Cerebro, aprendizaje y pensamientos negativos
Por Rosa Amor
Hasta hace pocos años se creía que nuestro cerebro era estático e inmutable, que nacíamos con un número determinado de neuronas que iban perdiéndose con el paso del tiempo y que nuestros genes heredados condicionaban nuestra inteligencia. Actualmente, debido al progreso de los experimentos realizados por la moderna neurociencia, sabemos que existe la neuroplasticidad, una propiedad del sistema nervioso que le permite adaptarse continuamente a las experiencias vitales.
Nuestro cerebro es extraordinariamente plástico, se puede adaptar su actividad y cambiar su estructura de forma significativa a lo largo de la vida, podemos crear sinapsis (unión entre neuronas) gracias a la experiencia. La experiencia modifica nuestro cerebro continuamente, ya que la experiencia es la mejor aliada para nuestra memoria. A este proceso de experiencia y recuerdo en la memoria, se le conoce como aprendizaje.
Independientemente del declive natural que conlleva la vejez, el aprendizaje se puede producir a cualquier edad, somos capaces de generar nuevas neuronas y nuestra inteligencia no es fija ni inmutable.
Desde la perspectiva educativa, tenemos que empezar a ver que el concepto de plasticidad cerebral constituye una puerta abierta a la esperanza porque implica que todos los alumnos pueden mejorar.
Aunque existan condicionamientos genéticos, sabemos que el talento se construye con esfuerzo y una práctica continua. Este es el lema en los cursos de motivación de adultos práctica, práctica, práctica, clave fundamental del aprendizaje. Así que como docentes tenemos esa llave que radica en guiar y acompañar a los alumnos en este proceso de aprendizaje y crecimiento continuo, no sólo para la escuela sino, también y sobre todo, para la vida.
Todos sabemos que aprendemos a través de la repetición o por impactos emocionales. De ahí que es de vital importancia que lo que aprendamos sea escuchado, demostrado y vivenciado. Con la experiencia es como mejor almacenamos información, por eso nuestro mayor objetivo tiene que ser que en la enseñanza aparezcan situaciones de repetición y aprendizajes vivenciales en los que los alumnos se involucren.
¿Quién se acuerda de lo que estaba haciendo el 11-S cuando se derrumbaron las torres gemelas? Todos, absolutamente todos sabemos qué estábamos haciendo en ese preciso momento, ya que el impacto hizo que nuestra emoción dejara registrado el momento.
Ahora ¿Quién recuerda lo que comió hace dos lunes? Es complicado acordarse, realmente no hay ninguna emoción que se dispare para que recordemos esos momentos, a no ser que todos los lunes comamos lo mismo y nos acordáramos por puro aburrimiento de “¡Otra vez lunes y como judías! ahí aparecería ya la emoción.
¿Qué nos pasa cuando estamos dándole vueltas a pensamientos negativos? Pues sucede que éstos nos llevan a niveles de concentración muy bajos y nos afecta incluso a nivel físico.
Es más, sabemos que hay muchísimos de los dolores de nuestros alumnos; por ejemplo abdominales, que son producidos por tensiones emocionales. A lo mejor no sabemos qué situación se lo ha producido, pero tenemos la seguridad que algo ha pasado con algún compañero, en un momento en que no se ha sabido la lección o cualquier situación que haya vivido el alumno y su organismo se dispara y le produce un dolor abdominal. Con toda seguridad, es un dolor real, aunque venga producido por una emoción.
Y esto pasa porque los pensamientos negativos que se hacen muy frecuentes, se hacen dañinos, agotan la fortaleza interna, nacen emociones como la rabia, la tristeza, la apatía, el miedo y son, de verdad, destructivos, causan daño y sufrimiento.
Por lo tanto, los pensamientos negativos, no tienen ninguna utilidad constructiva: