio Fernández Quer, en ese momento presidente de la Casa del Pueblo, planteó el alcance que los acuerdos municipales tenían para los intereses madrileños, además de considerar que denotaban ineptitud y desconocimiento de los derechos constitucionales, un asunto curioso, dado que la Constitución estaba en suspenso. También insistió mucho sobre el referéndum, considerado como una especie de recurso de alzada, afirmando que había que acostumbrase a emplear estas prácticas democráticas, un medio para que la ciudadanía participase en la administración municipal.

Lucio Martínez Gil, representando a la UGT, incidió en lo mal que se trataban los intereses del pueblo madrileño por parte del Ayuntamiento, comparando la situación con otros municipios europeos.

En este mitin también participó Saborit, aunque esta vez se centró en la cuestión educativa, algo que también hizo el catedrático Andrés Ovejero.

Es importante destacar que en esos momentos Aimé Floreal, es decir, Enrique de Santiago Rivera, estaba publicando una serie de artículos en El Socialista sobre la importancia del municipalismo en el socialismo, destacando uno que sacó el día 7 de febrero sobre el socialismo municipal, citando a los fabianos y a los socialdemócratas alemanes, especialmente.

Hemos consultado los números 4971, 4972, 4974, 4975, 4977, 4978, 4985, 4994, 5010 y 5031 de El Socialista. Sobre la cuestión municipal en tiempos de Primo de Rivera, podemos acudir a la monografía de Eduardo González Calleja, La España de Primo de Rivera. La modernización autoritaria 1923-1930, Madrid, 2005.

Eduardo Montagut

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut

¿En lenguaje normal o antiguo? (Parte I)

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Me preguntan mis alumnas de Traducción y Comunicación si la actividad asignada en el curso de Lengua y Literatura que imparto, han de redactarla en lenguaje normal o antiguo.

Se trata de adaptar una escena de La Celestina (1499) a nuestro contexto de 2022, es decir, que los protagonistas dialoguen como lo harían mis estudiantes en situación parecida, o casi…Calixto se enamora a primera vista de Melibea y necesita seducirla inmediatamente; para ello pide la ayuda de su sirviente Sempronio. Y punto.

La historia, de todos conocida, culmina con el amor de los jóvenes gracias a la trapacería logorreica de la trotera Celestina. A mí me interesa sobremanera descubrir las transformaciones lingüísticas, partiendo de la lengua conversacional con que el supuesto Fernando de Rojas caracterizó a sus personajes. Atisbo susto y sorpresa en sus caras ante el quehacer didáctico que se les viene encima: reinventar, reproducir lo que ocurrió en aquel jardín (¿de Salamanca?), a modo de flash forward… Repiten insistentemente el tipo de lenguaje que han de utilizar. “Pues el castellano, el español”. Parece que hablar en 2022 supone hacerlo en “lenguaje normal” y leer la tragicomedia tal y como se escribió, en… ¿anormal? ¿Fuera de la norma? ¿Por qué esa oposición, ese contraste entre uno y otro? Deduzco que el criterio empleado para “normalidad” frente a “antigüedad” es el de la comprensión: el actual lo entendemos y el antiguo, no. Entender es lo “normal”.

Les recuerdo que tanto los personajes dramáticos como ellos al recrear la escena literaria, hablan el mismo idioma, el mismo: un latín originario del Lacio, difundido por el Mediterráneo, hablado por la soldadesca y recogido por amanuenses: de ahí hasta ahora. Solo eso: el propio devenir de la misma lengua hace que no diferenciemos entre “normal” y “antiguo”.

Pilar Úcar

Observatorio de Filología y Lengua española de Arco Europeo

Directora: Pilar Úcar Ventura

 

 

Presentación del libro de Pilar Úcar «Retratos femeninos. Vida y obra de mujeres especiales»

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De izquierda a derecha, el poeta Antonino Nieto, Pilar Úcar y José Antonio García Regueiro

El viernes 11 de febrero de 2022, se presentó en el Ateneo de Madrid el libro de Pilar Úcar «Retratos femeninos. Vida y obra de mujeres especiales», con la presencia, junto a la autora, del poeta Antonino Nieto y del director de Literatura Abierta Gonzalo Sáenz. Fue presentado el acto por el Presidente de la Agrupación Ateneista Agustin Argüelles y de Arco Europeo, José Antonio García Regueiro.

