NUEVOS TIEMPOS NUEVOS RETOS EN EL ATENEO DE MADRID
Por Alfonso Gómez Prieto, Secretario Tercero de la Junta de Gobierno del Ateneo de Madrid
Espero un cambio, tras estas elecciones del 31 de Mayo en el Ateneo y que se pueda debatir ampliamente lo sucedido. La habitual dialéctica histórica de la docta casa se ha transformado en una serie de legislaturas en los dos últimos años con una agresividad muy personalizada mas allá de las luchas de poder políticos. Vamos a aprender de esta lección, pero sobre todo que en el caos pueda, al final del túnel, retornar la armonía, que del insulto y agresividad se pase a la ironía, que recordemos que el fanatismo no lleva a ningún buen puerto, que podamos pensar libremente lejos de las ataduras, que un partido político no se convierta en una confusión entre ideales compartidos y ausencia de sujeto individual, el cual es excluido o visto como enemigo interno, y dando lugar a una ausencia de diálogo posible donde al disidente solo le quedaría como oportunidad ante la falta de escucha el grito en el que se anuncia un saber que escapa a la universalidad, siendo señalado con la amenaza implícita de ser un conspirador que intriga a conciencia, para ser mas exactos a mala conciencia, con mala intención, de ahí a la agresividad e insulto al “disidente” solo hay un paso, donde al oponente interno se le convierte, de un modo paranoico en conspirador malintencionado y dividido literalmente, puro desecho, pura basura en el colectivo grupal.
Los que me conocéis sabéis huyo de la crispación, de la agresividad en el intercambio verbal, del todo vale, del ansia del poder por el poder y busco mas la construcción que la discordia. En ese marco considero al Ateneo un espacio único de libertad e independencia, y así debe seguir siendo.
Hace dos años vez me presenté en estas elecciones a la Junta de Gobierno, un nuevo reto para mí, una responsabilidad grande a asumir en un momento muy complicado en nuestra sociedad y en ésta nuestra casa, en donde la crispación es evidente.
El puesto al que me presenté junto a los compañeros de la candidatura “Convergencia más independientes”, creyendo ingenuamente en esa verdad aparente del término independiente, fue al de secretario tercero y me gustaría detenerme en este significante, secretario.
¿Qué representa este lugar de secretario dentro de esta docta casa?
El secretario está en el lugar “de y para el otro”, escribe de algún modo un relato de dedicación a ese otro que sería el socio, un relato de cercanía y escucha, y de presencia muy activa en la vida del Ateneo, no de ausencias. Escuchar a ese socio, yo también lo fui en un inicio, que no forma parte de ese nuestro complejo organigrama de secciones, agrupaciones, cátedras, tertulias, y que constituyen la esencia del Ateneo de Madrid. Saber de sus propuestas y deseos, de sus ilusiones y desencantos, y conseguir una mayor participación en la vida del Ateneo.
No lo considero un lugar de sumisión, al revés, es un lugar muy activo, muy a pie de ese socio. Es el discurso del socio, como palabra, la auténtica verdad de un Ateneo independiente. Será necesaria una habilidad que permita que circule ese discurso, que decante en la palabra plena, que se aparte de lo perverso, de lo mezquino, de la mentira. Es un saber hacer con empatía y escucha muy activa. Que el secretario sea un servidor discreto. Trabajando mucho entre bambalinas fuera de los focos de tantos narcisismos malignos, al servicio de ese socio que da vida a nuestro Ateneo.
Mi interés sería el interés del socio, una fidelidad a ese socio, pues el discurso a escuchar es el de aquellos a los que representamos, apartado de intereses personales de cualquier tipo y de lucha de poder político.
Ese artesanado de la escucha y la palabra debe ser un acto de trabajo y amor, amor palabra hoy cada vez mas olvidada por el odio y el rencor.
Sería un trabajo participativo y creativo, en busca de un enriquecimiento de ésta nuestra casa, el Ateneo de Madrid. Que en definitiva es decir sus socios.
Trabajo acompañado de satisfacción, no en el sentido de nuestro sistema globalizador que devora una y otra institución y desvirtúa su esencia. Creí que se trataba de conseguir un compromiso de todos con ilusión, evitar un tipo de repetición donde ganen las partidas los egos individuales.
A lo largo de dos años me planteé luchar con honestidad para que el Ateneo siguiera navegando con fuerza aun en medio de ciclones y tormentas, no en aguas mansas. Cuanto más se complica la situación del Ateneo mas nos exige que seamos creativos e inconformistas con lo dado y establecido. El Ateneo no esta muerto como muchos agoreros anuncian. Observo en cada evento que los socios siguen produciendo discusiones, explicaciones, cada día en la rica vida cultural.
Es cierto que el Ateneo necesitaba dinamizarse y contemplar los cambios de la contemporaneidad. Hablando e interrogando lo que realmente sucede en nuestra docta casa. Seamos humildes, y sinceros con la situación real.
Que evitemos el estigma, como sucede ahora, de disociar lo que se hace y lo que se dice que se hace a veces motivado por no confrontar ideas y por la búsqueda de refugios en baluartes narcisistas a modo de islas incomunicadas. Que pudiera a fluir la comunicación entre la Junta de gobierno y todos los socios.
