ANTONIO PALACIOS.- ARQUITECTURA EN MADRID (III)

 

 

Instituto Cervantes

Banco Español del Río de la Plata (Instituto Cervantes).

Antonio Palacios recibe el encargo de proyectar el edificio del Banco Español del Río de la Plata en 1910, al mismo tiempo que estaba con las obras del Palacio de Comunicaciones y el Hospital de Maudes. Para la construcción de su sucursal madrileña la entidad había adquirido un solar ubicado en la confluencia de las calles Alcalá y Barquillo, en el que estaba situado el palacio de los marqueses de Casa-Irujo, célebre además por haber albergado en sus bajos el Café Cervantes. Las obras se iniciaron en 1911 y se prolongaron hasta 1918.

El edificio tiene planta cuadrangular, con cuatro alturas más un sótano, un semisótano y un ático coronado por una cúpula de vidrio que proporcionaba luz cenital al interior. La plata baja constituía el elemento principal, en el que se encontraba el gran patio de operaciones y las cajas y mostradores en los que se atendía a los clientes. Las plantas superiores estaban destinadas a despachos y salones de reuniones, distribuidos perimetralmente en torno a los corredores que rodeaban el patio central.

La racional distribución de los espacios interiores contrasta con la grandiosa monumentalidad del exterior; una constante en la obra de Antonio Palacios que en esta ocasión pretendía subrayar la solidez y el poder de la entidad bancaria y al mismo tiempo no desmerecer en un entorno en el que se levantaban edificios como el palacio de Linares, el palacio de Buenavista, el Banco de España o el mismo Palacio de Comunicaciones.

Sus fachadas evidencian el interés de Palacios por la arquitectura clásica, alimentado tras sus viajes por Gracia y Egipto, al tiempo que recogen las influencias ando de Juan de Villanueva, de cuya obra era un gran administrador, como de su maestro Ricardo Velázquez y Bosco, responsable del diseño neoclásico de la fachada occidental del Casón del Buen Retiro. Ambas se disponen en forma de espejo a partir del eje que configura el chaflán, de manera que tienen un trazado idéntico. Sobre un zócalo de grandes dimensiones se eleva una serie de columnas jónicas estriadas hasta alcanzar la altura del cuerpo principal, alternando con vanos acristalados. Sobre el entablamiento se levanta un segundo cuerpo, retranqueado, con columnas corintias pareadas formando un pórtico, tras el que se oculta la cúpula acristalada interior. En el chaflán se encuentra la entrada principal, flanqueada por cuatro cariátides esculpidas en piedra por Ángel García Díaz, responsable también de los detalles ornamentales de inspiración vienesa que decoran la fachada.

Entre 1944 y 194y7 se llevaron a cabo en el interior diversas reformas que alteraron el diseño original, como el cierre del patio en el nivel principal para ampliar la superficie útil de la primera planta. En esta misma época se acondicionó el sótano para alojar la cámara de seguridad y se llevó a cabo la ampliación del edificio con la adquisición del inmueble colindante en la calle Barquillo.

En la década de los noventa del pasado siglo, tras una serie de movimientos que darían lugar a la creación del Banco Santander Central Hispano, el edificio entra en desuso, destinándose a reuniones del consejo y relaciones institucionales. En el año 2000 es adquirido por el Ayuntamiento de Madrid que lo incluyó en la operación de cambio de inmuebles para trasladar el consistorio al Palacio de Comunicaciones y desde octubre de 2007 es la sede del Instituto Cervantes.

 

Vicepresidenta Primera.- Ana Pulido Benito

El origen del salario mínimo

TOSHIBA CAMCORDER

Por Eduardo Montagut

En este trabajo nos acercamos al estudio del origen del salario mínimo y sus primeras etapas hasta el período de Entreguerras.

La reivindicación del salario mínimo a finales del siglo XIX y comienzos del siglo siguiente debe situarse en el contexto de la lucha del movimiento obrero occidental por la jornada de ocho horas y por la mejora de la situación laboral de los trabajadores.