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La crítica a los sindicatos católicos

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En el año 1879, el jesuita Antonio Vicent creó los Círculos Católicos basados, en gran medida, en los Círculos Obreros franceses. Estos Círculos eran una suerte de casinos populares que pretendían apartar a los obreros de las tabernas, un objetivo que compartían con las Casas del Pueblo, pero que contaban con el apoyo y control de los patronos.

En 1891, el papa León XIII dio un giro fundamental en cómo la Iglesia había abordado la cuestión social hasta el momento, ofreciendo una alternativa al movimiento obrero. En ese año se publicó la encíclica Rerum Novarum. En la encíclica las organizaciones católicas encontraron una carta de derechos sociales, así como la primera clara doctrina oficial de la Iglesia en materia social. La Iglesia terminó por ser consciente no sólo de los abusos que el sistema capitalista generaba, sino también que no bastaba con pedir resignación a los obreros y apelar a las conciencias de los patronos. Pero eso no significaba que se defendiese la lucha de clases, que fue especialmente condenada. La propiedad privada era sagrada y el socialismo era una doctrina considerada errónea y materialista. Para conseguir la convivencia social había que apelar a la justicia, aunque también a la caridad, como medios para resolver los conflictos. El Estado debía garantizar los derechos de los más desfavorecidos, proteger el trabajo y promover una legislación social. Por otro lado, la Iglesia defendía la creación de un sindicalismo católico que hiciera competencia al sindicalismo de clase.

La Iglesia quería que los Círculos Católicos adquiriesen un cariz social del que habían carecido. En el caso español, en el año 1895 se constituyó en Madrid el Consejo Nacional de las Corporaciones Católico-Obreras, que agrupaba a los Círculos, Cooperativas y Patronatos Católicos.

Los sindicatos católicos en España alcanzaron su máxima expansión en el reinado de Alfonso XIII, especialmente entre 1917 y 1923, en plena crisis del sistema de la Restauración, en una época de intensa conflictividad social. Fueron organizaciones confesionales en sus denominaciones, organización e ideología. Fueron impulsados por personalidades eclesiásticas y se configuraron de forma interclasista con un marcado carácter paternalista y claramente vinculados a la patronal. No defendían ideas reivindicativas ni de lucha social, aunque sí persiguieron objetivos profesionales. Todas estas características les valieron el calificativo de “amarillistas” por parte del sindicalismo de clase y de la izquierda.

Aunque estos sindicatos tuvieron rasgos comunes, también conviene señalar que hubo una gran variedad organizativa, fruto de las distintas tendencias en el seno del catolicismo español. En el sector industrial y de servicios destacó la Acción Social Popular, que aunque no terminó en configurarse como sindicato fue considerada la iniciativa más importante del catolicismo social catalán del siglo XX. Acción Social Popular impulsó el sindicalismo confesional en Cataluña y en España entre 1908 y 1916. En ese año pasó a denominarse Acción Popular.

En Madrid destacó el Centro Obrero Católico de Madrid, pero sin conseguir las cifras de afiliación de los sindicatos de clase. La patronal ejerció sobre este sindicato una clara influencia junto con los jesuitas.

La Casa Social Católica de Valladolid se constituyó como una de las iniciativas sindicales católicas más importantes de toda España. Agrupó a diversos sindicatos creados a partir de 1913 y sin injerencia patronal. Entre estos sindicatos obreros destacaron el ferroviario y el minero de ámbito estatal. Ambos sindicatos tuvieron órganos de expresión.

Otros sindicatos fueron los siguientes: Sindicatos Independientes en Oviedo y fundados por Arboleya, la Federación de Uniones Profesionales de Bilbao, la Unión de Sindicatos Obreros Católicos de Zaragoza, la Casa de Obreros de San Vicente Ferrer de Valencia, la Unión de Sindicatos Católicos del Centro Obrero de Vitoria, los Sindicatos del Círculo Católico de Obreros de Burgos y en Santander. Fueron importantes los Sindicatos Católicos Libres fundados por los padres Gafo y Gerard, y la Solidaridad de Obreros Vascos.

Es importante destacar la Sindicación Católica Agraria, reunida en la Confederación Nacional Católica Agraria, que en 1919 formó la mayor organización agraria española. En el ámbito rural castellano el sindicalismo católico alcanzó una importante implantación.

En tiempos de la II República estos sindicatos entraron en una fase de crisis que no pudo superar el intento de unificación en la Confederación Española de Sindicatos Obreros (CESO).

En el último número de “El Socialista” de 1904 (982) se publicó un artículo en el que podemos estudiar la visión que el socialismo español tenía del sindicalismo católico, de los denominados Círculos Católicos, en el momento en el que comenzaban a despegar. El texto comenzaba con una crítica frontal hacia la Iglesia, acusándola de no haber conseguido terminar con el antagonismo de clase ni remediar el estado de los oprimidos, de los que había sufrido “esclavitud en una u otra forma”, aunque en ese momento simulaba un interés por los trabajadores. Pero el verdadero objetivo de la Iglesia no sería otro que el de retrasar el triunfo de las ideas que verdaderamente buscaban terminar con su poder, además de prestar ayuda a la patronal en su conflicto con los obreros. Esas serían las razones por las que se habrían creado los Círculos Católicos.

El artículo se interrogaba sobre si la Iglesia conseguiría esos objetivos. La respuesta era negativa. La Iglesia no podía detener la evolución económica y social que provocaba la lucha obrera para conseguir mejoras y para la emancipación futura, suprimiendo la explotación de los hombres. La ayuda de la Iglesia a los patronos sería ineficaz porque, pensaba “El Socialista”, que cuando se produjera un conflicto serio entre patronos y obreros, los trabajadores de los Círculos Católicos tendrían necesariamente que luchar al lado de los de su clase. Los trabajadores que en el pasado podían haber estado al lado de los curas se separarían de ellos al ver de qué lado se posicionaban éstos.

Para el socialismo español el daño que los Círculos Católicos pudieran ejercer al movimiento obrero era insignificante porque ya era una realidad el aumento de la conciencia de clase obrera que permitía identificar a los enemigos de los trabajadores, así como de todos los medios que empleaban los patronos para enriquecerse. Era evidente, siempre según el periódico, que los trabajadores eran conscientes de la alianza entre los empresarios y los curas, y que los Círculos Católicos, organizados por ambas partes, no se habían establecido para beneficiar a los proletarios. Además, los obreros no eran tan inocentes para creer a quienes vivían a costa de los demás.

A los Círculos Católicos solamente acudirían los trabajadores más egoístas, en busca de una “mezquina protección” o una “ruin limosna” de los “verdugos de su clase”. El sindicalismo católico no podría frenar el empuje del creciente movimiento obrero de clase. La realidad, como constata la historiografía, no fue totalmente así, porque, aunque es evidente que el sindicalismo de clase –UGT y CNT- fue hegemónico en España hasta el final de la guerra civil, el católico no fue marginal.

Eduardo Montagut

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut

Estudios sobre la diversidad y la globalización. Imbricaciones culturales y traductivas

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Estudios sobre la diversidad y la globalización. Imbricaciones culturales y traductivas

El libro publicado en la editorial Comares y coordinado por Pilar Úcar, presenta la ficción y  la realidad entremezcladas en un perfecto maridaje a través de la cultura hecha poesía, novela y relatos. El lector va a disfrutar de un articulario sobre Lengua, Traducción y Literatura. Su interés radica en el valor actual de aspectos notables y singulares que se realizan en nuestra labor docente e investigativa. El itinerario temático de sus páginas no dejará indiferente a casi nadie; atracción y sorpresa, datos, resultados, recursos, planteamientos y propuestas, proyectos, ideas, práctica y teoría…todo ello en una mixtura coherente y cohesionada. Esfuerzo, ganas e ilusión por superar cada día las trabas y las complicaciones que surgen en nuestro ámbito laboral para llegar a la excelencia gratificante del trabajo bien hecho. A conciencia.