Que la ideología no se vuelva loca, donde la creencia se vuelve en certeza y no se la pude refutar por la vía dialéctico-reflexiva con ayuda de la crítica, que el significante amo no se esconda de forma encubierta tras el telón de la democracia, que se mantenga una autonomía de cada sujeto, que ahora en estos momentos tan confusos y duros donde a veces parece que el soporte de nuestro mundo venga a desvanecerse no caigamos en el síntoma ideológico que obture la búsqueda del saber y la verdad y nos permita reconocernos como sujetos libres en nuestro discurso.
Hoy hemos llegado a una situación política en el Ateneo en el que grupos muy distintos se unen para apartar al grupo 1820 de las estructuras del poder de la casa bajo el epígrafe “Defensores del Reglamento” y donde El otro es visto como un ser desechable y no es visto como semejante. Esto es necesario para dañarlo sin sentir culpa. Imposible el diálogo en esta situación.
Ha sido aire fresco por tanto la entrada de este grupo ¿Y qué era la justicia hasta ahora para el gobierno de la casa hasta la entrada del grupo? Poder dirigirla, maniobrarla, mangonearla, adulterarla, falsificarla y viciarla a su antojo. El mas grave de todos los síntomas antidemocráticos que se pueden diagnosticar.
Esto se estaba convirtiendo en una olla de grillos y creo que ha sido un magnífico tratamiento de limpieza esta novedad 1820 y que paradójicamente ha llevado a un aumento del MALESTAR EN LA INSTITUCIÓN
La institución, operador de la cultura, se propone regular las relaciones del sujeto con los objetos del mundo. Su finalidad no es tanto la de asegurar la protección del hombre contra las fuentes de desdicha que representan la naturaleza o el cuerpo, como controlar aquella fuerza esencial que trabaja en contra y cuyo paradigma es la agresividad.
¿La dialéctica no es entonces la de una lucha entre civilización y barbarie, sino la del incesante resurgimiento de la barbarie en el seno de la propia institución, como ha sucedido en muchas de las Juntas Generales que he vivido como secretario tercero, cuajada de ofensas e insultos personales.
En mi opinión las instituciones deben asegurar un mínimo de ese “para todos” que constituye a fin de cuentas su razón, para que el “uno por uno” llegue a tener una efectiva posibilidad.
Pero algo no cambia y es la agresividad que existe en cada uno de nosotros y cuya existencia supimos también con razón en el prójimo y que es el factor que perturba la relación con nuestros semejantes imponiendo a la cultura una serie de preceptos.
Debido a esta hostilidad primordial la sociedad y las instituciones se ve constantemente al borde de la desintegración.
”¿Por qué las instituciones que nosotros mismos hemos creado no habrían de representar mas bien protección y bienestar para todos?. Sin embargo si consideramos cuan pésimo resultado hemos obtenido, precisamente en este campo de la prevención contra el sufrimiento, comenzamos a sospechar que también en este caso podría ocultarse una porción de la indomable naturaleza, tratándose esta vez de nuestra propia constitución psíquica”, luchas de poder, egos insaciables, triunfo de los narcisismos malignos.
Hay épocas históricas de mucha conmoción, temor, confusión e incertidumbre, épocas, como la actual en el Ateneo en que para la gran mayoría de socios habría de producirse un cambio profundo del sistema social, pero en las que todavía no se vislumbra claramente la forma y el sentido en que debería hacerse.
Son épocas, pues, en las que a nivel de la conciencia individual buena parte del entramado social de la docta casa se siente conducida y abocada a vivir experiencias muy perturbadoras de las que no sabe quién es el responsable. La sensación es de alienación, viviendo y sintiendo de una manera ajena a la conciencia individual y el deseo propio y en un contexto de afectación colectiva
Aparece el fanatismo y el odio y eso tiñe de muerte las diferencias. Esa ha sido mi vivencia en el Ateneo de Madrid en estos últimos meses
Para no repetir es necesario recordar y elaborar a pesar del dolor que esto implica. Para cerrar heridas definitivamente es necesario abrirlas y limpiarlas. El hecho de que en las representaciones, los discursos, las conductas o los actos o en diversas situaciones algo vuelva sin cesar nos remite a un trauma individual o social no curado. Existen libretos repetitivos que es necesario desvelar y entender.
Lo contrario implica miedo al terror del que antes hablé, y que tal vez, está aun inscrito en un discurso no manifiesto sino inconsciente que se transmite de generación en generación. Es necesario poner nombre a los afectos más íntimos y para ello es obligatorio recordar. Para unos será necesario revivir la rabia y poder elaborarla y entenderla sin actualizarla en una agresión externa y para otros poder sentir la culpa que tal vez nunca sintieron y así entender también a los inocentes que sufrieron. Culpas y odios intergeneracionales. El recuerdo y la elaboración romperán de una vez por todas el circuito mortífero de la repetición y la sociedad, en el Ateneo, podrá por fin reconciliarse.
