Recuerdo una reflexión del psiquiatra Henry Ey según la cual las enfermedades mentales, a su parecer, habían de ser consideradas una patología de la libertad. ¿Y qué más ligado a la política y el psicoanálisis que la problemática de la libertad?.
Si la política es aquella actividad y pensamiento que se plantearía, en principio como encaminada al logro del mejor gobierno del bien común, no cuesta entender por qué alusiones a la misma, directa o indirectamente, aparecen en los escritos de numerosos autores psicoanalíticos, empezando por el mismo Freud.
Pienso en un ensayo de Freud del año 1930 sobre el malestar en la cultura en un momento especialmente difícil en el que apunta la subida de Hitler y el antisemitismo en Alemania y Austria. Y de nuevo en los albores del siglo XXI me acerco a este texto cuando los esquemas y equilibrios del mundo en los que estaba inmersa nuestra generación se deshacen al derrumbarse el muro de Berlín y la destrucción de las Torres Gemelas viene a decirnos de manera espantosa y cruda que las cosas ya no son lo que eran. Entramos en un mundo desconocido, donde las reglas e incógnitas han cambiado.
Pero algo no cambia y es la agresividad que existe en cada uno de nosotros y cuya existencia supimos también con razón en el prójimo y que es el factor que perturba la relación con nuestros semejantes imponiendo a la cultura una serie de preceptos. Debido a esta hostilidad primordial la sociedad se ve constantemente al borde de la desintegración.
En el malestar en la cultura, Freud constata lo difícil que es para el hombre alcanzar en la cultura su felicidad, por los duros sacrificios que esta le impone en cuanto a la sexualidad y también a las tendencias agresivas.
¿Qué esperan los hombres de la vida?, se pregunta. Quieren la felicidad, quieren llegar a ser felices, no quieren dejar de serlo. Pero enumera tres fuentes del sufrimiento humano. Las dos primeras son la supremacía de la naturaleza, que jamás llegaremos a dominar y los límites de nuestro cuerpo, que forma parte de ella y siempre será perecedero y limitado en su posibilidad de adaptación y rendimiento. Freud destaca nuestra actitud frente a la tercera fuente de sufrimiento, la de origen social. ”¿Por qué las instituciones que nosotros mismos hemos creado no habrían de representar mas bien protección y bienestar para todos?. Sin embargo si consideramos cuan pésimo resultado hemos obtenido, precisamente en este campo de la prevención contra el sufrimiento, comenzamos a sospechar que también en este caso podría ocultarse una porción de la indomable naturaleza, tratándose esta vez de nuestra propia constitución psíquica”.
Entonces viene la definición de lo que hay que entender como “cultura”: “Designa la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí”
Ochenta y cinco años mas tarde estas reflexiones son actuales aunque suena como si hubieran tenido poco eco en las mentes. La vida humana en común se torna posible cuando llega a formarse una mayoría más poderosa que cada uno de los individuos y que puede mantenerse unida frente a cualquiera de estos. El poder de tal comunidad se enfrenta entonces en cuanto “Derecho”, al poder del individuo que se tacha de “fuerza bruta”. La sustitución del poder individual por el de la comunidad representa el paso decisivo hacia la cultura, cuyo primer requisito es el de la justicia. Buen numero de luchas en el seno de la humanidad giran alrededor del fin único de hallar un equilibrio adecuado, es decir que produzca felicidad para todos, entre las reivindicaciones individuales y las colectivas. Uno de los problemas del destino humano es si este equilibrio puede ser alcanzado en determinada cultura o si el conflicto en si es irreconciliable.
¿Podrá lograr la humanidad controlar definitivamente esta inquietud y dualismo, este desgarro del alma?.
Hay épocas históricas de mucha conmoción, temor, confusión e incertidumbre, épocas, como la actual en que para las grandes mayorías de la población habría de producirse un cambio profundo del sistema social, pero en las que todavía no se vislumbra claramente la forma y el sentido en que debería hacerse.