Las primeras regulaciones del salario mínimo se produjeron en Australia y Nueva Zelanda.  En el Estado de Victoria se aprobó la Employers and Employes Act en el año 1890. Esta Ley surgió por la presión del movimiento obrero, a raíz de las protestas de los obreros que reivindicaban un salario mínimo por trabajo realizado para asegurar el mínimo de subsistencia. Por su parte, la denominada huelga marítima en Nueva Zelanda en 1890 provocó que allí se aprobase el salario mínimo. Fue regulado por la Ley de Arbitramiento y Conciliación Laboral de 1894.

El movimiento obrero siguió presionando por el salario mínimo. En el Reino Unido hay que destacar las huelgas mineras en Gales de 1910, o las de estibadores, marineros y ferroviarios del año siguiente, así como las de mineros de 1912 porque en estos conflictos se exigía el establecimiento de salarios mínimos, aunque el liberalismo económico británico no estaba por la labor de que el Estado interviniese en el mercado laboral.

Después de la Gran Guerra, en un clima ya más favorable a que los poderes públicos interviniesen en los ámbitos socioeconómicos, la idea del salario mínimo cobró fuerza. Era el momento de la creación de la OIT (1919), que se dedicó a luchar para que se generalizasen disposiciones legales que fijaran salarios mínimos entre los países miembros. En 1928 se aprobó el Convenio sobre los métodos para la fijación de salarios mínimos, que debía entrar en vigor en 1930. Reproducimos su primer artículo:

“Todo Miembro de la Organización Internacional del Trabajo que ratifique el presente Convenio se obliga a establecer o mantener métodos que permitan la fijación de tasas mínimas de los salarios de los trabajadores empleados en industrias o partes de industria (especialmente en las industrias a domicilio) en las que no exista un régimen eficaz para la fijación de salarios, por medio de contratos colectivos u otro sistema, y en las que los salarios sean excepcionalmente bajos.”

México, pionero en tantas cuestiones relativas al reconocimiento de derechos sociales en las primeras décadas del siglo XX, aprobó el salario mínimo a través del artículo 123 de la Constitución de 1917, cuando se ordenaba que el salario mínimo debe satisfacer “las necesidades normales de la vida del obrero, su educación y sus placeres honestos…”.

Massachusetts fue el primer Estado norteamericano que aprobó el salario mínimo en 1912. El ejemplo cundió y trece Estados y el Distrito de Columbia lo adoptaron también, aunque se generó un conflicto con el Tribunal Supremo porque declaró inconstitucionales estas disposiciones y regulaciones. Pero la crisis del 29 provocó un terremoto en el mundo laboral y hubo que actuar. La Administración de Roosevelt consiguió sacar adelante la Industrial Recovery Act en 1933, que establecía la existencia del salario mínimo en los Estados Unidos, en consonancia con la política económica y social del New Deal, de fomentar el poder adquisitivo de los trabajadores para excitar la demanda. De nuevo, el Tribunal Supremo intervino y declaró que era inconstitucional en 1935, a partir de un conflicto entre una corporación y el gobierno federal. Pero la FLSA, es decir, la Fair Labor Standards Act, de 1938 estableció que el salario mínimo en Estados Unidos sería de 0’25 dólares por hora trabajada.

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut

 

 

 

La palabra y el soberbio intelectual (y II)

TOSHIBA CAMCORDER

La palabra y el soberbio intelectual (y II)

Por Pilar Úcar

Como lo prometido es deuda, casi siempre, ahí va mi continuación: punto et à la ligne.

Acabé mi artículo anterior del matón intelectual, dedicado al macarra literario, apuntando a otros chulos presentes y conocidos: chefs y cocineros de campanillas, escritores consagrados (muchos de ellos recopiladores de notas y referencias a estas alturas de su profesión) y otros en ciernes (diletantes con visos de redacción infantiloide), filósofos e ideólogos vivitos y coleando (falsos pilares de nuestra sociedad), políticos y periodistas de todo pelo y pelaje (la mayoría de medio pelo), presentadores televisivos y locutores radiofónicos (predicadores modo godspell), columnistas mediáticos (¡¡cuánto gritan!!), profesores togados y sin tocar desde la palestra (señaladores de admonición)…Toda una banda de chiquillos revoltosos y bochincheros de patio de colegio que consideran al otro, a los que no somos uno de ellos, una piltrafilla, un guiñapo humano; siempre con la palabra y la expresión mágicas: “Solo es una opinión, ¿eh?, desde mi modesto punto de vista”. Cuando alguien (te) atiza algo similar…¡¡A temblar!! Estos soberbios (de serie) son los rescatadores de la estulticia dominante. Bajo esa capichuela de humildad impostada, predomina el marchamo soterrado: “Te doy la opción de que te equivoques, pero aquí me tienes para recordarte tu error, de tonto que eres, que ni te das cuenta, porque yo tengo razón”.

