Homeschooling
Por Rosa Amor
Antes de que me lleven al paredón quisiera relatar alguna de mis experiencias vitales de vivir aquí y allá -por si sirve- como educadora, profesora y madre. El confinamiento a más de uno le habrá dado para replantease su vida, es espero, que las dificultades nos sirvan. Para nosotros no ha sido un cambio extraño el confinarnos, hemos vivido mucho tiempo así, y estamos vivos. Existe en países como Francia, EEUU y otros lo que se denomina Aprender en la familia y es un sistema que me parece muy conveniente -no para todas las personas- pero sí para niños con enfermedades o que se dedican a la música, deporte, artes, danza, con mayor impulso que el resto, los cuales necesitan más tiempo y descanso especial. Pueden ser niños que sus padres viajan y se van con ellos, puede haber tantas razones y peculiaridades como personas hay. Lo que me abruma es que sabiendo que hay gran tipología de personas y circunstancias se pretenda que todos vivamos igual. Pues no.
Esto no quiere decir que el niño se estudia desde su casa, sufra de incomunicación, sea raro, se pierda lo guay de las horas muertas del colegio, o el hacerse esos amiguísimos que nunca lo serán en la realidad del tiempo. Es una forma de trabajo autosuficiente y que va al grano. Todos sabemos que 4 horas bien trabajadas al ritmo que uno quiere y complementando con lecturas, escuchas de música, revistas para niños y otros complementos, es más que suficiente para llegar a la inmortalidad en conocimiento. A mí me parece que esto debe ser un derecho y que no te deben meter en la cárcel si no escolarizas a la manera común a tu niño.
En Francia la instrucción es obligatoria entre los 6 y los 16 años, y dicha instrucción puede llevarse a cabo en centros públicos, privados o en el hogar, bien a través de cursos por correspondencia, bien con el acompañamiento de los padres, de uno de los dos progenitores o de alguien designado por ellos a tal efecto. De tal manera, entre los 6 y los 16 años los niños deben tener acceso al conocimiento y a los instrumentos que le puedan permitir acceder a él por sí mismos para garantizar que puedan ejercer su ciudadanía integrados en la vida social y profesional.
Las familias con hijos de 6 años o más que deseen educarlos en casa deben comunicarlo cada año, como muy tarde una semana después de haberse iniciado el curso escolar, a la inspección departamental de la academia correspondiente de cada circunscripción. También deben comunicarlo al alcalde de su población, o a la delegación de educación correspondiente del ayuntamiento en caso de grandes ciudades.
La inspección académica realiza como mínimo una visita anual a las familias que educan en casa en cualquier momento del curso a partir del tercer mes desde el inicio del año escolar (previo aviso de la delegación pedagógica al menos un mes antes de la fecha prevista) para verificar el estado real del menor y realizar su seguimiento. Esta inspección puede realizarse en un lugar neutral en vez de en la residencia familiar si así lo expresan voluntariamente los padres. En cualquier caso, el objetivo de dicha inspección es principalmente comprobar que el derecho de los niños a acceder al conocimiento está garantizado, y conocer el estado de su desarrollo y su evolución. Los inspectores también pueden orientar a las familias con consideraciones pedagógicas y didácticas si la buena comunicación permite el intercambio.
A los 16 años, al final de su etapa de instrucción obligatoria, los jóvenes deben haber adquirido toda una serie de conocimientos de base, estructuras e instrumentos que se recogen en el llamado “socle commun”, un listado muy completo que tiene por objeto recopilar todo aquello que el estado considera básico para poder ejercer con éxito su ciudadanía.
Para acceder a los estudios universitarios, los candidatos pueden realizar la matrícula a los exámenes del “Baccalauréat” a cualquier edad y con cualquier formación en candidatura libre, y presentarse a ellos como cualquier alumno escolarizado en un centro público, privado o a distancia. He presenciado exámenes de filosofía orales de 4 horas en chavales de 17 años que no lo sacarían muchos profesores, pero los estudiantes que van por el sistema libre, sí.