Son épocas, pues, en las que a nivel de la conciencia individual buena parte de la población se siente conducida y abocada a vivir experiencias muy perturbadoras de las que no sabe quién es el responsable ni de donde se producen ¿El Mercado?. La sensación es de alienación, viviendo y sintiendo de una manera ajena a la conciencia individual y el deseo propio y en un contexto de afectación colectiva
El discurso psicoanalítico pienso que adquiere en este punto una legitimidad que va más allá del individuo y se inscribe en la propia sociedad.
La crisis actual demuestra la constante amenaza para la estabilidad del planeta del discurso capitalista, que sería una voluntad de goce técnicamente instrumentalizada. Dispone como ejercicio soberano de poder el “estado de excepción”. Y aquí vemos la intervención de un complejo militar financiero que ningún organismo mundial puede regular en su voluntad de goce. El ciudadano deja de serlo, se vuelve defensor de la preciosa burbuja que lo aísla y protege a modo de baluarte narcisista. Las reglas de juego democrático no metabolizan el miedo y por otro lado la gestión, administración y producción de miedo está presente en la política del llamado occidente desarrollado.
Ahora han desaparecido los bloques, estamos en el triunfo total de la globalización y de la ideología subyacente al capitalismo: Es la ideología del beneficio a cualquier precio, que durante años fue un poco vertiginosa en si misma, pero que ya no lo es y parece no tener límites porque es una ideología idealizada en nuestra cultura donde se admira a la gente que rápidamente obtiene mas beneficio que los demás.
La crisis de la que os hablo es el reconocimiento de que la ciencia y el capital mandan.
En mi opinión, el psicoanálisis y los psicoanalistas estamos emplazados a la recuperación y dignificación de un nuevo humanismo que priorice los valores comunitarios. Recuperar el concepto de persona como ente o sujeto de compleja naturaleza, bio-neuro-psico-socio-cultural y contrario al reduccionismo biomedicomentalizante al que se adhiere una ideología política y social que tiende a la fragmentación de lo humano, ideología facilitadota de una manipulación al servicio de un pensamiento y de intereses insolidarios. Vivimos una medicalización de la sociedad, de psiquiatralización de la vida, de atribución de un mercado del sufrimiento a una profesión que intenta manejar el malestar en la cultura con drogas producidas por las compañías farmacéuticas, La empresa clasificadora esta servida con la publicación en mayo del 2013 del DSM 5, redactado por especialistas de la asociación psiquiátrica de EEUU. Es la llave maestra para uniformar a los psiquiatras y estimular en ellos el sueño de explicar las dificultades de los sujetos como efectos de factores biológicos, como si pudiera comprenderse una polonesa de Chopin estudiando el ADN del músico.
Hoy las personas que solicitan tratamiento psicoanalítico están mas cerca de la desesperación, el vacío, la angustia. Claramente la demanda pasa más por la necesidad de ayuda. Casi nadie visita a un psicoanalista “para ver como anda su vida”.
Yo me siento alineado con el pensamiento psicoanalítico que ve nuestra disciplina con un gran potencial y con múltiples líneas a desarrollar. Lejos estoy de estar con aquellos que se convierten en exegetas de una teoría. Debemos atrevernos a navegar por los múltiples cauces que tiene el psicoanálisis abiertos hoy en día y que la obra del autor preferido solo sea un río más dentro de un delta. Balint hablaba de la teoría maleta, aludiendo a que en ella uno solo encuentra lo que ha puesto. Hoy en día para emprender un viaje por la práctica psicoanalítica debemos poner muchas cosas en nuestra maleta, pues nunca sabemos con que clima nos encontraremos. No podemos considerar las teorías de ningún autor como una balsa salvavidas cuando nos enfrentamos al sufrimiento del sujeto en nuestro quehacer diario ya que quedaría solo mi deseo de flotar y llegar a tierra firme.