En definitiva, el soberbio intelectual -a un paso de la gilipollez, si no ha cruzado ya esa línea- poco difiere del matón literario: con palabras hueras y frases lapidarias sentencian y dan lecciones porque él sabe más y se toma la molestia (el tiempo y el esfuerzo) de enseñar.

Y es que tienen razón…les asiste la certeza y el tino de la palabra: o eso creen ellos.

De todo tiene que haber en la viña del Señor y en este mundo…más.

(Nota: se aplica el masculino genérico de mi redacción al femenino, a la –e, a la -@, a la –x y al *)

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Observatorio de Filología y Lengua española de Arco Europeo

Directora: Pilar Úcar Ventura

La igualdad salarial entre hombres y mujeres en el ámbito de los servicios en 1931

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La igualdad salarial entre hombres y mujeres en el ámbito de los servicios en 1931

Por Eduardo Montagut

En los primeros días de noviembre de 1931 se produjo un cierto debate en la prensa a cuenta del acuerdo adoptado en el ámbito de los servicios en relación con el salario de las dependientas y oficinistas, ya muy numerosas en aquellos momentos. Al parecer, se había aprobado en la negociación del Comité Paritario correspondiente (La Ley de Jurados Mixtos salió en la Gaceta de Madrid el 28 de noviembre, al poco de esta polémica que explicamos), que la remuneración de las dependientas fuera inferior en un 10% de las de los dependientes en cada una de las escalas existentes. Desde nuestra perspectiva podríamos pensar que se trataba de una clara discriminación en función del sexo, pero, en realidad, era una conquista porque el sueldo de estas trabajadoras había sido tradicionalmente muy bajo. Este acuerdo era, por lo tanto, un paso en la equiparación salarial.

Pero en algún periódico se publicó que esta reforma no beneficiaría a las trabajadoras porque, según una interpretación de lo acordado, la patronal, ante la disminución considerable de la diferencia de la remuneración entre hombres y mujeres, contrataría a más hombres. Parecía evidente que muchos empresarios se habían aprovechado de esa gran distancia salarial para contratar tradicionalmente a más mujeres. Por su parte, El Socialista opinaba que no estaba claro que se produjera un cambio en la contratación. Podría haber casos, pero el periódico obrero opinaba que no se generalizaría este cambio en la contratación porque los puestos que desempeñaban las trabajadoras en comercios y oficinas estaban “en general en consonancia con sus aptitudes”, y, por lo tanto, parecía inconcebible, siempre según el periódico, que los empresarios cometieran la torpeza de cambiar a los trabajadores. No debemos olvidar que, a pesar de los avances que pudo acometer el movimiento obrero en relación con la mujer trabajadora, el sexismo no fue algo que desapareciera completamente, como lo demostraría esta idea de que había oficios en este sector servicios más propicios para mujeres.

Pero, por otro lado, el artículo del periódico socialista hacía una clara defensa de la igualdad salarial entre hombres y mujeres, en consonancia con el programa del Partido Socialista en relación con la igualdad entre los sexos en todos los campos. A iguales derechos políticos le correspondía una remuneración salarial igual. Aunque se valoraba el esfuerzo realizado en el Comité Paritario en favor del salario de las trabajadoras de este sector de los servicios, los socialistas consideraban que lo justo era la igualdad salarial.

