El Cartel de la Izquierdas en Francia como forma de colaboración

_20220313_184112

Al terminar la Gran Guerra Francia basculó hacia la derecha con el triunfo en 1919 del Bloque Nacional, fundamentalmente por la desunión de la izquierda francesa, representada por radicales y socialistas. Después de constatarse el fracaso electoral de la izquierda, el socialismo francés padeció una difícil situación. Nos estamos refiriendo a la escisión comunista. El Congreso de Tours, celebrado a finales de 1920, fue determinante. Blum se negó a aceptar la III Internacional, es decir, las órdenes procedentes de Rusia, pero se quedó en minoría frente a una mayoría que se decantó por el comunismo, al contrario de lo que pasaría en otros partidos socialistas europeos. Tendría que pasar un tiempo para que el Partido Socialista pudiera recomponerse.

La crisis económica de posguerra era una realidad palpable. El Estado francés tenía un déficit presupuestario inmenso y agravado por los gastos de la reconstrucción. Los franceses cifraban su salvación económica en las reparaciones alemanas. El slogan de la inmediata posguerra era el de “Alemania pagará”. Pero las enormes dificultades alemanas para pagar y la consiguiente demora provocarían que Poincaré ocupase el Ruhr. Pero, además de aumentar la tensión internacional, no se redujo la deuda ni se frenó la inflación. El gobierno optó por la austeridad presupuestaria y el aumento de la presión fiscal, que repercutió en los funcionarios y asalariados, ejes de la crisis política que llevó al fracaso y caída de Poincaré.

Las dificultades económicas generaron una intensa crisis social, cuya consecuencia fue la reactivación del sindicalismo frente a la debilidad de la izquierda política. La CGT (Confederación General del Trabajo) vivió un extraordinario auge. Llegó a plantear un programa de nacionalizaciones, y su sector más radical inició una serie de huelgas intensas. Este sector terminaría desgajándose de la CGT para formar la CGTU, que se adhirió a la Sindical Internacional Roja. Ante la presión sindical los gobiernos del Bloque Nacional intentaron plantear alternativas como la jornada laboral de ocho horas, combinándolas cuando no daban los resultados esperados con la represión, empleando el ejército y algo que comenzó en aquella época con el triunfo de la Revolución Rusa: intensas campañas de opinión acusando a los sindicatos y a la izquierda de bolchevismo.

Las medidas económicas tomadas por el gobierno de Poincaré para reducir el déficit francés -austeridad presupuestaria y aumento de los impuestos- consiguieron fortalecer al franco, pero tuvieron un evidente coste social y, por ende, político. En las elecciones del año 1924 venció la izquierda, es decir, los radicales y socialistas. Esta vez llegaron a un acuerdo de gobierno, el conocido como el Cartel de izquierdas.

Entre junio de 1924 y abril de 1925 el gobierno fue dirigido por el radical Edouard Herriot, un destacado político por su cultura, con el apoyo parlamentario socialista. Se emprendió una activa política de signo laico. En este sentido, se intentó suprimir la embajada francesa ante la Santa Sede, que había sido restaurada por Briand en 1921, y abolir el Concordato que afectaba a Alsacia y Lorena. También se emprendió una verdadera ofensiva política contra el sector financiero y capitalista, el conocido como el “muro del dinero” porque se había opuesto a los empréstitos estatales. Estas políticas concitaron la fuerte oposición de la derecha y de los católicos. En este clima, el gobierno elevó a Jaurès al máximo honor al que puede acceder un francés después de muerto porque decidió trasladar sus restos al Panteón. Recordemos que uno de los padres del socialismo francés había sido asesinado en la vorágine previa a la Gran Guerra por su rechazo al conflicto y al militarismo. La derecha vio en este gesto una verdadera provocación por homenajear a un destacado crítico con la guerra después de lo que había pasado.

En Francia se instaló una intensa etapa de inestabilidad política como consecuencia de la ofensiva de la derecha. Se sucedieron hasta cinco gobiernos, que no pudieron hacer frente a los problemas económicos que se venían arrastrando desde la guerra. La inflación se dispara con la consiguiente agitación social.

Eduardo Montagut

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut

La palabra y el teatro…

IMG_20220307_100502

Quizá convendría hacer caso a La Lupe que no duda en afirmar “…lo tuyo es puro teatro”. Y ahí deja el dato a modo de advertencia, por si las moscas. Según ella, fácil resulta deducir que el teatro es fingimiento, farsa y simulacro; lo que vemos en el escenario, por lo tanto, no pasa de ser quimera y ficción, humo y evanescencia. Una pura pantomima: “mentiras, falsedades” -sigue cantando- la cubana; una auténtica actuación que pretende la ilusoria fantasía de transmitir lo real, de hacer (nos) creer a la cuarta pared que configura la perfección del cubo teatral, que lo representado en las tablas es “real como la vida misma”.

