PSOE: ¿Por donde empezar?

JAGR

Debe huir cualquier Partido, especialmente en una sociedad democrática avanzada, de postulados dogmáticos o inmovilistas pues, tarde o temprano, colisionarán con la realidad social vigente en cada momento. Ahora bien, la idiosincrasia de un Partido no puede prescindir de sus orígenes con el pretexto de que ha evolucionado la sociedad en sus factores económicos, psicosociales, políticos y culturales, pues fueron sus primeros pasos los que contribuyeron a darle su razón de ser. El conseguir el equilibrio entre la razón de ser originaria de una formación política, que nunca debe perderse, y la nueva realidad social, es lo que hará a un Partido creíble para los ciudadanos y, por ello, fuerte en el escenario político.

Recordemos que la socialdemocracia europea tiene unos cimientos marxistas, a pesar de su proceso de transformación iniciado en noviembre de 1959, en Bad Godesberg, distrito de Bonn, cuando en el Congreso extraordinario de la socialdemocracia alemana (SPD), se renunciaba al marxismo como ideario político y se aceptaba la economía de mercado. Igualmente, en un Congreso de 1979 con una democracia todavía frágil, el PSOE, a propuesta de Felipe González, declaró su abandono de los postulados marxistas.

Evidentemente, la renuncia al marxismo era un brindis al sol pues, como decía Tierno Galván, lo que deben discutir los partidos socialistas no es si son marxistas o no, porque “si son socialistas son marxistas y no cabe otra cosa” (conferencia sobre Marx y Engels, del 10 de octubre de 1978, en Madrid). La declarada renuncia al marxismo lo que realmente pretendía era justificar la apertura de los partidos socialdemócratas europeos a las directrices neoliberales que se dictaban desde los focos de poder económico-financieros. Es fácil colegir que esta entrega al neoliberalismo se hizo porque dichos centros de poder contaban ya en la socialdemocracia con dirigentes sensibles a sus intereses.

Ni las quiebras de grandes imperios como Enron, Parmalat o Lehman Brothers (entonces primer banco de inversión del mundo) ni los rescates financieros a Portugal, Grecia e Irlanda, sirvieron para poner en entredicho las políticas ultraliberales que impulsaron en los años ochenta y noventa la desregulación total, los créditos baratos y la anulación, en 1999, del Glass Steagall Act o el Banking Act de 1933, que declaraba incompatibles las funciones de los bancos de depósito y de los bancos de inversión. La propia Oficina de Evaluación Independiente del Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoció que las opiniones predominantes neoliberales determinaron que el FMI favoreciera, entre 2004 y 2007, las prácticas en “innovación financiera” que dieron lugar al desastre de las subprime o hipotecas basura. Con el tiempo la socialdemocracia, pasiva ante tan colosales desastres, fue tan irreconocible para sus votantes que éstos fueron apartándose paulatinamente, a veces de forma tan trágica como en el reciente derrumbe del Partido Laborista Holandés o, pocos años antes, del PASOK griego.

Según se ha ido produciendo la integración de los aparatos de los partidos socialdemócratas en la estructura de poder económico y financiero (con puertas giratorias cada vez más frecuentes), estas formaciones políticas han ido abandonando paulatinamente su razón de ser originaria, dando lugar a la aparición de movimientos contestatarios en Europa (según el país, de extrema derecha o de extrema izquierda), que han canalizado el rechazo que las políticas neoliberales y la corrupción han creado entre los ciudadanos.

En España resulta inexcusable recordar que en este contexto de hegemonía neoliberal se aprobó, en septiembre de 2011, la reforma del artículo 135 de la Constitución durante el Gobierno de Rodriguez Zapatero, sin consulta ciudadana y con el apoyo entusiasta de la derecha. La reforma constitucional que tenía por objetivo reducir la prima de riesgo no evitó que en 2012 ésta alcanzara el récord de 694 puntos básicos, lo que provocó un aumento desmedido de la deuda pública, el rescate de la Troika para aliviar el sistema financiero español y, a la vista de los resultados electorales, un desgaste constante del PSOE.

Ante este panorama desolador, el mayor reto que afronta en estas primarias el PSOE no es el de elegir un Secretario General, sino el de reconocerse en su propia identidad ideológica, es decir, el que siga siendo un grupo coherente (no confundir con homogéneo) con una común visión del mundo, con unas mismas normas éticas, con una dialéctica interna constructiva y con una interrelación personal no frentista, condiciones todas ellas que exigen su impermeabilización frente a los centros de poder económico-financieros neoliberales.

La cuestión, pues, se centra en dilucidar que es lo que realmente va a ser el PSOE como formación política ya que, ante todo, es necesario que existan criterios que definan la pertenencia al Partido, esto es, que establezcan un marco que determine que colectivos se sienten identificados. La adhesión a un Partido se caracteriza no sólo por el hecho de considerarlo cercano a nuestras convicciones, sino porque le consideramos el vehículo a través del cual damos fuerza e impulso a nuestra voluntad política. Como dice Félix Tezanos en su reciente artículo “¿La socialdemocracia secuestrada?”, esta situación es “Algo que no se puede arreglar ni con -buenismos unitarios-, tan ingenuos como inespecíficos, ni con manifestaciones elementales de -voluntad de ganar-”.

Afortunadamente, hay una novedad relevante que ha irrumpido en el curso del socialismo español del siglo XXI, destinada a determinar el futuro del PSOE durante los próximos años: la conciencia de los militantes de que son ellos, y no sus élites, los que deben decidir el rumbo del Partido, como el mejor antídoto contra la extraordinaria fuerza del poder económico y de los medios de comunicación (a veces difícilmente distinguibles de los primeros, lo que llega a manifestarse con la intoxicación informativa).

En este clima de ilusión renovada debe destacarse el documento titulado “Por una nueva social democracia” de un grupo de militantes autodenominado “Somos socialistas”, encabezado por el ex Secretario General Pedro Sánchez, en el que se afirma que “la cohesión de los socialistas exige un debate de ideas urgente y reclamado por la militancia sobre la redefinición del proyecto del PSOE y de la socialdemocracia”.

Con independencia del resultado de las primarias, el proyecto de reconstrucción de una política genuinamente socialista debe continuar pues de su éxito depende la propia supervivencia del PSOE tal y como fue concebido. En conclusión, el PSOE debe empezar por el propio PSOE.

José Antonio García Regueiro, es Presidente de Arco Europeo Progresista.

Ex Letrado del Tribunal Constitucional.

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