Nacionalismo en el siglo XIX

HAGION

Nacionalismo en el siglo XIX

Eduardo Montagut

El concepto de nación como comunidad política con derecho a contar con un Estado organizado es una de las herencias ideológicas de la Revolución Francesa. Anteriormente, existía la lealtad personal de los súbditos al monarca absoluto, pero después de la Revolución esta vieja lealtad se sustituyó por otra, la lealtad legal de los ciudadanos a una Constitución. Los individuos debían pertenecer a una comunidad y compartir con otros una cultura, lengua y costumbres para poder ejercer los derechos políticos propios de todo ciudadano.

Los liberales intentaron sustituir los viejos Estados absolutos de súbditos por Estados nacionales, formados por hombres libres, por ciudadanos. En la época de las guerras napoleónicas las ideas del nacionalismo comenzaron a extenderse por Europa. La oposición a la ocupación francesa y a los sistemas políticos que Napoleón impuso, propició que diversos pueblos se enfrentasen al ejército napoleónico buscando su propio camino para constituirse en Estados. El Congreso de Viena y el sistema de la Restauración no respetaron los intereses de muchos pueblos europeos cuando rediseñaron el mapa de Europa, provocando que el nacionalismo se convirtiera en una fuerza opositora a este sistema de la misma importancia que el liberalismo.

El nacionalismo del siglo XIX fue un fenómeno político y social complejo, ya que tuvo dos vertientes: una liberal, y otra tradicionalista, de raíces conservadoras, aunque es fácil encontrar en muchos movimientos nacionalistas una mezcla de principios de una y otra.

El nacionalismo liberal defendía el derecho de los pueblos a liberarse de tiranías extranjeras y la necesidad de la solidaridad de unos pueblos con otros en sus respectivas liberaciones nacionales. Para este nacionalismo cualquier comunidad podía convertirse en una nación si así lo deseaba, buscar los medios para emanciparse y formar un Estado o unirse a otro ya existente con el objetivo de crear uno nuevo. De esa misma forma, cualquier persona podría cambiar de nacionalidad con sólo desearlo. Por eso se trata de un nacionalismo basado en la voluntad, ya fuera de una comunidad, ya de un individuo. Este nacionalismo fue seguido, principalmente por los liberales demócratas franceses e italianos, destacando la figura de Giuseppe Mazzini.

El nacionalismo tradicional o conservador consideraba que las naciones no se basaban en la decisión o la voluntad de los pueblos o de los individuos, sino que existían previamente como realidades objetivas ineludibles. Esas naciones tendrían rasgos geográficos, culturales, lingüísticos y hasta étnicos propios diferentes a los de otras naciones. Esos rasgos acompañarían a las personas estuviesen donde estuviesen. Una comunidad constituía una nación cuando la historia, la tradición, la cultura y la lengua así lo determinaban. Todo el que perteneciera a esa comunidad pertenecería, asimismo a la nación y debía compartir esos rasgos nacionales, ya fuera de grado o por la fuerza. No era una cuestión de voluntad como en el nacionalismo liberal. El nacionalismo conservador tuvo mucha importancia en Alemania, destacando la figura de Fichte.

Por otro lado, hubo también dos modelos de nacionalismo. En primer lugar, hablaríamos de un nacionalismo unitario, que pretendería reunir en un único estado pueblos separados, pero con una nacionalidad común. En segundo lugar, tendríamos un nacionalismo disgregador o separatista, que buscaría la fragmentación de Imperios o Estados para formar Estados-nación.

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut

 

 

La palabra y la “chicha” del chiste

_20220406_100551

La palabra y la “chicha” del chiste

La quinta acepción del DRAE habla de cómo en Perú con el término ‘chicha’ se refieren a toda actividad informal de mal gusto y baja calidad y entre sus sinónimos encontramos: ‘carne’, ‘gordura’ y ‘músculo’; de ahí, un paso al empleo que hacemos de este lado del océano de dicho vocablo: lo mollar, matérico, el meollo, la enjundia, vamos.

Analizo la chicha del chiste verbal, facilón por cierto, de Chris Rock: ¿antiguo amante de la esposa de Will Smith? ¿lector de la gracieta de guionistas salseros en la cue? ¿confianzudo con la supuesta doble de la teniente O’Neill?

A gustos, los colores…aunque el negro dicen que es la ausencia del color: no lo tengo yo tan claro… (estoy burlona hoy con la cromaticidad).

Sigamos con la disección entomológica de la noticia “oscariana”: pobres de aquellos premiados, han pasado sin pena ni gloria en esta edición porque dos macarras de barrio se las veían en una cancha de basket, “a ver quién la tiene más larga” (sí, licencia lingüística propia de los dos “jugadores”).

La palabra ‘chiste’ significa “ocurrencia breve con un doble sentido, burla con la intención de hacer reír”. Claro que hay que acertar a quién provoca el rictus de la sonrisa, la carcajada sonora o el fruncimiento del ceño.

A LAS, o mejor, a QUIENES hemos lucido calvorota (en más de una ocasión) por necesidad, ¿cuánta gracia (nos) ha provocado la ocurrencia? A mí, mucha, la verdad. Me aseguraban que estaba muy guapa pelona. En fin…es lo que había. Y tenía que pasar por ese ¿trance?

No hay como enarbolar galanura. Poca tuvo la ofendida: era ella la que debía haber propinado un castañazo a su espadachín trasnochado, y al supuesto “ex” hacerle la peineta.

Y por supuesto… ¡a lucir alopecia!