Además, opinaban que la acordada “seminivelación” salarial entre hombres y mujeres tendía a evitar la explotación abusiva que padecían las segundas, pero si la mujer realizaba un trabajo equivalente al del hombre debía recibir el mismo salario. Pero, por otro lado, se hablaba de que en el caso del desempeño de tareas “peculiares del sexo” la mujer trabajadora debía percibir un “salario decoroso”, y no el que por su “debilidad física” le solía asignar la patronal, es decir, un salario digno, pero distinto al del trabajador hombre porque se mantenía la idea de trabajos más específicamente femeninos.

Por fin, para conseguir todo esto se insistía en uno de los principios fundamentales del movimiento obrero socialista, la necesidad de la organización, es decir, la necesidad de que el trabajador, en este caso, la trabajadora se organizase sindicalmente, una tarea complicada en el caso de la mujer por la conjunción de factores internos y externos al sindicalismo en sí, y que nos plantea el último de los trabajos que citamos en la bibliografía.

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Hemos consultado el número 7103 de El Socialista. Por otro lado, podemos consultar el trabajo de Borja Carballo Barral, “La participación de las mujeres en el mercado laboral madrileño del primer tercio del siglo XX (1905-1930)”, un trabajo que podemos consultar en la red, fruto del esfuerzo del grupo de investigación de la UCM Historia de Madrid en la Edad Contemporánea. También podemos acudir a A. Soto, “Cuantificación de la mano de obra femenina (1860-1930)”, en La mujer en la Historia de España (siglos XVI-XX), Actas de las 2ª Jornadas de Investigación Interdisciplinaria, Madrid, UAM, 1984, págs. 279-298; Mary Nash, “Identidad cultural de género, discurso de la domesticidad y la definición del trabajo de las mujeres en la España del siglo XIX”, en G. Duby y M. Perrot, (dirs.) Historia de las mujeres. Vol. 4, Madrid, 1993, págs. 515-532. Aunque breve, también podemos acudir al trabajo de Rosa María Capel, “Mujer, trabajo y sindicalismo en la España de comienzos del siglo XX”, en el portal de la UGT, y que se puede consultar en la red.

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut

 

La palabra y el matón intelectual (I)

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La palabra y el matón intelectual (I)

Por Pilar Úcar

Hoy va de macarras literarios con cierto aire de intelectualidad; existen auténticos matones en la literatura propia y ajena (por lo de foránea). Calixto, don Juan, don Fermín de Pas, Cyrano, Gatsby, Edmundo Dantés…lucen en común más allá del carácter “fingido” como criaturas de su propio demiurgo, la palabra. Un dominio plenipotenciario del verbo florido, de expresiones grandilocuentes y magnificadas por su saber intelectual en mayor o menor grado. Porque algo sí sabían, tenían cultura y letras, que nos es poco. Al margen de simpatías personales, todos eran unos matones intelectuales; corresponden al perfil psicológico de tipos deleznables, malévolos, que configuran su farsa vital llevados por un notable complejo de superioridad y que exhiben frente a incautos (la mayoría de veces féminas) a los que acusan de estulticia, irreflexión e inmadurez: ahí están ellos para enseñar, para dar lecciones, a lo Pigmalión (otro carácter que se las trae también). Alardean de recorrido experiencial, de batería lingüística, la palabra como arma de convencimiento para vencer. Les asiste la razón, por supuesto, desde su ombliguismo, el resto no tiene ni voz ni voto: “¡¡cuán largo me lo fiáis!!”

Para no acabar agotado ni agostado frente a elementos de esa calaña -Melibea, doña Inés, o Ana de Ozores, sucumbieron por esos pingajos ilustrados y privilegiados-, la indiferencia, es decir, la no palabra; vale más una retirada a tiempo que ofrecer el pecho y la réplica. Su tramoya argumentaria es de tal calibre, un traje a medida según vayan dadas las hechuras, que poco se puede hacer para descoserlo. El mundo paga las carencias del niño atontolinado y caprichoso en cuerpo de adulto que diseña su hoja de ruta al milímetro. Valentón y polemista porque sí; reventador, distónicos y narcisistas, arteros. Pies…¿¡para qué os quiero!?: huir de esos dramatis personae que la literatura ha pergeñado.

