La palabra y el lenguaje del cine

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La palabra y el lenguaje del cine

Por Pilar Úcar

Del “¡prevenido!, ¡cámara y acción!, ¡toma dos!”, funde a negro, silla plegable con el rótulo de “director”, focos y cables por un cubículo donde pululan gente y gentecilla en un ir y venir desenfrenado…han pasado muchas décadas.

Hace mucho tiempo nos afanábamos por aprender la ortografía y la fonética del término “sensurround”, no fuera a ser que nos pillaran en falta en alguna conversación de avezados cinéfilos; hoy tenemos la expresión “banda sonora” para no meter la pata con el vocablo “soundtrack”.

Ahora el lenguaje del cine más innovador, más mediático, globalizado y al alcance de grandes masas es el que se filma en diferentes estudios, sofisticados y rutilantes, con hordas de expertos en “audiovisualidad”, valga el neologismo, diseñadores gráficos, creativos en imagen y programas cibernáuticos impronunciables, nomenclatura opaca y esotérica para el aficionado a la sala de cine de barrio, a aquellos nostálgicos multicines que ceden su lugar  a los actuales “macro-recintos polifuncionales” donde una confortable butaca con mesita auxiliar al lado y respaldo reclinable, para colocar el “ranchito” particular, acoge a un público ruidoso, muy gutural.

Preparados con las lentes ad hoc, el susto y la sorpresa no se hacen esperar, las paredes gigantes se llenan de imágenes que envuelven a todos en un caleidoscopio mareante, hay que ajustarse las lentes de talla única porque desde la “big screen” comienzan a saltar cenizas y gotas de lluvia al respetable. Todo se debe a ese 3D o 4DX al modo del jurásico juego “tocao y hundido”. Todo es luz y color, poca palabra, o sombra y oscuridad, música bulliciosa, impresionista e impresionante en antítesis con la leve melodía que relaja cuerpos y neuronas.

El lenguaje verbal se echa de menos: para qué palabra, si una imagen vale más que mil de ellas.

DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA

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Directora Pilar Úcar Ventura

Música y literatura

ARCO EUROPEO LITERATURA Imagen de Christine Engelhardt en Pixabay

Música y literatura

Por Rosa Amor

Aunque ya lo hemos apuntado, profundizamos un poco más en la utilidad didáctica que pueden tener en las clases materiales de todo tipo, sonoros o escritos, que faciliten y enriquezcan la adquisición de conocimientos. Así, el estudio de la novela artúrica, ya para empezar muy interesante por lo fantasioso, romántico y aventurero, tiene que ser básico para mantener el interés del alumnado en temas como las crónicas o las novelas de caballerías y caballerescas. Lo conseguimos si propiciamos que los alumnos aporten paralelismos entre estas manifestaciones literarias, muy históricas e historicistas, con actualizaciones tan evidentes y próximas a su sensibilidad como las distintas películas de La guerra de las galaxias, de Indiana Jones y de El Señor de los anillos o las lucidas adaptaciones del tema artúrico en Excalibur o El primer caballero, o los diferentes cómics sobre este u otros temas históricos, como las aventuras del Capitán Alatriste de Pérez Reverte.

Ya en el tema de la literatura trovadoresca, da un buen rendimiento relacionar las baladas, las canciones de amor, los serventesios y los lamentos de los trovadores con manifestaciones actuales que ellos mismos pueden traer a clase. La lírica tradicional se ha mantenido como un fondo constante a lo largo de la historia y se pueden encontrar ejemplos formales y temáticos en canciones populares actuales (Ayúdeme, prima, que viene mi novio a verme, de Niña Pastori y Qué bonita que es mi niña, de Martirio). El romance, poema narrativo de verso octosílabo, se halla en la base de numerosas composiciones y bastará en hacerles observar la métrica de las letras de algunas canciones actuales. De hecho, siempre hay sorpresas, tanto porque traen materiales que nosotros no tendríamos en cuenta como porque se bajan de Internet algunos difíciles de encontrar. En cuanto al Quijote, cabe decir que en torno a 2005, año del cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, han aparecido sugerentes adaptaciones infantiles y juveniles, realizadas según criterios variados. Y, aún, cuando tengamos que afrontar la introducción de grandes movimientos estético-culturales como el Renacimiento y el Romanticismo, buscaremos en los límites más universales los cebos para hacer que concreten en las manifestaciones más locales. Así, en el primer caso, es bueno relacionar la literatura con los progresos de las artes mayores en aquel momento vía Miguel Ángel (arquitecto, poeta, pintor, etc.), Leonardo da Vinci (inventor, pintor, ingeniero, etc.) o Galileo Galilei y Copérnico, que abrieron los ojos hacia el infinito cruzando las barreras del cielo religioso oficial. En cuanto al Romanticismo, a la vez que les hablamos del genial y polifacético Goethe, o de los pensadores alemanes, ingleses y franceses que hicieron progresar el mundo de las ideas, los inventos y la libertad personal, siempre es bueno dejar caer en el discurso los nombres míticos y fantásticos de Frankestein y Drácula, que nunca los dejan indiferentes. Y hablar de Mary Shelley y de la reunión en la Villa Diodati, cerca del lago Leman, y del reto de quien creaba la criatura más imaginativa y a la vez más horrorosa. Y, claro está, no debemos desaprovechar todo este torrente de fascinación que les podemos provocar para conectar Frankestein o el moderno Prometeo con el fascinante mito clásico. Ese Prometeo que creó la raza humana con arcilla y las lágrimas de arrepentimiento, el primer hombre a quien la diosa Atenea infundió vida. Salvando las distancias, casi les ofrecemos circular por la red telemática de nuestros conocimientos. Y casarlo todo, en el momento oportuno, con la recuperación que algunos autores hacen de figuras legendarias como la de Alvar González, en el caso de Antonio Machado. Y que les suenen nombres o movimientos que estudiaremos más adelante.

Así, en todo momento, en las clases de historia de la literatura española debemos estar abiertos a las referencias a los movimientos y a los grandes autores universales (Dante, Petrarca, Bocaccio, Cervantes, Shakespeare, etc.), primero, por la necesidad de abrir horizontes literarios y culturales, siempre muy saludables, y, segundo, para que se den cuenta de nuevo de que nada pasa por casualidad, por azar, y de todo ha marcado, y mucho, nuestro presente más inmediato. Por otra parte, es necesario, siempre que sea factible, que las lecturas complementarias que les proponemos las trabajemos con las aportaciones de otros departamentos (sobre todo de ciencias sociales). También, en ESO, desde las clases de plástica, y en bachillerato, concretamente con los alumnos del bachillerato artístico, ofrece muy buen rendimiento proponerles hacer la translación, con las distintas técnicas que dominen mínimamente o les interesen (tiras de cómics, acuarelas, dibujos al carbón, ceras, tizas, etc.) de fragmentos, episodios o momentos cruciales de obras y autores de los que se haya hablado inexcusablemente.

Uno de los sistemas dinamizadores de las clases y estimuladores para que les entren las ganas de saber historia personal o colectiva es organizar charlas y debates con personas que hayan vivido hechos relevantes, o bien con autores de las obras que leen.

En cuanto al uso de la música en las clases de historia de la literatura, hay que contar, siempre que sea posible, con el Departamento de Música para completar los análisis estrictamente literarios con los musicales. En estos momentos, podemos ilustrar poemas de todos los poetas destacados, desde los clásicos hasta los más jóvenes, gracias al gran número de musicalizaciones que se han hecho de poemas. Otra vertiente poética, la de la canción popular, de mucho juego en las clases y es de fácil acceso en la discografía de cantantes y grupos bastante actuales.

En el campo de los audiovisuales disponemos de una serie de vídeos sobre autores y movimientos, de interés y calidad diferentes, que son muy útiles, tanto si los utilizamos antes de las clases teóricas como a posteriori.

DEPARTAMENTO DE EDUCACIÓN 

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Directora: Rosa Amor del Olmo

La palabra y ese … ”¿me entiendes?”

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La palabra y ese … ”¿me entiendes?”

Da igual el foro en el que nos encontremos, la conversación en la que participemos o el acto al que acudamos; siempre y de manera inevitable -o no tanto- se cuela el consabido sonsonete: “¿me entiendes?” un claro “a ver si te enteras, que te despistas y no me prestas atención”.

Todo ese magma lingüístico se adivina bajo las aguas procelosas del acto comunicativo como si fuera la masa espesa y compacta del iceberg que naufraga de un lado al otro del cerebro del emisor que reprocha al receptor su falta de comprensión.

De ahí al “¿sabes lo que te quiero decir?” un nanosegundo en el metaverso de la interacción humana. Todo son increpaciones a la estulticia manifiesta de quien escucha, pasmado, a ese hablante falto de expresividad.

En más de una ocasión, me he atrevido, cual receptora osada -que no ignorante, porque si algo no sé, pregunto y así evito el runrún de la duda perpetua- a espetar al marisabidillo de turno: “yo te entiendo, pero te explicas como el c… o como el r…” (coloquialismos muy del gusto de nuestros tineyers que evito en mi escritura pero no en mi oralidad) vamos, que no hay forma de entrever el mensaje que quiere proferir el supuesto y presuntuoso sabio porque desconoce los mínimos y básicos rudimentos del lenguaje.

Para mi propia tranquilidad y la del ajeno lector que sigue este observatorio, nos queda reconocer que el manido “¿me entiendes?” tan solo es una muletilla del discurso social, al modo de otros del pelo: “pues…, en fin…, a ver…, ya… claro…” elementos que nos proporciona el lenguaje en su función fática y que nos permite mantener el contacto con el otro.

¡Cuidado! Estoy hablando del contacto comunicativo, lo del “cum-tactum” para otra ocasión.

DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA

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Directora Pilar Úcar Ventura

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La palabra y los insultos elegantes: “¡eres un miserable!”

BOSCO

La palabra y los insultos elegantes: “¡eres un miserable!”

Por Pilar Úcar

La rabia es mala compañera en todo acto comunicativo si no se sabe encauzar para la creatividad. Grandes escritores nos han dejado auténticas obras de arte literarias basadas en emociones de furia, celos, envidia… Sin ir más lejos y con solo acudir a nuestro áureo siglo, Quevedo y Góngora configuran el epítome de la elegancia injuriosa, auténticos maestros en el juego floral del insulto elegante y culto.

Ahora bien, “a pie de calle”, -como dicen hoy periodistas (y comunicadores)-, en el cuerpo a cuerpo diario de la interacción social, en conversaciones más o menos familiares, si no media la reflexión o no nos damos un punto en la boca, el insulto aflora con el fin de golpear al contrincante, al receptor, como si de un escupitajo se tratara, agazapado de tanto rumiarlo, esperando la ocasión más propicia.

Calificar a alguien de miserable resulta cuando menos efectista y algo melodramático, muy de escenario, y seguro que, al proferirlo, hay una intención de “ofender en modo elegante”, que se entere el insultado de que si uno quiere, sabe y puede cambiar de registro idiomático. Parece que el emisor intenta imitar los diálogos de ínclitos vates reunidos en la Taberna del Turco, poetas famosos que concitaban alrededor a sus propios fans…

Si largamos el archisabido “gilipollas o hijueputa o cabrón” entre otros del pelo, de tan insistentes por repetidos, carecen de los resultados que se desean lograr: herir y dar en la diana.

