La palabra y el significado de «es mi opinión»

La palabra y el significado de «es mi opinión»

Por Pilar Úcar

Cada vez que alguien profiere esa expresión, conviene ponerse en guardia.

Como filóloga, considero que se trata de una trampa retórica, un subterfugio del emisor que viene acompañado de otros clichés al uso: “no estoy seguro”, “quizá me equivoque” (sin olvidar colocar un tono de voz entre melifluo y teatral).

Si además se añade el adjetivo “humilde”, la actitud de impostura y el artificio lingüístico son mayúsculos. Y si sumamos el adverbio “solo” la amenaza está servida. En definitiva, quien se presenta con esa suerte de “buenismo conciliador” refleja una ignorancia supina y una completa falta de implicación; son advertencias que en el fondo destilan un tufo de superioridad y conminación, con el deseo de evitar posible choque o cierta confrontación frente al receptor en todo acto comunicativo; se anula la réplica, porque confunde la veracidad con la información. “Solo es mi humilde opinión” consiste en un juego irritante del pelo: “no he estudiado nada, no me lo sé” o “solo traigo notas sin hilvanar para mi conferencia”… falacias genuinas de estudiantes y profesores que exhiben una falsa modestia al comprobar el sobresaliente del alumno en el examen o el éxito de la disertación.

Pero, “sin ánimo de molestar a nadie” otro cliché detestable, qué hay de malo en expresar la opinión de esta manera: “yo creo, pienso, considero, incluso el coloquial “según yo” tan correcto y tan denostado. De ahí a “¿es que no puedo opinar?”, solo un paso. Y la guinda: “no tengo opinión sobre eso”; con un palmo de narices nos quedamos ante el completo desinterés e indiferencia. Propongo tranquilidad: no todas las opiniones valen lo mismo y ni tan siquiera la mayoría son dignas de tenerse en cuenta.

¡Ay! Si nos leyera Kant…otros juicios nos cantarían.

FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA

Directora Pilar Úcar Ventura

La palabra de la realidad y de la ficción

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La palabra de la realidad y de la ficción

Por Pilar Úcar

Cuando alguien asegura que la realidad supera la ficción, no resulta difícil suponer que el cruce de una dimensión se puede lograr con tan solo chasquear los dedos; por arte de birlibirloque, nos transportamos de nuestro mundo tangible al de la invención, del material a la alegoría, y a partir de aquí, surge la posibilidad ¿real? de construir castillos en el aire, de fabular y alcanzar el nivel de la “pamema”, según muchos, por lo de hiperbólico de dicha fase, de este nuevo estado próximo a rozar el cosmos con su sistema solar incorporado y el vaivén de una y otra galaxia. Se origina una suerte de confabulación astral con una finura mixtura o mejunje de física y química en el que el tiempo -¿inexistente?- se diluye, y de nuevo necesitamos anclaje terrenal que nos devuelva a la existencia tocable.

Muchos sinónimos para dos situaciones que no le son ajenas a la existencia humana: lo inasible inquieta, lo palpable también. El tacto, y el resto de sentidos, entran en estado de alerta por si perdemos pie ante la atracción de lo inasible, de lo que se resiste a ser aprehensible.

Si a la ficción añadimos los prefijos “micro” y macro”, trascendemos el universo propio y personal: nos salimos de nosotros mismos, como en un juego de espejos para alcanzar lo inmanente y lo exógeno; del ombliguismo a la otredad, de nuestra realidad planetaria a otros mundos posibles -con seres incluidos-; en definitiva, la pequeñez observada a través de un microscopio o la magnitud de la lente telescópica. Finitud y límites que circundan la eternidad del universo.  Se conjugan en estas líneas, fingimiento e ilusión, efectividad y verdad. Un auténtico jardín léxico, un bosque conceptual, y, hoy, filosófico, incluso.

Sic parvis magna.

FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA

Directora Pilar Úcar Ventura

La palabra del …. ¿relator? Mucha terminación en -or

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La palabra del …. ¿relator? Mucha terminación en -or

Por Pilar Úcar

Me malicio que solo quienes andan metidos en faena jurídica saben de qué hablamos al oír la palabra tan traída y tan llevada durante estas últimas semanas: ‘relator’: letrado que hace referencia de los autores o expedientes en los tribunales superiores (RAE dixit); y también se puede apuntar este otro significado: ‘persona que relata o refiere una cosa’; así pues, fácilmente llegamos a concluir que cualquiera se convierte en un relator (no sé por qué me viene a la imaginación de inmediato el término velocirráptor -Fundéu dixit-), es decir, aquel que relata, refiere o cuenta su fin de semana, su nuevo puesto de trabajo o sus próximas vacaciones, por ejemplo.

Ahora bien, conviene decidir si el relato se va a efectuar a la manera de los narradores orales o bien como lo efectuaban fehacientemente al dictado antiguos copistas amanuenses, porque para relatar no solo hay que observar sino también conocer, y de ahí plasmar, es decir, expresar con justeza y ecuanimidad ya sea por vía oral o de forma escrita.

Como viene siendo costumbre en este Observatorio de Filología y Lengua Española, busco sinónimos del término en cuestión y doy con los siguientes: ‘facilitador, mediador garantizador’ y me surgen sospechas (siempre insisto en que la sinonimia absoluta no existe) de que nos estamos alejando del sentido primigenio que aporta la institución encargada de fijar, limpiar y dar esplendor a nuestro idioma.

Hay algo claro: se trata, en definitiva, de un acto comunicativo en el que emisor y receptor (mucha desinencia en -or), se encuentran en un ¿mismo? contexto, emplean un código ¿similar? y completan un mensaje ¿común? basado en hechos ¿consensuados? que desean debatir para lograr y resolver un acuerdo en lid, según intencionalidades personales e intereses políticos.

¡O tempora o mores!

FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA

Directora Pilar Úcar Ventura

 

Atinar con la palabra adecuada: cuestión de perspectiva…

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Atinar con la palabra adecuada: cuestión de perspectiva…

Por Pilar Úcar

A Virginia, con todo mi cariño

Cuando alguien se rompe los maléolos del pie izquierdo, inmediatamente pienso: ¿¡qué!? Y no por ignorancia del tecnicismo, sino porque la rotura de cualquier hueso del cuerpo humano supone… supone…ahí viene la enjundia de mi artículo.

En anatomía, el maléolo se define así: “apófisis redondeada de la tibia y el peroné a cada lado de la articulación del tobillo”, y yo me imagino esos huesecillos curvos que a modo de trípode permiten el encaje de la articulación entre el pie y la pierna. Más allá de mi coloquial y, sobre todo, personal interpretación de dicho término, hoy me planteo si calificar a esa fractura de “contratiempo”. Acudo al diccionario de sinónimos y aparece toda una familia léxica al respecto: ‘percance, desgracia, contrariedad, accidente, problema, daño, desastre…’ Le doy vueltas a algo que ya sabemos: la sinonimia absoluta no existe, pero en mi interior eso de “contratiempo” se queda corto, cortísimo. Elegante, sí; mesurado y comedido, también. No sé si influye en mi cavilación la sospecha de lo que puede suponer una intervención quirúrgica, el posoperatorio, la rehabilitación…

Quizá por nuestra idiosincrasia cultural, mediterráneos apasionados y “aspaventeros” de serie, hiperbólicos y enfáticos, se ajusta más a tal circunstancia -lamentable, sin duda- “faena” y diré más, “putada”. Ahora bien, todo es referencial y relativo. En este caso, la lengua es rica en matices, significados y significantes y la posibilidad de elegir la palabra atinada y certera, depende del emisor, de su cultura, de su experiencia personal, de su carácter y de la intención comunicativa dirigida al paciente sufridor de tal eventualidad.

El dominio de un idioma consiste en dotar a nuestras expresiones lingüísticas de objetividad y subjetivismo; en toda interacción social dejamos parte de nosotros y las palabras son testigos de nuestra propia personalidad.

(Gracias, Susana)

FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA

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Directora Pilar Úcar Ventura