(Continuará: matones intelectuales en la sociedad, la academia, la política…)

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Observatorio de Filología y Lengua española de Arco Europeo

Directora: Pilar Úcar Ventura

 

El trato a los indigentes en el invierno de 1922

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El trato a los indigentes en el invierno de 1922

Por Eduardo Montagut

En este trabajo continuamos con nuestro interés en la cuestión de la mendicidad en la historia contemporánea española. En esta esta nueva entrega analizamos la situación en el Madrid del invierno de 1922 cuando estaba en marcha una campaña contra la mendicidad, una de las que, periódicamente, se daban, denunciándose el trato que recibían los ciegos e indigentes.

Al parecer, el gobernador de Madrid publicó una nota desmintiendo las denuncias realizadas por la prensa sobre el maltrato que se había dado a tres personas ciegas. El Socialista afirmaba que había más que eso porque tenía constancia de que parte del personal subalterno del Gobierno Civil y del Asilo de Yeserías daban un trato no muy adecuado a los “humildes y desvalidos”. Algunos de los procedimientos higiénicos que se aplicaban en dicho establecimiento no tenían en cuenta las circunstancias de salud de cada persona, empleando, por ejemplo, baños de agua fría.

Pero no solamente estaba el trato que se recibía, sino también estaba la cuestión de la queja de las personas ciegas contra el jornal de catorce reales.

Los ciegos tenían la exclusiva de la venta de participaciones de lotería, y se había formado una orquesta con jornal diario, pero no se sabía a cuanto ascendía dicho jornal, aunque el periódico obrero afirmaba que debía ser de catorce reales, además de señalar que los ciegos que vendían las participaciones eran detenidos cuando recibían limosnas del público, aunque no las pidiesen, siendo enviados a Yeserías. El periódico denunciaba que se pudiera ingresar a un ciego por tomar una limosna que no había pedido, y que se pudiera pensar que se podía vivir con catorce reales.

El periódico no criticaba que se intentar terminar con la mendicidad, pero no con esos procedimientos. En todo caso, se opinaba que resolver por completo el problema de mendicidad dentro del régimen en el que se vivía era imposible. Una ley de vagos no se podía aplicar en un país donde no había pleno empleo, sino mucho paro.

Se era consciente de las dificultades, pero, al menos, se pedía que se estableciesen normas más humanitarias y respetuosas con la libertad individual de ciegos e indigentes.

Hemos trabajado con el número 4069 de El Socialista, de 25 de febrero de 1922. En la hemeroteca de El Obrero encontrará el lector interesado distintas entradas sobre la preocupación de este autor sobre este particular tema.

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut

María de Lluria y la defensa del sufragio universal

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María de Lluria y la defensa del sufragio universal

Por Eduardo Montagut

En el inicio del intenso y, en muchas ocasiones, mal interpretado debate parlamentario y de la opinión pública española sobre el reconocimiento del derecho del voto a las mujeres en el proceso de discusión para la elaboración y aprobación de la Constitución de 1931 nos acercamos a la postura de María de Lluria en relación con esta cuestión.

Previamente, creemos que debemos recordar la importancia de esta escritora en defensa de los derechos de la mujer en el seno del socialismo español. María Vinyals y Ferrés, es decir, María de Lluria, publicó en El Socialista un artículo con el título de “La mujer española” donde argumentó a favor del reconocimiento del sufragio femenino. María de Lluria, por lo tanto, pertenecía al sector de la izquierda claramente favorable a este reconocimiento

La autora atacaba desde el principio el tópico de que la mujer española no estaba en condiciones aún de poder disfrutar de las mismas libertades civiles y políticas que sí tenía el hombre. El argumento gravitaba en torno a la ignorancia femenina en España, pero para María de Lluria era un hecho que compartía con una mayoría masculina, dado el alto porcentaje de analfabetismo que se padecía. Aunque quería huir de tópicos admitía que dentro de la ignorancia general destacaban la “sutileza y avispamiento” naturales de las mujeres.

