Eduardo Montagut es historiador.
En la España de los siglos XIX y XX, parte de la prensa seguía muy de cerca los sucesos desde una perspectiva claramente sensacionalista, por lo que lo que padecemos hoy con medios más modernos tiene claros antecedentes. Los asesinatos eran relatados con todo lujo de destalles, reales o inventados, con entrevistas, crónicas de las pesquisas policiales y de los juicios. Cuanta más sangre y morbo hubiera más ventas se generaban, alimentando tertulias en cafés, bares, patios de vecindad y reboticas.
En este trabajo nos hacemos eco de la reflexión que el periódico obrero El Socialista se hizo en abril de 1913 sobre este particular a cuenta de juicio por jurado por el asesinato de Encarnación Gaucín a manos de su marido Francisco Campoamor. Nos interesa el trabajo, lógicamente, no por las circunstancias terribles de este crimen, sino por lo que el órgano socialista decía en relación a cómo se trataban estas noticias.
El periódico anunciaba que con el inicio de este juicio se llenarían columnas y periódicos con los detalles “más nimios del suceso”, con declaraciones de testigos, y con una relación pormenorizada de todo lo que tuviera relación con el crimen. Habría una especie de competición entre los reporteros para ver quién era el que más columnas llenase con novedades que a los demás no se les hubiera ocurrido. El objetivo era alimentar la curiosidad del público, gran parte del mismo ávido de sangre y de escándalos. Había que tratar el asunto desde el punto de vista del sensacionalismo, pasando por encima de los objetivos de un periódico, que no eran otros que los relacionados con la cultura y la educación.
Lo que se pretendía, en realidad, era vender más, sin reparar en los daños o consecuencias que se seguían con esta forma de proceder.
El periódico socialista, en cambio, quería dejar claro que ese no era el camino a seguir por el mismo. El Socialista no ofrecería los detalles ni el relato pormenorizado del crimen, sin obviar la necesidad de informar, pero sin caer en lo que se calificaba como “historia imbécilmente naturalista acerca del suceso del día”. El Socialista no iba a llenar columnas con esos sucesos del día, ni con los toros, ni con tantas cuestiones que, siempre según su Redacción, empequeñecían y envilecían la “elevada misión de un periódico”.
Hemos consultado el número 1409 de El Socialista, de 2 de abril de 1913, en los momentos en los que comenzaba a ser diario.