Poca palabra en aquel abrazo de ese baile: El arrebato de Lol V. Stein
Por Pilar Úcar
El baile y Lol:
Hablar de arrebato conduce al imaginario colectivo del desbarre y desbarajuste, de la asimetría, de una arritmia insospechada.
Ser una persona arrebatada nos aproxima a una suerte de misticismo fuera de contexto, algo extemporáneo y Marguerite Duras sabía de lo que escribía.
Convirtió a Lol más que en personaje en persona, con visos de arrebato contenido: quizá la extraña locura de su heroína arrancó de uno de esos bailongos tan populares, tan selectos y elitistas también, tan de la época.
Las salas de baile han sido testigos de encuentros “arrebatados”: Zelda y Scott Fitzgerald sellaron su apasionamiento mutuo en un club social de baile en Montgomery en Alabama, por ejemplo.
La vida de Lol V. Stein fue un arrebato: la venda de escayola que cubre sus ojos se desprende y se cae del guindo en un casino, sofisticado, según los cánones del momento, cuando ante sus ojos, observa y constata el encandilamiento de su prometido hacia otra mujer. La reacción de ella puede adoptar distintas modalidades: darse un punto en la boca y en casa, en privado, espetarle un: “te voy a leer la cartilla”, o sea, montarle un pollo del 7, la marimorena…: “pero, ¿tú qué te has creído?”, “hasta aquí hemos llegado, borrón y cuenta nueva, a otra cosa mariposa”.
Muchos afirmarán que actuar como si con una no fuera la cosa es mantener el tipo y la templanza, otros preferirán la gresca in situ y en caliente, que luego ya sabemos que el runrún y rumiar desafectos y decepciones pasan factura.
Pero Lol aguantó el tirón, impávida, casi inerme y sin mover la pestaña, mostró “dignidad femenina”: poca palabra.
Aquí no pasa nada, como Bernarda Alba: silencio y a seguir viviendo.
… Tout à coup, nos transportamos a ese baile, ese maldito baile. Irene Némirovsky también sabe mucho de danzas, y Rosa Montero. Eso de bailar tiene lo suyo; da igual que se trata de un baile de salón o de una discoteca popera, un guateque de los setenta o un garito de reguetón.
El baile provoca y desinhibe, anima y desilusiona… en cualquier caso, el baile es un conglomerado cuya argamasa es el arrebato, porque… el baile, arrebata. Que se lo digan por ejemplo a Tatiana Tibuleac, la gran escritora moldava que asegura no saber escribir de amor o a la poeta uruguaya Delmira Agustini, tan arrebatada como dulce, quien ejemplifica el amor loco en su más puro significado.
El grito arrebatado:
…. Matrimonio, hijos y familia. Todo en orden aparentemente en las nuevas coordenadas vitales de Lol. Pero la sombra de aquella postración acecha y ese rompecabezas pretérito es una herida que supura, una puerta mal cerrada por cuya rendija se atisba el drama.
Y como si de un tejido patchtwork o las teselas diseminadas de un kintsugi, ya va siendo hora de pegar piezas erráticas, de reconstruir el molde que con tanto afán Lol escondió en el fondo de sus entretelas: por mucho que se hunda la capa freática, al final, el magma revienta. Ella lo sabe y ese “arrebato soterrado” se transforma en un rapto súbito que si no te lleva al otro barrio, se esconde bajo siete llaves, pero siempre palpita ahí… latente…un rescoldo incandescente que no termina de apagarse.
La mano de la escritora, cual demiurgo, enseñorea el alma traspuesta de la protagonista, los colores blancos y azules se difuminan…
En un duermevela de ensoñaciones maternofiliales, Marguerite Duras permite entrever su persona: en su vida cabe de todo como en sus libros, la escritura como terapia dentro del movimiento nouveau roman con su estilo tan personalísimo. Su forma de redacción es visual y fracturada, un espejo hecho añicos en el que el lector atisba fragmentos de vida propios y ajenos. La coherencia argumental y léxica en perfecta imbricación.
Resulta curioso el hilo de la narración, un subterfugio inteligente en el que se escuda y bajo el que se pertrecha la autora que cree entender la epidermis de Lol y habla y cuenta por ella, sin ser consciente de que el dolor por el abandono solo el sujeto abandonado lo sufre.
La vida, al fin y al cabo:
Más allá de la personalidad errática de Lol, el arrebato, el grito desgarrador es su salvación, cierra pasión y deseo. A partir de ese momento, el resto será un sucedáneo vital, un dejarse vivir y estar. De ahí a la locura, pocos centímetros. Una más en la larga historia de mujeres reales y ficticias a las que les han hecho luz de gas, invisibilizándolas y anulándolas.
El discurso narrativo, pasional y arrebatado se amolda perfectamente a las hechuras de la personalidad elegida por Marguerite Duras para Lol: intertextualidad auténtica y sincera. Por más que pregunte e inquiera, no llega la respuesta y eso es un sinvivir atávico que la parte en dos. No hay pegamento que arregle su desaguisado íntimo e intransferible: ante ella se abre un vacío abisal, misterioso e infranqueable.
OBSERVATORIO DE FILOLOGÍAY LENGUA ESPAÑOLA
Directora del Observatorio de Filología y Lengua Española: Pilar Úcar Ventura