Tildar a un tipo de calzonazos supone descender casi al barro, mejor: “¡miserable!”.

Yo prefiero los adjetivos con apariencia de simpleza e infantilismo: “soso, bobo, tonto”, por ejemplo; desde mi punto de vista, mucho más eficaces que los propios de la “bordería” habitual o los que presentan cierto resabio de “cultez”.

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Directora Pilar Úcar Ventura

Maltrato infantil y literatura picaresca

FOTO FUENTE PIXABAY fairy-tale-g767b90152_1920

Maltrato infantil y literatura picaresca

Por Rosa Amor

El maltrato infantil, un problema social y de salud de primer orden, tiene su espacio en la literatura clásica y en nuestro canon literario. El maltrato infantil adquirió visibilidad en la década de los 60, cuando se describió como el Síndrome del Niño Maltratado: el uso de la fuerza física no accidental, dirigida a herir o lesionar a un niño por parte de sus padres o parientes. Posteriormente, se incluyeron la negligencia y los aspectos psicológicos y emocionales como partes del maltrato infantil. La novela picaresca es un género típicamente español en el que encontramos multitud de personajes representativos de este síndrome.

 El Lazarillo, prototipo del maltratado

Lázaro (_El lazarillo de Tormes_, 1554) representa el comienzo de una saga que va a hacer del niño maltratado su protagonista. Los sufrimientos de que es objeto incluyen vejaciones, mentiras, violencia y abandono. En aquellos años de esplendor literario se escribieron más de cincuenta textos sobre niños que se habían vuelto engañadores, niños corrompidos, incluso alguna mujer también como La pícara Justina.

A este respecto, el experto [Alonso Zamora Vicente] afirmó sobre la tradición picaresca española: «Situado dentro de una corriente que podríamos llamar general, usada por todos los países (el motivo artístico basado en el desheredado, el vagabundo, el hampón), solamente en España alcanza un desarrollo literario universal, lejos de la anécdota (…) Tiene como personaje principal al pícaro».

El Guzmán de Alfarache

Tan solo unos años después de la aparición del Lazarillo surgió _El Guzmán de Alfarache_, (1599) considerado «el pícaro» por excelencia. Hay en la obra una concepción y sátira moralista contextualizada. Introduce una nueva sensación de desasosiego, desde el diagnóstico de una sociedad en la que está instalada el engaño, la maldad del hombre y su denuncia con propósitos reformadores.

Desde el comienzo de la novela (parte I, libro I, capítulos III y IV) el Guzmán sufre el primer abuso burlesco. Para el experto [Fernando Rodríguez Mansilla], este momento establece también el lugar donde este tipo de episodios suelen ocurrir:

«Este episodio es el equivalente al del toro de Salamanca: el pícaro se da cuenta de que está solo ante la adversidad y no debe dejarse burlar en el futuro. La venta a la que llega Guzmán es un lugar que, narrativamente, funciona como el mesón en el que el ciego del Lazarillo narraba las hazañas de su criado. Es un espacio público de tránsito (como la plaza), donde convergen personajes de toda laya, idóneo para las estafas, engaños y burlas. Se trata del escenario picaresco por definición».

La desmesura barroca: ‘El Buscón’

Para Quevedo, por el contrario, no habrá lugar a digresiones moralizadoras. Con estilo cómico, incluso esperpéntico y desde la desmesura barroca, caricaturiza a su pícaro _El Buscón_ y demuestra una consecuencia más integrada en la vida de estos jóvenes: la [imposibilidad de ascenso social] por la vía de las malas artes.

Con Estebanillo González_ (1646), considerado último escalón de la picaresca en el siglo XVII, la picaresca se va desintegrando y mezclándose con otros estilos. Es una novela de aventuras sin preocupación del contexto social.

