Palabras y palabros…

IMG_20160830_233725

Cuando camino por la calle o voy en el metro, o me traen y me llevan en cabify, acudo a una reunión o voy a una cita… me pregunto: el menda, será ‘spornosexual’ o le excitará más la ‘anortografofilia’?

En lenguaje cortazariano, la lengua, su estudio y su práctica constituyen un itinerario a veces franqueable y otras un muro contra el que nos estrellamos y nos damos de bruces. Si brujuleamos por las redes, encontramos “palabros” muy “excitantes”, llenos de sorpresas, emociones, chistes, disparates y parafilias.

La Academia poco o ningún caso hace a palabras como “heteroflexible”, “lumbersexual”, “arromántico”, “bicurioso”, “amomaxia”, “amiquesis”, “narratofilia” y “quinunolagnia”: suma y sigue. Y no se deja llevar por la riada tumultuosa de estas nuevas creaciones, llenas de prefijos, derivación y parasíntesis.

Hay que testar, comprobar y reposar, todo a su tiempo, o de lo contrario se corre el riesgo de la caducidad terminológica antes de que cuaje este fenómeno tan actual.

¡¡Qué gusto (me) da leer faltas de ortografía!!

Algunos artículos se dedican al análisis de la “anortografofilia”, por ejemplo, citada en el libro Perversiones y Pervertidos, algo así como la consecución de momentos esplendorosos personales, íntimos y únicos a fuerza de leer faltas de ortografías en los mensajes que uno recibe. Natural como la vida misma, en apariencia.

Esta parafilia entra dentro del grupo de “palabros” como “demisexual” –conexión emocional con la otra persona– o sapiosexual –quien se excita con las conversaciones inteligentes y huye del cortejo rutinario y se enciende con mentes audaces–. De ahí al “leñasexual”, un paso: la rudeza atractiva del aspecto leñador, barbudo y ataviado de cuadros en una granja más o menos urbanita pero sí algo bucólica.

El metrosexual está desfasado y ahora se lleva el “spornosexual” y las redes tienen mucho que decir y sobre todo mucho que exhibir: constituyen un espejo de músculos y tabletas sin derretir, fibra esculpida a golpe de crossfit y selfie que colgar de Instagram para escarnio y envidia de propios y extraños.

Yo, me, mí, conmigo. En soledad, de maravilla…

Algo que ver tiene todo este fenómeno terminológico con la realidad, con la propia sociedad a la que pertenecemos: el culto al yo, al ego, con una mirada puesta en el otro. El narcisismo y el yoísmo cotizan al alza dentro de un complejo entramado de relaciones sociales y humanas de las que el lenguaje no puede sustraerse.

Sabemos que aquello que no se nombra no existe. Necesitamos una etiqueta para identificar, clasificar y agrupar, y sobre todo para visibilizar. De ahí que toda la batería de sufijos resulten de vital importancia: “sanicentrismo”, por ejemplo, parece querer definir a aquella persona que nos da un toque y así nos centra sin irnos por las ramas y atinar con nuestros comportamientos y acciones, algo importante a la hora de la toma de decisiones tanto en lo personal como en lo profesional.

En alguna otra ocasión, he destacado que las palabras cuentan e importan; poseen poder y valor. Expresan sentimientos, plasman emociones, comunican, informan, son espejo de la realidad y siempre constituyen un vínculo social, porque en definitiva, estamos hablando de comunicación lingüística y humana a partir de palabras existentes o de nuevo cuño. El hecho de cometer faltas de ortografía supone una distorsión en el canal que se establece entre emisor y receptor.

En todo este batiburrillo terminológico, excitante o no, sea dislate o ingenioso, se esconden ciertos complejos y actitudes muy personales, y para su validez conviene la existencia de estudios científicos que avalen su autenticidad.

La lengua se mueve y nunca está quieta…

La lengua es un órgano vivo y en constante mutación; por supuesto que sus usuarios lo saben. Para la difícil y compleja imbricación entre significante y significado se necesita espacio, investigación, una buena dosis de experiencia y la salvaguarda del tesoro que supone el idioma, sin deformaciones que deriven y conduzcan a la incomunicación y al ruido. El idioma es seña de identidad, esencia y base de pertenencia a un grupo y una colectividad social y humana. Los “palabros” creados a partir de ciertas realidades, de algunas parafilias, quizá se queden en nuestra lengua o quizá la sobrevuelen: son huellas que configuran caminos idiomáticos, líneas de investigación para seguir avanzando y aprendiendo. Todo un itinerario.

Pilar Úcar

Directora del Observatorio de Filología y Lengua española de Arco Europeo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


*