Yo eduqué -por si sirve- a mis hijos en Francia y aparte de pasarlo pipa porque no tienen deberes al menos hasta la edad del Collège que son los once años, los horarios se distribuyen mejor. Cada mes y medio de clase, tienen quince días de vacaciones. Resulta que los españoles tenemos más vacaciones que los franceses, pero todo en verano. Puedes hacer muchas cosas. El resultado que tenemos aquí con tanto atosigamiento son profesores cansados, al límite, en general no muy bien preparados -todo hay que decirlo- mal pagados y sin ganas de nada entorno al mes de febrero. Hay que pasar unas oposiciones muy difíciles (las de secundaria) con un sistema que no termina de servir con la realidad actual de las aulas. En los países europeos los maestros y profesores suelen ser los mejores ciudadanos de su país, obligados a reciclarse constantemente, a tener reuniones y trabajar sobre la unificación de lo que enseñan también de forma asociativa.
Los que deciden ese camino no son bichos raros, al contrario, son seres que viven y se organizan la vida en libertad. Cuando vinimos a España pude comprobar que aquí sí éramos raros y ¡mire usted por dónde! saltó nuestro empadronamiento provisional en España y casi terminamos de unas, todos en el trullo porque no figuraban inscritos los niños en el instituto. Demostrado papeles en mano que éramos ciudadanos franco-españoles, pudimos salir del embrollo y continuar haciendo lo que queríamos. Tras demostrar aquí y allá lo que uno sabe, no se ha tenido ningún problema para estudiar carreras universitarias aquí en España, como con todos los ciudadanos extranjeros franceses o de la Cee, que vienen a estudiar, sin más. A cambio, infancia inolvidable, una vida feliz.
Francia es un país de larga y amplia tradición asociativa, así que podemos encontrar no pocas asociaciones de padres que educan en familia que de manera voluntaria participan activamente tanto para dar apoyo legal, como para establecer relación con otras familias en situaciones similares que deseen intercambiar experiencias o compartir recursos. Algunas de ellas organizan encuentros periódicos para conocerse personalmente.
Una de las muchas cosas que nos ha enseñado la COVID es precisamente eso, que los colegios no deberían ser aparcaderos, que los niños pueden aprender sin agobios, que hay que tener una disciplina, pero no de forma patológica, sino natural, en la que se puede convivir más, disfrutar de la vida y llegar a donde quieras a tu ritmo.
Respondo de antemano diciendo que ya sé que la mujer trabajadora trabaja, claro, todas trabajamos, pero hay algunas que prefieren trabajar en su casa, no trabajar, contratar a la vecina para que enseñe a sus hijos en su casa y a otra vecina que le enseñe futbol a las diez de la mañana a su hija mayor, nadar o lo que quieran ¿por qué no? Creo que debemos poder tener opciones, los padres y los niños. También los jóvenes los que muchas veces pasan muy malas temporadas de adolescentes donde no hay quien aguante 8 horas en un pupitre infantil cuando el tío mide 1,90 con 15 años o sufriendo por sufrir. La conciliación del trabajo de la mujer sigue siendo un problema y lo seguirá siendo por más que nos empeñemos en decir otra cosa y en eso -todo hay que decirlo- las europeas tienen más ventajas y ayudas. Muchas o muchos si les dieran a elegir y les pagaran por quedarse en su casa sin perder su trabajo como hacen en Francia, se quedarían educando a sus hijos sin agobios por lo menos hasta los 12 años.
Como sea, creo que en España se debería respetar este derecho fundamental de educar a los hijos, cómo, cuándo y de la manera que uno crea, sin infringir leyes, las cuales, la mayoría de las veces están pensadas para subsanar un error que no habrá manera de corregir por más que te empecines. Y ya sabemos que la instrucción es el futuro de los niños, pero por eso mismo, dejemos que este derecho fundamental se cumpla en libertad.
DEPARTAMENTO DE EDUCACIÓN
Directora: Rosa Amor del Olmo