Del Siglo de Oro a la modernidad

La expansión continuó años después, saltando desde los años de los Siglos de Oro a otros países, calando con el tiempo en el romanticismo y realismo. Un ejemplo de novela social ya en el siglo XIX es el _Oliver Twist_ de Charles Dickens, donde el autor satiriza el trabajo infantil, la violencia doméstica, el reclutamiento de niños como delincuentes y la presencia de niños de la calle.

La novela realista en España encabezada por Benito Pérez Galdós mostró a lo largo de toda su producción reflejos de personajes de la infancia y adolescencia de la sociedad. Protagonistas célebres como _Marianela_ son la representación del dolor por el abandono y maltrato afectivo. «Dicen que yo no sirvo ni puedo servir para nada», dice la protagonista de sí misma.

Pero son muchos los niños enfermos, golpeados, que sufren porque han sido abandonados, maltratados por la sociedad. La propia Isidora (_La desheredada_, 1881, también de Galdós) es la culminación fatal de una vida golpeada por la sociedad. Mariano, su hermano, apodado Pecado, representa esa marginalidad impuesta por el determinismo social.

Sirva esta descripción del autor:  «Mayor variedad de aspecto y de fachas en la unidad de la inocencia picaresca no se ha visto jamás. Había caras lívidas y rostros siniestros entre la muchedumbre de semblantes alegres. El raquitismo heredado marcaba con su sello amarillo multitud de cabezas, inscribiendo la predestinación del crimen. Los cráneos achatados, los pómulos cubiertos de granulaciones y el pelo ralo ponían una máscara de antipatía sobre las siempre interesantes facciones de la niñez». [Capítulo VI].

Baroja y Cela

Unos años después, Pío Baroja reutiliza la idea del personaje marginado, consecuencia del abandono y maltrato. En _La lucha por la vida_, trilogía de novelas escrita por Pío Baroja, se narra la vida de Manuel Alcázar, desde su niñez hasta su madurez, y cómo se va abriendo camino desde la miseria hasta la prosperidad en una España sórdida y convulsionada social y políticamente.

La trilogía está compuesta por _La Busca_, publicada en 1904; _Mala Hierba_ de 1904 y _Aurora Roja_ de 1905; y es considerada la obra máxima de Pio Baroja.

En 1944, Cela escribió las _Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes_ en una versión de mayor arraigo personal por parte del protagonista, que buscará nuevas salidas y adaptación a un sufrimiento violento que le acompañará toda su vida.

Es merecedor de reflexión que este género literario (cuyo itinerario histórico hemos esbozado) haya gozado no solo de popularidad, sino de éxito y repercusión en nuestra tradición literaria.

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Directora: Rosa Amor del Olmo

La palabra y la fábula

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La palabra y la fábula

Por Pilar Úcar

La fábula es una composición literaria protagonizada principalmente por animales, de cuyas peripecias se deriva una moraleja.

Muchos han sido los famosos que han cultivado esta forma de escribir y de enseñar, lo de divertir (docere et monere dieciochesco) está por ver.

Lecciones de vida que la literatura se empecina en expresar para adoctrinar.

En la película Los lunes al sol, hay una escena memorable interpretada por Javier Bardem en la que para dormir a un niño del que cuida esa noche, lee la fábula de La cigarra y la hormiga.

Y él, hace una exégesis a modo de panegírico marxista reivindicando la alegría de vivir de la cigarra y deplorando la actitud especuladora de la hormiga, tan “hormiguita” ella.

A Esopo también se le atribuye la fábula de La rana y el escorpión muy repetida en especial por narradores orales africanos con ciertas variaciones en la elección del animalario según coordenadas geográficas.

Em ambos relatos predomina la conversación sencilla, la interacción entre los personajes basada en pregunta y respuesta, un vocabulario muy simple, y la estructura sintáctica a modo de estribillo con escasos nexos y pocas subordinaciones.

La enjundia hay que descubrirla al final, en la moraleja, muy breve, un auténtico despliegue de conceptismo consistente en reconvenir al respetable -ignorante e infantil- advertirle de su estulticia e inexperiencia, so pretexto de autoridad fingida, sabia y madura.

Ahora que estamos a principios de año tan pletóricos y llenos de deseos, sería bueno psicoanalizar a cada uno de esos animalitos, tan dulces y dañinos, tan tóxicos y enmascarados, pero nunca ingenuos, e invitarles a que sigan tocando la guitarra, almacenando el grano, o cruzando la charca, pero sobre todo, dar un puntapié al escorpión, alacrán y cocodrilo para que se hundan definitivamente, sin posibilidad de picar.

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Directora Pilar Úcar Ventura

 

 

EXPOSICION RODRIGUEZ LAFORA

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EXPOSICION RODRIGUEZ LAFORA: ARTE PSICOPATOLÓGICO

Queridos amigos de Arco Europeo:

La Agrupación Especial Ateneísta Ángel Garma en colaboración con el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN), acaban de inaugurar en la Sala de Exposiciones del Ateneo de Madrid, Calle Prado 21, hasta el 23 de enero y con entrada gratuita, una exposición inédita sobre los archivos de arte psicopatológico del Dr. Rodríguez Lafora.

El martes 10 de Enero a las 18.30h. se llevará a cabo la inauguración oficial acompañada de una visita guiada. A ello se sumará la conferencia que tendrá lugar el miércoles 11 de Enero del 2023 en la cual se analizará con detenimiento la obra expuesta.

¡Os esperamos y a la vez os agradecemos de antemano la difusión de la actividad!

Con nuestros mejores deseos para este Nuevo Año 2023,

Un afectuoso saludo, Dr. Alfonso A. Gómez Prieto,  Presidente de la Agrupación Especial Ateneista Ángel Garma del Ateneo de Madrid y Director del Departamento de Medicina, Psiquiatría y Psicoanálisis de Arco Europeo

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La palabra “felizaño”… ¿hasta cuándo?

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La palabra «felizaño»… ¿hasta cuándo?

Por Pilar Úcar

Mucho se ha escrito sobre el tema de las felicitaciones y en especial de la expresión cómica “feliciano”, muy fonética ella en clara alusión al primero de año, de ese Año Nuevo que va en mayúscula o minúscula según el sentido y el uso que se dé como vimos en mi anterior colaboración sobre la ortografía navideña.

Un breve repaso al tema nos lleva a preguntarnos hasta cuándo seguir profiriendo la cantaleta que arranca días antes de la fecha en que se supone comienza el año nuevo.

Y digo “se supone” porque a una de mis doctorandas, china, eso de la felicitación cumpliendo el día, se la trae al pairo, pero muy educada me felicita, puntual, el 1 de este 2023 y yo tengo que esperar hasta el 22 de enero para devolverle otra rutina lingüística de cortesía: “igualmente”.

Ahí vemos la ficción del “añoviejo”, expresión en franco declive y la insistencia del nuevo año hasta… ¿marzo?, por ejemplo, con el pretexto de que no nos hemos visto todavía, o no hemos coincidido personalmente para desearnos in situ la “felicidad anual”.

Año que no tiene que ir, por obligación, precedido del determinante “el”. En la actualidad la RAE admite las formas “de 2023” o “del 2023”, “a 2023” o “al 2023” aunque prefiere y aconseja evitar el artículo.

En cualquier caso, nos encontremos a las puertas de 1962 o de este 2023 recién estrenado (no para los chinos, repito), conforme avanza el tiempo, no deja de resultar ridículo el hecho de repetir el sonsonete del “feliciano” que poco o nada aporta en la comunicación entre emisor y receptor.

Seguiremos trayendo a colación en este Observatorio expresiones hueras de contenido testimonios palpables de ciertos acuerdos sociales idiomáticos en un discurso con algunas pretensiones de interacción humana.

DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA

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Directora Pilar Úcar Ventura