Nadie se había preocupado de la cultura media de la clase obrera cuando se estableció el sufragio universal masculino. Esa clase obrera había desarrollado por si sola una conciencia de su propia responsabilidad en relación con la cultura y la educación. Pero lo que había conseguido el hombre no hubiera sido posible si la mujer fuera ese “núcleo de oscurantismo y superstición” que se estaba divulgando. Era el momento de abandonar tópicos y lugares comunes. Lo que había realizado el hombre, podía hacerlo la mujer.

Prueba de su lucha por mejorar su formación se podía comprobar, siempre siguiendo la argumentación de la escritora, viendo la asiduidad con que las mujeres asistían a la Casa del Pueblo a todo tipo de conferencias educativas, un mérito mayor, si cabe, porque las trabajadoras tenían jornadas interminables entre su trabajo y las tareas domésticas, y por sus responsabilidades como madres. A pesar de todo eso, muchas obreras encontraban un hueco para asistir a esas conferencias y a los mítines. El segundo argumento que se empleaba para desconfiar del reconocimiento del sufragio femenino, y que era el más empleado por el sector de la izquierda española contrario a este reconocimiento por el momento, era el religioso. Se aludía al enorme poder del clero (los curas párrocos) sobre la mujer, especialmente la del medio rural. Si esa influencia existía era por falta de interés en haber promovido campañas educativas, pero, en todo caso, las enseñanzas del párroco se desvanecían cuando la mujer veía la realidad.

Hemos consultado el número 7018 de 7 de agosto de 1931 de El Socialista. Conviene consultar el Diccionario Biográfico del Socialismo Español para profundizar en la figura de nuestra protagonista, donde se incluye bibliografía monográfica sobre la misma.

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut

 

… ¿La palabra? Y la pornografía

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… ¿La palabra? Y la pornografía

Por Pilar Úcar

Hay varios lectores que me han lanzado el guante…a modo de reto, me consta. Se refieren al “continuará” con el que acabé mi artículo sobre Eros, sexo, erotismo y porno. Vamos, todo un pulso a ver cómo me las ingenio para dar fin a lo que prometía. Todo sea que no acierte en la diana. Ahí va el intento y ya me dirán si lo he conseguido.

Cuando estudiaba Filología, uno de mis profesores que adivinaba mi inclinación a la docencia, se sinceró conmigo: “mire, señorita Úcar, si usted se va a dedicar a dar clases de lengua, le recuerdo que el tabú no existe” (con los años he comprobado que hasta los eufemismos me crispan, por eso lo de ir directa al grano sin torcedura ni quiebros en la comunicación).

Hoy encabezo mi colaboración entre interrogantes y obedece a que la pornografía, y más en concreto, la industria cinematográfica al uso, -los cómics, por ejemplo, son algo más prolijos en terminología y expresividad- emplea pocas palabras, no ve necesario el empleo de un variado y significativo elenco léxico ni gramatical para plasmar el tracamundeo, trasiego, abanico de acrobacias y ejercicios gimnásticos de los protagonistas.

Si analizamos el lenguaje de los intervinientes, encontramos algún que otro verbo en modo imperativo, muchas repeticiones de los dos o tres términos más frecuentes, susurros, guturalidades, alguna exclamación, ciertas comparaciones e hipérboles como figuras retóricas en ese batiburrillo escénico; por supuesto,  jadeos y suspiros…todo un tótum revolutum, más o menos ordenado, a veces caotizado –cuán importante es la labor de una buena posproducción- y en definitiva, poca conversación en el contubernio visual y auditivo; todo ello, pues, más propio del lenguaje no verbal como marcan los cánones del contexto y la intención ¿lingüística?, y por supuesto, los gustos y apetencias del receptor. El mensaje está claro, a pesar de la casi ausencia de oraciones completas y párrafos coherentes. ¿Para qué hablar si con enseñar el “saco” basta? Mutatis mutandis, atenienses y espartanos. (Fin…)

Observatorio de Filología y Lengua española de Arco Europeo

Directora: Pilar Úcar Ventura

ANTONIO PALACIOS. -ARQUITECTURA EN MADRID (II)