Capítulos en español, inglés, francés, italiano y alemán desde diferentes puntos de vista idiomáticos. Análisis de textos literarios y competencias educativas, retórica y simbolismo, mitos y femineidad; descripciones de experiencias e investigaciones llevadas a cabo en distintos niveles académicos: desde la fonética al teatro, de la poesía al cine, desde la sintaxis al léxico. Revisión de novelas de suspense, filosóficas e históricas, refranes y manuales, métodos y recursos para la práctica y la mejora de la pronunciación, el paso de la oralidad a la “escrituridad”. Conceptos de multiculturalismo, otredad y alteridad en los textos literarios, en los cómics. Mapeo por diferentes lenguajes específicos como el dedicado al turismo y a la empresa, a la abstracción y conceptualización de cuentos y películas. Toda una panorámica vigente a modo de prisma poliédrico; nuestro quehacer en las aulas y su interacción, la distancia en línea y su comunicación, la presencia y la ausencia. Tan cerca y tan lejos, ficción y realidad.

Observatorio de Filología y Lengua española de Arco Europeo

Directora: Pilar Úcar Ventura

La preocupación por la miseria de Eugène Buret

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Eugène Buret (1810-1842) ha pasado a la historia por su obra del año 1840, La misère des classes laborieuses en France et en Angleterre ( Sobre la miseria de las clases trabajadoras en Inglaterra y Francia: sobre la naturaleza de la miseria, su existencia, sus efectos, sus causas y la insuficiencia de los remedios que hasta ahora se le han opuesto, con la medios específicos para liberar a las sociedades de él), que supone una investigación fundamental sobre el tema del pauperismo en la Revolución Industrial, siendo citado por Proudhon y Marx, y antes de la publicación, unos pocos años después, de la obra de Engels sobre la situación de la clase trabajadora en Inglaterra (1845). En todo caso, debemos recordar que en la época de la Monarquía de Luis Felipe de Orleáns se desató una verdadera fiebre publicadora de estudios y trabajos sobre el pauperismo, siendo muchos de inspiración cristiana, tratando de alertar al poder político y también al económico sobre los peligros para el orden que suponía la pobreza que se estaba generando.

La obra tiene su origen en la memoria presentada al concurso convocado en 1837 por parte de la Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Buret era, en principio, crítico. Se preguntaba si la acumulación de capitales en un número reducido de personas, es decir, la aparición de los capitalistas no era como la formación en el pasado feudal de las familias privilegiadas. Pero su comparación histórica iba más allá. Consideraba que los obreros habían sido segregados de la comunidad social y política, sin derechos, y se encontraban solos en su miseria. Y, en consecuencia, se agitaban para salir de esa situación, y en su agitación y violencia habían sido comparados con bárbaros, esos mismos que en el pasado querían invadir.

La beneficencia no parecía un instrumento adecuado para solucionar este gravísimo problema social. El divorcio entre capital y trabajo era evidente, y dentro de una línea cristiana, como ya habíamos apuntado, no se podía achacar a Dios esta separación sino al hombre, al que le correspondía solucionarlo.

Pero sí en el planteamiento del problema Buret era muy lúcido, además de criticar lo que se estaba haciendo, sin éxito alguno, para remediar la solución, en relación con las soluciones que el mismo proponía aparecen, cuando menos, complicaciones, porque sus alternativas chocaban con las leyes económicas, cuya supuesta inexorabilidad reconocía el mismo. Por un lado, se dirige a los empresarios, pero no plantea un cambio en las leyes económicas de la libre competencia. La solución pasaría por una especie de corporativismo, que fuera, de forma progresiva dividiendo la propiedad, aunque, por otro lado, reconocía que la concentración de la propiedad parecía inexorable.

Hemos consultado datos en BNF. Data y, sobre todo, el trabajo sobre el socialismo francés de 1815 a 1848 de Jean Bruhat, en la obra dirigida por Jacques Droz, Historia General del Socialismo, en el volumen que va de los orígenes hasta 1875, que en España publicó Destinolibro, en la edición de 1984, que es la que hemos manejado.

Eduardo Montagut

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut

Retratos femeninos de Pilar Úcar en el Ateneo

Úcar 23

Observatorio de Filología y Lengua española de Arco Europeo

Directora: Pilar Úcar Ventura

Es Doctora en Ciencias de la Educación y Licenciada en Filología Hispánica. Actualmente  Profesora de Lengua Española en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid). Ha impartido cursos de doctorado y Máster en Didáctica de Segundas Lenguas en la Escuela Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores y en universidades extranjeras