La palabra y Eros: amor, sexo, erotismo y… ¿porno?
Vaya batiburrillo lingüístico que tenemos en nuestro día a día. Parece que la palabra aclara, delimita, define y describe. Pero, como nos pregunten por alguno de los términos que se relacionan con el dios Eros, la callada por respuesta, ojos de besugo, balbuceos más o menos consistentes, puntos suspensivos y adiós, muy buenas: nos refugiamos en el derecho a la privacidad, en eso de que lo íntimo es mío y paso palabra.
La que armó aquel ser divino responsable de la atracción sexual, venerado también como semilla de fertilidad. Niño alado, hijo de Afrodita y Ares, flechas que van directas al amor humano y a las pasiones; amor a la sabiduría y a la belleza, también. Deducimos pues que el término ‘eros’ de amplia semántica, confunde. ¿Dónde establecemos la frontera de conceptos agitados en una coctelera “on the rocks”? Parece que el amor poco tiene que ver con el sexo, y algo con el erotismo y nada con el porno.
Woody Allen en 1972, ocupado en estas cuestiones, plasmó un testimonio de dicha mixtura en Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar, y salíamos de su proyección apelmazados con aquel seno gigante rodando por la colina o el espermatozoide negro colado en una nave especial pronta a despegar.
En 1993, la inefable pareja Verónica Forqué y Jorge Sanz, interpretaron otra perla cinematográfica, “a la española”, en ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? Después de verla, nuestras conciencias, tras años de la muerte de Franco, se esponjaban y se tranquilizaban al separar sexo y amor, erotismo y afecto. Nos queda por encajar en la familia léxica el porno, o sea, la palabra y sospecho que 50 sombras de Grey lo enrevesa más.
(Continuará)
Pilar Úcar
Observatorio de Filología y Lengua española de Arco Europeo
Directora: Pilar Úcar Ventura
Gracias por el post.