Palacio Comunicaciones fachada

Palacio de Comunicaciones

Ante la complejidad que estaban alcanzando las redes de telecomunicaciones y el incremento de los usuarios, el Estado convoca en 1904 un concurso para la construcción de un nuevo edificio que albergase los servicios de correos, telégrafos y teléfonos en un solar perteneciente a los desaparecidos jardines del Buen Retiro. De todos los proyectos participantes, resulta ganador el presentado por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi. Su propuesta destaca por saber conjugar la monumentalidad y el carácter simbólico que debía caracterizar a un edificio institucional con la distribución funcional y racionalista de los espacios. Con la colocación de la primera piedra el 12 de septiembre de 1907 quedaban inauguradas las obras, que no finalizarían hasta 1918.

El diseño integra las Centrales de Correos, Telégrafos y Teléfonos con el edificio de la Dirección General mediante pasadizos elevados. El diseño inicial permite que el acceso principal al edificio se haga por la fachada que da a la Plaza de Cibeles mediante una escalinata (en la actualidad no existe). Muestra un exterior con fuerte influencia del gótico, aunque en el sistema estructural y la búsqueda de sinceridad en los acabados interiores así como en el mobiliario, se vislumbran influencias de Wagner y la secesión vienesa y de las vanguardias arquitectónicas del momento. Un rasgo particularmente innovador de la obra, prácticamente inédito en la España de comienzos del siglo, es su compleja estructura metálica, diseñada por el ingeniero industrial. Ángel Chueca Sainz.

El edificio impresiona por sus dimensiones, que cubren una superficie de 12.207 m2, y por su imponente formalización externa que combina influencias historicistas del neoplateresco, con referencias estilísticas del Modernismo. Destaca su gran fachada principal de piedra caliza que se adapta al trazado circular de la plaza mediante el juego de volúmenes que consigue con las dos torres pentagonales que la flanquean y con las dos alas laterales que se proyectan, una hacia la calle Alcalá y otra hacia el Paseo del Prado, en la que se abre un pórtico con columnas. Corona el edificio un cimborrio octogonal provisto de un reloj que, al igual que el resto de los cuerpos verticales remata en una crestería con pináculos.

En el interior divide las dependencias en dos cuerpos, uno orientado hacia la plaza de Cibeles, destinado a albergar las funciones de gestión y operaciones, y otro ubicado en la parte posterior, destinado a la dirección y administración. Ambos están separados por el denominado pasaje de Alarcón, un corredor que comunica la calle Alcalá con Montalbán cuyas entradas están decoradas con arcos carpaneles. En uno de sus extremos el pasaje se abre formando un amplio patio que estuvo destinado a alojar el parque móvil de reparto.

Palacio Comunicaciones interior 1

Uno de los espacios más interesantes es el vestíbulo principal, al que se accede desde el exterior por una gran escalinata. Con planta cruciforme, tres niveles de arquerías de medio punto y cubierta acristalada, su diseño está inspirado en el Palacio de Cristal del Retiro. En este espacio estaban ubicados los servicios de Correos, Telégrafos y Teléfonos; mientras que en la denominada Sala de Batalla se organizaba el reparto de la correspondencia.

Palacio Comunicaciones interior 2

Desde su inauguración se convirtió en epicentro del Madrid “moderno” que durante las siguientes décadas se levantaría en torno a la Gran Vía y el eje Recoletos-Castellana. El edificio mantuvo su uso como principal centro del servicio telegráfico y postal de España hasta comienzos del siglo XXI.

En el año 2003 el inmueble fue adquirido por el Ayuntamiento de Madrid y desde el 2007 es la actual sede de la alcaldía. Para adaptarlo a sus nuevos usos se llevó a cabo un ambicioso proceso de remodelación que incluyó la creación de nuevos espacios de uso público, como varias salas de exposiciones y un auditorio, y la colocación de una cubierta de cristal sobre el pasaje de Alarcón. El proyecto permitió recuperar algunos elementos arquitectónicos originales, como las vigas de hierro, los suelos acristalados de las pasarelas que recorren el vestíbulo principal o el tragaluz y los volúmenes de la antigua Sala de Batalla, hoy transformada en Salón del Pleno.

Vicepresidenta Primera: Ana Pulido Benito