La subversión que os planteo es la de pensar que el psicoanálisis sigue y seguirá navegando con fuerza aun en medio de ciclones y tormentas, no en aguas mansas, pero cuanto más se complica la practica del psicoanálisis mas nos exige que seamos creativos e inconformistas con lo dado y establecido. El psicoanálisis no esta muerto como muchos agoreros anuncian. Goza de buena salud en cuanto sigue produciendo discusiones, explicaciones, ayuda en los pacientes que nos convocan. El psicoanálisis estaría muerto para aquellos colegas que suponen un psicoanálisis congelado, no dinámico, alejado del contexto de su práctica y que no contempla los cambios de la contemporaneidad. Dentro de este compromiso incluyo de una manera central reformularnos y repreguntarnos todo lo relacionado con nuestra práctica tal y como hoy la desarrollamos. Hablemos, interroguemos lo que hacemos en nuestros consultorios. Ser humildes, y sinceros con nuestra practica real. Que evitemos el estigma de disociar lo que hacemos y lo que decimos que hacemos, a veces motivado por el terrorismo ideológico sobre la base de una dictadura de ciertas instituciones que no confrontan sus ideas. Que podamos hablar de nuestras intervenciones creativas y espontáneas en la clínica más que de nuestra erudición y nuestras imposiciones teóricas.
Arco Europeo Progresista posibilita un espacio de pensamiento libre y abierto…, donde podemos ser subversivos, mover el psicoanálisis, no dejarlo quieto, pensarlo y repensarlo Alejarnos del peligro de ser repetidores en lugar de creadores. No someternos a las teorías de turno, ser apasionados con nuestra disciplina. Debemos insistir en nuestros gestos espontáneos, en nuestra creatividad. El peligro del dogmático radica en que tiene la dinámica y la estructuración de las prácticas religiosas, con sus rituales y guiños de sectas. Un practicante dogmático, no interroga, siente terror por la pregunta, se apoya en un sistema de creencias, busca confirmar lo ya sabido. Lo nuevo, lo que supone interrogaciones y tierras por descubrir le produce miedo y se refugia en sus fronteras. Ser psicoanalista es ser un poco aventurero, subversivo, Largarnos a navegar aun sabiendo que tendremos que sortear tempestades y huracanes y confrontarnos con situaciones que no tienen descripción en los libros.
Debemos cuestionar nuestro modelo aunque nos incomode. Abramos las fronteras y evitemos el encierro que nos hace creer portadores de alguna verdad. Ninguna perspectiva da cuenta de todo ni contiene todas las respuestas. Esta postura nos ayudará a tolerar la incertidumbre y nos empujará a interrogarnos e indagar sobre lo que hacemos. En la medida en que todos los colegas nos zambullimos en el misterioso funcionamiento del inconsciente y estamos decididos a buscar la verdad de este inconsciente, pertenecemos a la misma familia.
Familia psicoanalítica que luchará por la no existencia de una frontera, una tapia infranqueable entre la salud y la enfermedad, la locura y la cordura, la razón y la irracionalidad. La influencia de las teorías psicoanalíticas en la psiquiatría favoreció las condiciones ideológicas y políticas en que tuvo lugar la liberación de las represiones totalitarias, propias de los campos de concentración y dentro de ella la impugnación de las instituciones segregadoras y de la dicotomía que la tapia del manicomio representaba.
Y para finalizar, un desarrollo psicoanalítico clínico que no considere las condiciones políticas, económicas y sociales por las que atraviesan sus pacientes será algo como una silla coja, en la cual es muy difícil sentarse y mantener el equilibrio.
Europa, política, psicoanálisis… me despido de ustedes con una pregunta ¿son expresiones de poder que les unen mas que les separan la política y el psicoanálisis? ¿Cómo debería ser la gestión de ese poder?
Ponencia del Psicoanalista y Doctor Alfonso A. Gómez Prieto, Vicepresidente Institucional de Arco Europeo Progresista, en las Jornadas de esta Institución el 23 de octubre de 2014 en la sede de la Comisión Europea en Madrid.