Ninguna perspectiva da cuenta de todo ni contiene todas las respuestas. Esta postura nos ayudará a tolerar la incertidumbre y nos empujará a interrogarnos e indagar sobre lo que hacemos.
En la medida en que todos los ateneístas nos zambullimos en el funcionamiento de la casa y estamos decididos a buscar la verdad pertenecemos a la misma familia.
Familia ateneísta que luchará por la no existencia de una frontera, una tapia infranqueable entre un grupa A y otro B, la locura y la cordura, la razón y la irracionalidad.
Por otro lado un desarrollo que no considere las condiciones políticas, económicas y sociales por las que atraviesa una institución será algo como una silla coja, en la cual es muy difícil sentarse y mantener el equilibrio.
Las instituciones devienen así operadores de lo que en términos freudianos llamaríamos el “proyecto de la cultura”, ese proceso que conduce a la inscripción del sujeto en el campo de lo social, efectivizando el pasaje de lo uno a lo colectivo.
Se podría objetar que las instituciones son, en contrapartida, formaciones que evidencian un grado muy superior de desarrollo, y tienen una clara definición de objetivos, discriminación de cargos y responsabilidades, mecanismos de autocontrol, y una prolongada permanencia en el tiempo.
Sin embargo en las instituciones como ha sido el caso del ateneo de Madrid han aparecido ciertos grupos que han actuado a modo de masas impulsivas excitables, extraordinariamente influenciables y crédulas; es acrítica, piensa por imágenes como en la actividad del fantaseo, y ninguna instancia racional mide su acuerdo con la realidad.
En ella, el individuo deja de ser él mismo y se convierte en un autómata carente de voluntad. (¿Grupos dentro del Ateneo como “Masa” en el sentido freudiano?)
Los sentimientos de la multitud son siempre simples y exaltados … no conocen la duda ni la incerteza … Pasan de un extremo al otro: la sospecha se convierte en certidumbre, la antipatía deviene con facilidad odio salvaje.
Inclinada ella misma a las pasiones extremas, la multitud exige ser excitada por estímulos desmedidos, y por ello es tan intolerante como obediente a la autoridad. Respeta la fuerza, y pide de sus héroes fortaleza y aun violencia … Quiere ser dominada y sometida, y temer a sus amos. Totalmente conservadora, siente profunda aversión hacia las novedades y progresos, y una veneración sin límites por la tradición.
La masa no conoce la sed de la verdad. Pide ilusiones, a las que no puede renunciar. Y está sujeta al poder mágico de las palabras, capaces de producir tormentas y también de apaciguarlas … .
Si en la mayoría de las instituciones no hay habitualmente un único líder, hay sí un ideal que suele dar lugar al desempeño de distintos líderes intermediarios entre ese ideal y los miembros del grupo. Toda institución tiene sus padres fundadores, sus héroes y sus mártires, venerados en los retratos, las placas, los monumentos, como modelos a seguir.
La institución funciona como un nombre que identifica al sujeto en el plano social, un rasgo por el que se reconoce y por el que se hace representar: el trabajo, la profesión, la universidad, el partido político, el equipo de fútbol, sustentan el entramado simbólico de pertenencias que sostienen el universo del sujeto.
Ser ateneísta. La institución fabrica una ficción de identidad, allí donde cada individuo renuncia a su peculiaridad para incorporarse a la masa, sacrificando sus preferencias al ideal colectivo, y asegurándose a través de la pertenencia una ilusoria protección contra el desamparo infantil.
El sujeto se aferra por ello a sus orígenes, a sus estamentos, los reclama y los venera, y las crisis de la vida suelen coincidir con las conmociones que producen en las identificaciones los desasimientos institucionales: el paso de una escuela a otra, el fin de la universidad, la pérdida de un trabajo, conmueven el sistema de identificaciones que anudan al sujeto en la trama de lo colectivo.
Hay por cierto un plus de goce de la pertenencia, reconocible en las significaciones compartidas, los sobreentendidos, que delatan la casta profesional del sujeto, sus preferencias, sus gustos, su orientación, en las jergas que emplea a modo de emblemas, en las significaciones que ellas generan y en las que se reconoce y satisface. Pero existe también un plus de malestar propio de la institución, que no se vincula al éxito del programa de la cultura sino a su fracaso, y del que somos testigos privilegiados como habitantes de la docta casa y un mismo destino que compartimos la riqueza de nuestros sistemas institucionales, y con ella su endeblez y su precariedad en el momento actual que nos debe hacer reflexionar con responsabilidad y acudir el día 31 de Mayo a participar en la renovación de cinco miembros que ya no estaremos en la Junta de Gobierno.
Dr. Alfonso Gómez Prieto
Médico-Psicoanalista. Director del Observatorio de Medicina, Estudios Clínicos y Psiquiatría de Arco Europeo. Presidente de la Agrupación «Ángel Garma» del Ateneo de Madrid. Vicepresidente de la Sección de Ciencias de la Salud del Ateneo de Madrid. Secretario Tercero de la Junta de Gobierno del Ateneo de Madrid. Miembro de la Fundación Europea para el Psicoanálisis.