El público que asiste a ver teatro, se lo cree, tiene que creérselo: claro, ahí está la grandeza de una interpretación memorable, de la palabra ajustada, del gesto exacto, del movimiento puntual; sin perder ripio de diálogos, conversaciones, mutis por el foro, cambio de vestuario y aparataje escénico; todo ello elementos imprescindibles para acentuar la magia de la pura y auténtica realidad; un acto de fe. El histrionismo no es bueno para el teatro; la exageración hace perder verosimilitud y veracidad.

La propia naturaleza del hecho teatral viene definida por el valor de la palabra, proferida e interpretada, modulada y acotada. ¿Y si decidimos leer teatro? Escoger alguna comedia para leer sus páginas en silencio; ni tan siquiera me refiero a las lecturas dramatizadas que vuelven a estar de moda en algunos ambientes intelectuales como el Ateneo, por ejemplo; leer teatro sin acudir al teatro, en casa, tranquilamente, al ritmo de cada uno, imaginando el conflicto planteado por el autor, recreando los escenarios según nuestros propios parámetros, sonriendo a hurtadillas o llorando a lagrima viva: lo que nos pida el cuerpo: leer la obra de teatro…

(Continuará)

Pilar Úcar

Observatorio de Filología y Lengua española de Arco Europeo

Directora: Pilar Úcar Ventura

Alexis de Tocqueville: el Antiguo Régimen y la Revolución

eugene-delacroix-la-libertad-guiando-al-pueblo-15553

Si los autores liberales de la época de la Restauración fueron eminentemente narrativos y los románticos, por su parte, defensores a ultranza del pueblo, pecando de poco rigurosos en el análisis historiográfico, existió otro grupo de historiadores decimonónicos, que, aunque heterogéneo en sus ideas tiene en común su preocupación por encontrar causas y formular explicaciones en relación con la Revolución Francesa. Entre ellos, destacaría Tocqueville, en cuya obra nos centraremos en este trabajo.

Alexis de Tocqueville (1805-1859), además de ser un destacado estudioso del sistema democrático norteamericano, se dedicó a buscar causas y explicaciones de la Revolución Francesa en su El Antiguo Régimen y la Revolución, del año 1856. Se trata de una de las obras de referencia para muchos historiadores posteriores. El propio Tocqueville insistió que su objetivo principal no era referir los hechos. El autor buscó la elaboración de una síntesis donde se destacasen los caracteres generales de la evolución de esos acontecimientos. Para ello, emprendió una ardua tarea de investigación y consultó fuentes que hasta ese momento no se habían tenido en cuenta, como documentación fiscal y económica, libros de reclamaciones, actas de venta, catastros, etc.

En primer lugar, el autor inscribe la Revolución en el contexto general de crisis del Antiguo Régimen y que en Francia adoptó un carácter revolucionario y no de transición más lenta. El desarrollo económico y social alcanzado en el siglo XVIII chocó radicalmente con las estructuras políticas del Antiguo Régimen. En este aspecto la influencia de Antoine Barnave parece clara. El problema es la excesiva rigidez a la hora de considerar que los distintos grupos sociales eran homogéneos, cuando la historiografía posterior ha demostrado que había grandes diferencias en su seno en todos los aspectos.

La Revolución tendría, pues, un objetivo claro, el de abolir las instituciones derivadas de la Edad Media, sinónimo de desigualdad. Los derechos feudales se habían hecho particularmente odiosos para el pueblo de Francia. La Revolución no había sido un acontecimiento casual, aunque hubiera cogido al mundo de improviso, sino que había sido el resultado repentino y violento de un proceso que hundiría sus raíces en el tiempo. Es más, seguía avanzando entre las ruinas que había producido, en el momento en que escribía el autor.

Un aspecto importante de la obra de Tocqueville fue el arrancar el inicio de la Revolución en sí no en 1789 sino en 1787 cuando la aristocracia se negó a pagar impuestos, forzando a Luis XVI a convocar los Estados Generales. Es lo que, posteriormente, los historiadores han denominado la “revuelta de los privilegiados”. Después, en 1789 la burguesía dirigiría el proceso revolucionario.

Tocqueville criticó el Terror; de hecho, diferencia dos fases en la Revolución: una de la Libertad de los primeros tiempos, y otra del Odio, la de la época del Terror. El autor, pues, fue un defensor de los aspectos liberales y burgueses de la Revolución, además de criticar la visión romántica y popular de Michelet.

Eduardo Montagut

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut