EL OLOR DE LA CRUELDAD

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“Los olores conmueven las fibras del corazón con más seguridad que los colores o los sonidos”.
Rudyard Kipling

«El olor es crueldad» me dice un analizante al recordar el perfume del amante que lo ha abandonado. Cuando escuché esta frase pensé que el olfato es algo muy poco trabajado en psicoanálisis. ¿Por qué no se trabaja la pulsión olfativa? El olor está muy presente en los recorridos analíticos, aunque se habla muy poco de eso. No obstante, se sabe que los hijos reconocen a sus madres por el olor, lo mismo que los animales. El olfato es algo muy presente en la vida de los sujetos. Cuando mi analizante recuerda entre lágrimas al amante perdido lo hace a partir del perfume que huele en otra persona en una fiesta y que le evoca aquel amor que lo maltrató cruelmente. Por eso asocia el aroma con la crueldad. Mientras escucho, pienso que el olfato es atemporal. Los aromas te transportan a momentos del pasado en un instante. Mi analizante asocia ese aroma a la crueldad porque su «partenaire» era cruel con él, no obstante, dice seguir amándolo. En este caso estamos frente a uno de esos amores que entran en el bucle del tormento donde la crueldad es la invitada principal, lo que llamamos el bucle de las torturas del amor sádico que se repite en bucle eternamente.

La crueldad «Grausamkeit» tiene un vínculo con lo ominoso, lo «Unheimlich» en el sentido de la extrañeza siniestra de algo que es familiar. Dentro de las familias y dentro de las instituciones observamos una crueldad que es compartida por todos los sujetos, probablemente porque las instituciones son creadas precisamente para evitar que surja la crueldad sin límites. Decimos que la crueldad es un exceso de la relación entre el poder y la violencia pero que no se asimila.

Freud en 1932 su texto «¿Por qué la guerra? dice:

«El entrelazamiento de las aspiraciones destructivas con otras, eróticas e ideales, facilita desde luego su satisfacción».

Es decir que habla de tres aspiraciones para que surja la crueldad; aspiraciones destructivas, eróticas e ideales. Freud observó que estas tres aspiraciones van entrelazadas por ejemplo la libido (deseos eróticos) entrelazada con la pulsión de muerte da lugar al sadismo que da paso a la crueldad (como en el caso de mi analizante que habla del olor de la crueldad).

En «Psicología de las masas» 1921, Freud muestra que un niño odiado puede pasar a ser un niño amado. Ocurre por medio de la identificación con un líder de grupo porque este se transforma en el hermano amado con el que se identifica en la masa. La angustia de perder el amor del líder sostiene la alienación en el deseo del Otro.

Podemos preguntarnos si el psicoanálisis tiene una vertiente cruel. Lo pienso en el sentido de que cuando una verdad se revela, puede sentirse como algo cruel porque la verdad siempre incomoda. Un sujeto que hace un recorrido analítico va a subvertir su verdad, haciéndole ver que allí donde creía que estaba la verdad, no está, sino que está en otra parte. Esto lleva al sujeto a volver a revisar sus valores y por ello muchos sujetos cambian su forma de vivir, se posicionan de otra manera ante su goce y ante el deseo del Otro. Por eso decimos que es un antes y un después y que quien entra a análisis no será el mismo que salga. El psicoanálisis saca a la luz los engaños, no se conforma ni se adapta, no es un quehacer donde prime la esperanza ni las promesas de felicidad. Algunas personas sienten que eso puede ser cruel. No hay psicoanálisis sin cambio, sin duelo, sin abandono. No hay psicoanálisis fácil. El paciente hablará de «lo duro del proceso» de «todo lo que cuesta» y no se refieren a lo económico sino al esfuerzo psíquico y doloroso. ¿Eso lo hace cruel? Yo pienso que el psicoanálisis no es cruel pero se alía con esa dureza cruel ya que invita a no cerrar los ojos, invita a soportar la incomodidad. La promesa del psicoanálisis es conocer un poco más el proceso propio del campo inconsciente para saber cómo hacer con nuestra particular manera de sufrir.

No es cruel, es valiente. Pero hay mucho que hablar sobre la crueldad desde el psicoanálisis.

Yo diría que durante el recorrido analítico se atraviesa por la crueldad y pienso que también el mismo concepto de crueldad se subvierte. Para el psicoanálisis no hay otra posibilidad que ver con otros ojos la verdad, aunque pueda resultar cruel. Como diría Nietzsche «¿Qué dosis de verdad puede soportar una persona?». Si se logra atravesar esos procesos que pueden ser crueles y dolorosos, se tendrá un deseo desenganchado de las esclavitudes del goce. Un deseo que incorpora un proyecto trascendente, humano, en un devenir incesante que aúna la imaginación radical y el principio de realidad. La experiencia analítica contiene en su seno, una promesa de alegría. Pero una alegría que incluye la muerte como final.

Hace poco vi una serie alemana llamada «El Perfume». Está basada en la película del mismo nombre. Estas historias me permitirán comentar más detalles sobre el olor y su vínculo, por un lado, con el amor y por otro lado, con la crueldad. La mayor parte de los sujetos crecen con frases donde el olor está presente, casi siempre en sus extremos, o huele bien o apesta. En ocasiones es el aroma lo que delata lo sexual. El asco y la vergüenza están presentes en el acto olfatorio con frases como «¿A qué te huelen los dedos? o ¿qué haces oliéndote ahí?». Hay muy pocas referencias en la literatura psicoanalítica al olfato. No obstante, muchas veces he tenido en supervisión a colegas que me hablan del aroma de los consultorios de psicoanálisis o de alguna escena que es recordada por el olor.

En la serie alemana llamada «El perfume», los protagonistas están influenciados por el personaje de Grenouille y deciden hacer perfumes. En la trama observamos una escena aterradoramente cruel. Elena está en un internado y quiere ser adoptada por una madre. Mira a una mujer que viene a recoger a su hijo y lo abraza con un amor muy intenso. Ayudada por un personaje llamado «desdentado» decide secuestrar al hijo y matarlo. Acto seguido le extirpa el área de las axilas y los genitales y extrae un perfume con el aroma del cuerpo del hijo. Cuando la madre llega al internado y le dicen que su hijo ha desaparecido, pasa delante de Elena y al olerla se acerca a ella con embeleso. El aroma que desprende la chica le hace inconscientemente recordar a su hijo y por esa causa decide adoptarla. Ese momento, marcado por un olor, aunque la madre no lo sabe, es verdaderamente «el olor de la crueldad».

Recordemos que el personaje de la novela «El Perfume» un chico llamado Grenouille muere devorado por una muchedumbre sedienta de su sangre y de su carne. No lo engullen por lo que dice (lo invocante) ni por su físico (lo escópico). Tampoco lo engullen porque sea un asesino. Lo devoran por su olor. El se ha rociado de una fragancia compuesta por 25 mujeres vírgenes. Hay algo que el olor nos dice y que hasta ahora casi no se ha trabajado. La madre percibe el olor y lo asocia a su hijo desaparecido sin saber qué es lo que ocurre. El olor está allí, provocando asociaciones inconscientes sin que el sujeto lo sepa. Los psicoanalistas hablamos de la pulsión escópica, invocante, oral, fálica y anal. Se habla de todos los orificios y bordes del cuerpo: pezones, ano, boca, vulva, pene, oído, ojo. Pero las fosas nasales parecen olvidadas. ¿Por qué no se habla de la pulsión olfativa? Será porque como dice mi analizante, ¿hay olores que huelen a crueldad?

Cristina Jarque

Directora de psicoanálisis de ARCO EUROPEO

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