La palabra…de tutora y tutorías
Por Pilar Úcar
Eso de ser tutora no es ninguna bicoca; quienes pertenezcan al ramo de la enseñanza me darán la razón sin duda.
Entrar en clase para una sesión de tutoría y observar la cara de pasotez, aburrimiento y desidia de los tutorandos, tutorandas y tutorandes que de todo hay en nuestras aulas, resulta tan desalentador como habitual. Nos persigue la fama de emisarios de malas noticias: “verás, tú…” se oye en algunas filas: “ya estamos otra vez…”.
En ciertas ocasiones se adivina algún rostro expectante confiado en el circo lingüístico que despliega la tutora: el arco de contenido va desde la bronca a la felicitación; en la mayoría de casos prima lo negativo, anticipado por el gesto ceñudo, ademán abrupto. La importancia del lenguaje no verbal…(“desaborío”).
Resultan muy interesantes los términos ‘tutor’ y ‘tutorizar’ relacionados con la persona que tutela, representa, cuida y hasta educa; definición aproximada sin entrar en recovecos jurídicos.
Todo eso, y no es poco, constituyen las funciones de un tutor académico en la universidad y añadiría yo que además vigila, atiende, acompaña, facilita, apoya y anima …en ese trasiego del estudiante, a veces proceloso y otras franqueable.
Somos personas orquesta y personas multitask, serviciales, en la mayoría de los casos, que también hay de todo en nuestras aulas, y mayoritariamente dispuestos y solícitos a dar una cita en el despacho, a contestar mensajes, a revisar trabajos, realizar sugerencias, proponer estrategias…suma y sigue.
La familia léxica del tutor pertenece a la del trabajo concienzudo, riguroso y meritorio y se cruza también con la terminología de la vocación (vocare en latín, llamada) y profesión (professio, ocupación).
Si unimos todas las anteriores características, deberíamos consignar la imperiosa necesidad social de recetar como prescripción médica: “ponga un tutor en su vida”, cada ocho horas, por ejemplo.
DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA
Directora Pilar Úcar Ventura