El teatro en la palestra de la educación

NIÑA EN TEATRO Imagen de Nicolás en Pixabay

El teatro en la palestra de la educación

Por Rosa Amor

El teatro en la escuela no solo enseña valores morales y los recursos necesarios para desenvolverse correctamente en sociedad, también es útil en la educación lingüística ya que el juego teatral y las representaciones escénicas protagonizadas por los más pequeños fomenta una correcta dicción y entonación a la vez que ayuda a desarrollar la expresión verbal y corporal de los infantes. De igual manera el teatro ayuda a desarrollar en los jóvenes los elementos necesarios para hablar en público, una actividad cada vez más necesaria en sociedad y a la que pocos saben cómo enfrentarse.

La Organización de Estados Iberoamericanos para la educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) es consciente de la importancia del teatro en las aulas infantiles y juveniles. Como parte de sus proyectos educativos con vistas al futuro, la Organización cuenta con el Proyecto de Teatro y Educación en Iberoamérica (en el que participa España). La inclusión de las artes escénicas como un factor fundamental de la educación responde a una serie de necesidades sociales ya “…que el teatro constituye una de las actividades artísticas más completas del ser humano, como espectáculo y como recurso educativo” (OEI, 2015).

Si bien el teatro debe ser usado como herramienta educativa, no se debe olvidar que el arte dramático es, ante todo, un juego: el juego de ser otro, algo significativo si se analiza la polisemia de la palabra en su versión inglesa (play). Esta característica lúdica, intrínseca de las artes escénicas, ha marcado el espíritu del arte dramático, razón por la cual el factor teatral ha estado presente a lo largo del desarrollo cultural de la humanidad. Si bien, como menciona Cuesta Dueñas (2015, p. 39), el juego implica una pérdida deliberada de tiempo para entregarse al placer, ya sea estético o espiritual, el arte dramático nunca fue ajeno a las aulas educativas, sin duda por la naturaleza humana de inclinarse de manera instintiva a las actividades lúdicas, tan necesarias para la vida humana.

Las instituciones religiosas y universitarias fueron conscientes de las posibilidades pedagógicas del teatro y no tardaron en convertir la naturaleza lúdica, entendida como como una actividad inútil y por lo tanto despreciable, para convertir el arte dramático en una actividad académica. Y no es para menos. El teatro logra exponer los mensajes educativos de una forma más amena y gracias a esa característica de entretención consigue calar profundamente en la mente tanto del pueblo inculto como en niños y niñas.

En la actualidad el teatro se ha convertido en un factor fundamental en la educación tanto de niños y niñas como de jóvenes, adolecentes o adultos universitarios. El sistema educativo español no es ajeno a este fenómeno y ha logrado convertir la enseñanza teatral en uno de los pilares fundamentales de la educación literaria, desde edades tempranas hasta los últimos años de educación escolar. En el área de lengua y literatura el teatro se convierte en un medio ideal para acercar a los infantes y jóvenes a los textos literarios para despertar en ellos el interés por la lectura a la vez que se desarrolla la atención y las habilidades de interpretación. Por otra parte, las posibilidades didácticas del arte dramático no solo funcionan como herramienta pedagógica a niveles literarios, sino que pueden convertirse también en la mejor actividad escolar para educar a niños y niñas en diferentes áreas del conocimiento, tales como la ética, la historia, expresión oral y corporal, desarrollo personal en sociedad e incluso en asignaturas tan disímiles como conocimiento del medio, geografía o ciencias naturales así como también en la formación personal de cada individuo en particular.

Resulta evidente, entonces, que la característica fundamental del teatro como herramienta educativa reside en el carácter lúdico de éste. Esta naturaleza intrínseca del juego se basa en la imitación, esto significa “jugar a ser otro”. De esta manera se explota la necesidad de divertimento de los más pequeños y, sutilmente, se convierte en un instrumento de formación que aprovecha los códigos de juego de niños y niñas. En este punto es fundamental entender que los seres humanos, desde la más temprana infancia, sienten una inclinación natural por la interpretación. Puede verse, por ejemplo, en los patios de colegios donde los más pequeños basan sus juegos en interpretar bomberos, superhéroes, policías, vaqueros, madres y padres, estrellas musicales o incluso sus personajes de ficción favoritos.

El juego de representar a otro es intrínseco a la infancia, razón por la cual en edades tempranas se hace necesario explotar el teatro como medio educativo. La escuela debe convertirse en el escenario en el cual niños y niñas interpreten e imiten, mientras que el docente debe convertirse en el director de la obra, quien dirige el juego y lo conduzca a la consecución de los objetivos pedagógicos establecidos.

En este punto se debe tener en cuenta un breve esbozo histórico de la realidad pedagógica del teatro en las escuelas españolas. Cutillas Sánchez (2015, p. 16) afirma que la práctica del teatro infantil y juvenil, como herramienta educativa en España, se remonta al siglo XX cuando, en el año 1970, se establece un la ley de educación que promueve el uso de obras artísticas compuestas y dirigidas específicamente a niños, niñas y jóvenes. Esto implica una nueva metodología educativa ya que aborda de manera consiente las necesidades y gustos propios de la infancia y la juventud, hablándole a los alumnos en su propio lenguaje y sobre sus propios deseos y dificultades. Como resulta evidente, este nuevo enfoque metodológico resulta más provechoso para los alumnos y para el docente.

PERCHERO DEL COLE Imagen de Taken en Pixabay

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Rosa Amor es la Directora del Círculo Departamental de Educación de Arco Europeo

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