La palabra y la mano de mi catrina…
Por Pilar Úcar
En estos días tan significativos la catrina que luce en un hueco especial de las estanterías de mi despacho universitario me mira, hierática y elegante. Cuando entro, me saluda de frente, no desvía su mirada y atisbo cierto movimiento en su boca pintada.
Me vigila condescendiente y sonríe como una dama experimentada que se alza de las tinieblas al júbilo….Me pulsa y me reta con sus ojos tan expresivos que emergen de cuévanos vistosos. Un nuevo día, que no es poco, otra vez juntas.
¡¡Cuánto hemos vivido y quién cuánto por vivir!!
Su policromía a veces me inquieta: un cromatismo que invita a danzar y a pensar:
…“recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando, cuán presto se va el placer”…
Versos famosos del gran poeta castellano Jorge Manrique. Como si ambos se conocieran, Catrina y él forman una pareja de baile en la antecámara del tránsito, acompasan ritmos al unísono, de un lado al otro … navegan por las aguas de la laguna Estigia y Caronte empuja levemente la barca.
Muerte y vida, jolgorio y tristeza, cuerpo y alma.
Mi catrina parece que apunta, respingona un horizonte lejano y anticipa, presuntuosa a través de la luz del ventanal, tinieblas de antaño, augurios funestos…su vestido escayolado despeja sobresaltos. Y entonces, una mueca plácida…todo está bien.
Ocupa ese lugar señalado desde hace mucho tiempo; la conocí, nos conocimos en uno de mis viajes a su lugar natal…localidad de tanto afecto para mí, de tantos afectos hoy presentes, y alguien me sugirió que la catrina en la vida personal de quien la posee es una fiesta. Me gusta mirarla: me giro levemente y ahí está.
Sonreímos juntas: ella silente en apariencia, muda y sin ánimo de ejecutar juicio alguno de tanto acontecer entre esas cuatro paredes académicas.
La catrina por mor de su demiurgo y el preboste que la bautizó, adquiere ringorrango con el tiempo, prestancia sólida: una postura lúcida que con tanto arte y maestría supieron plasmar José Guadalupe Posada y Diego Rivera, grande y poderoso.
Catrina no necesita carátula, ni máscara ni antifaz, toda ella es un mural majestuoso de ironía y júbilo, sarcasmo y crítica populares.
Burla, humor y enseñanza, figura llamativa y colores estridentes. Compite fraternalmente con la calaca, un cráneo “garbancero” con visos de abolengo y pedigrí, calavera extraordinaria que se une al esqueleto estilizado de la fémina fúnebre sin guadaña.
Si la vida es un valle de lágrimas, así nos lo aseguran, una contienda personal, ella, Catrina, triunfa en las justas lúdicas y en torneos florales. Porque toda ella es luminaria y jardín. Victoriosa nos empuja a caminar a su lado: sombra risueña.
Inanimada y con aliento propio en pura paradoja, que insufla hálito sin distingos de momentos vitales más o menos propicios.
Su traje de gala no es un simple atrezo, ni decoración de cartón piedra en una escena dramática, se trata de un outfit de época, de la gran época llena de polisones, miriñaques, frufrú, lienzos hechos a medida de su estilizada figura, un auténtico tapiz flamenco con genuino folklore identitario.
Regia e indómita, asiste a fiestas de gala: ojo avizor, periscopio sin fisuras para criticar miserias y falsedades, oropel y penurias, fallos y vanidades que en una hoguera se esfumarán.
Catrín y Catrina configuran pareja admirada y admirable, una imagen perpetuada más allá del tiempo y del espacio, aristócratas que del campo ascienden a salones; del puchero donde se cuece el garbanzo al pulque que se paladea entre cristales y balcones.
Corrección política al margen, más allá de pueblos autóctonos y de otros viajeros, comerciantes nativos y visitantes foráneos, sociedad palpitante…población solidaria y generosa sin reniego de origen, Catrina representa un crisol fundido sin forzar generaciones; cultura y lengua, costumbres, idiosincrasia particular y herencia asimilada.
Siempre Catrina, tocada, nunca el cráneo va desprovisto de la sombra que engalana su anatomía extrema: sombrero, pamela, encaje, puntillas, raso y sedas y plumas, muchas tantas como las que le pintó el marido de Frida Kahlo en aquel famoso Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central.
La catrina trasciende su propio ser para configurarse en motivo artístico de versos, letras y estrofas; nihil novum sub sole…la muerte ronda la vida: dos caras de la misma moneda, Ormuz y Ahriman, luna y sol.
En los días de los muertos, la algarabía exalta al finado, se celebra el deceso, el obituario se festeja. Danzas medievales, momentos culturales de costumbres añejas con sabor a burbuja.
El pueblo, impregnado de euforia, se desparrama por las calles compartiendo deseos, esperanza y sueños. Burlas y chanzas, sentido del humor ante lo inexorable. Ya que estamos, vivamos que luego catrina nos mecerá para adormecernos y otros brindarán por nosotros.
El recuerdo siempre, el recuerdo y la memoria. ¿Para qué esquivar lo que se va a cumplir? México y otros países se unen más allá de la distancia marítima –transoceánica- en la visión de la muerte; la perciben con inteligencia y sabiduría: la vivencian en cuentos infantiles y la proclaman con la palabra proferida de generación en generación; momentos jocosos e instantes de verbena.
Las catrinas nos hacen un guiño de afecto democrático: todos igualados y sin diferencias, nos ofrecen sus manos sarmentosas, una extremidad huesuda en guante de terciopelo.
Firme y delicada esa muerte, imaginada y real, acude a su hora. Cuántos escritores la han mentado; protagonista en la gran pantalla tiene lleno su carné de baile. Resabios populares y matices culturales. Cuerpo y alma, espíritu en pura esencia. Riqueza y variedad, crisol de poblaciones, caleidoscopio personal y colectivo.
Poco falta para que Catrina agarre un pasaje y se encarame en la cubierta de un barco y surque mares hacia nuevos continentes, que ascienda por la pasarela y la aclame la tripulación expectante de tan singular invitada. Se ha bajado de aquel pedestal pétreo de su ciudad y con tacones y sombrilla sin mirar atrás, erguida y casi marcial se dirige a otro mundo, el suyo y el de todos. Se desliza entre cortinajes, traspasa muros y se ubica, tranquila en mi despacho recordándome siempre mi caducidad, mi finitud y trasportándome a esos viajes en trajinera por Xochimilco.
En estas fechas tan significativas para todos nosotros para todos los que hoy participamos en esta convocatoria, nuestro corazón con los ausentes, con los seres queridos que gozan de mejor vida, de una paz que compartiremos cuando nos roce el sombrero de Catrina.
Hoy mi corazón está con los míos que siempre velan por mí.
DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA
Directora Pilar Úcar Ventura