Pilar Úcar

La Segunda Internacional por los refugiados en 1910

 AddText_04-04-12.21.15

La Segunda Internacional por los refugiados en 1910

Por Eduado Montagut

El VIII Congreso de la Internacional celebrado en el año 1910 en Copenhague, además de su compromiso contra la guerra y por el desarme, en plena paz armada, y de condenar la pena de muerte, se preocupó por el derecho de asilo, ante el aumento de los refugiados, fruto de los conflictos y situaciones prerrevolucionarias que se estaban produciendo en el período anterior al estallido de la Gran Guerra.

Los socialistas denunciaban que se estaba vulnerando el derecho de asilo para los refugiados políticos con argumentos que consideraban falaces. Se ponía el ejemplo del refugiado ruso Julio Wezosol, que había sido detenido en Boston y entregado a las autoridades rusas, empeñadas en una verdadera cruzada represiva.

También se denunciaba a Gran Bretaña y Francia, que se había apuntado a una realidad ya casi común entre las autoridades de la época, independientemente del régimen político que se tratase, como lo demostraba el caso del revolucionario indio Viniak Dámodar Savarkar, uno de los principales activistas del movimiento por la independencia de la India. Había sido detenido en Francia y extrañado sin respetar, al parecer, las formalidades legales. Fue detenido por su vinculación con un grupo revolucionario denominado “India House”. Intentó escapar mientras era deportado desde Marsella, pero sin éxito. Sería condenado a dos cadenas perpetuas en la cárcel de las Islas Andamán y Nicobar, aunque salió en 1921 después de firmar un documento por el que renunciaba a las actividades revolucionarias.

El Congreso de la Segunda Internacional Socialista protestó enérgicamente contra las violaciones del derecho de asilo, y solicitaba al proletariado internacional que resistiese con todos los medios de propaganda y de agitación con los que se contaba contra lo que los socialistas consideraban atentados a la dignidad e independencia de sus propios Estados, y que amenazaban la libertad de acción de la clase obrera y sus relaciones internacionales, porque evidentemente se perseguía, entre otros grupos, a dirigentes políticos y sindicales que cuestionaban los sistemas políticos y económicos.

Hemos consultado la resolución del Congreso de Copenhague en el número 1.279 de El Socialista.

 

GALDÓS EN LA AGRUPACIÓN ATENEÍSTA ARGÜELLES

IMG-20220329-WA0034 (1)

El lunes 4 de abril la Agrupación Ateneísta Argüelles presenta en el Ateneo de Madrid un libro sobre el Galdós político de «Isidora Ediciones»; entre los intervinientes estarán la escritora y editora de «Isidora» Rosa Amor, la profesora de literatura Pilar Úcar y el Presidente de la Agrupación Ateneísta Argüelles y de Arco Europeo, José Antonio García Regueiro.

AddText_01-19-12.01.40

Los ensanches urbanos del siglo XIX

_20220401_125103

Eduardo Montagut

Los ensanches constituyen una de los medios fundamentales en la reordenación urbana en el siglo XIX. Los ensanches pretendían dar una solución a la escasez de suelo urbanizable en el momento en que las ciudades comenzaban a crecer por la inmigración rural. Pero, además, había que hacerlo de forma organizada a través de un plano geométrico. Por fin, los ensanches consolidaron la especialización socioeconómica de las ciudades, ya que segregaban la población en distintos espacios según su clase social.

El modelo de ensanche de las ciudades occidentales decimonónicas fue, sin lugar a dudas, el establecido por el barón Haussmann en el París del Segundo Imperio, aunque existieron otros modelos, como el vienés, por citar alguno. En España el principal ensanche fue elaborado por el ingeniero Ildefonso Cerdà para Barcelona, impuesto en 1860 por el gobierno frente al proyecto aprobado por el Ayuntamiento barcelonés. El ensanche de Cerdà es una extensa red cuadrangular, formada por una trama de manzanas en cuadrícula y grandes avenidas perpendiculares y diagonales.

En Madrid, en el año 1860 se aprobó el plan de ensanche de la capital, elaborado por el ingeniero Carlos María de Castro. La administración quería crear una ciudad moderna que sirviera como símbolo del Estado liberal. En este caso se conectaba más con el espíritu de los cambios urbanísticos parisinos. La parte más conocida del ensanche madrileño sería el barrio que promovió el marqués de Salamanca.

Otras ciudades que aprobaron ensanches fueron: Bilbao (1863), San Sebastián (1864), Valencia (1865) o Zaragoza (1894). Frente a este auge de algunas ciudades que tuvieron que aprobar ensanches, otras quedaron muy rezagadas, dentro de sus antiguas murallas y cascos históricos.

Los ensanches generaron un fortísimo negocio inmobiliario, fomentando la creación de grandes fortunas al revalorizarse el valor del suelo. El auge de la construcción favoreció también el mercado laboral, absorbiendo mucha mano de obra.

Los planteamientos teóricos de los ingenieros, arquitectos y planificadores, algunos de ellos muy novedosos, no fueron respetados en muchas ocasiones y sufrieron cambios. La especulación modificó los diseños originales, limitando equipamientos, espacios verdes y libres, elevando las alturas de los edificios, etc…, en beneficio del negocio de la construcción, y en detrimento de otras cuestiones relativas a la higiene, la estética y, en general con aquellas relacionadas con lo que hoy llamaríamos calidad de vida. Aún así, algunas de las realizaciones finales, como la de Barcelona, han pasado a la Historia del urbanismo y son estudiadas en todo el mundo.

Observatorio de Historia de Arco

Director: Eduardo Montagut