La palabra y el lenguaje del cine
Por Pilar Úcar
Del “¡prevenido!, ¡cámara y acción!, ¡toma dos!”, funde a negro, silla plegable con el rótulo de “director”, focos y cables por un cubículo donde pululan gente y gentecilla en un ir y venir desenfrenado…han pasado muchas décadas.
Hace mucho tiempo nos afanábamos por aprender la ortografía y la fonética del término “sensurround”, no fuera a ser que nos pillaran en falta en alguna conversación de avezados cinéfilos; hoy tenemos la expresión “banda sonora” para no meter la pata con el vocablo “soundtrack”.
Ahora el lenguaje del cine más innovador, más mediático, globalizado y al alcance de grandes masas es el que se filma en diferentes estudios, sofisticados y rutilantes, con hordas de expertos en “audiovisualidad”, valga el neologismo, diseñadores gráficos, creativos en imagen y programas cibernáuticos impronunciables, nomenclatura opaca y esotérica para el aficionado a la sala de cine de barrio, a aquellos nostálgicos multicines que ceden su lugar a los actuales “macro-recintos polifuncionales” donde una confortable butaca con mesita auxiliar al lado y respaldo reclinable, para colocar el “ranchito” particular, acoge a un público ruidoso, muy gutural.
Preparados con las lentes ad hoc, el susto y la sorpresa no se hacen esperar, las paredes gigantes se llenan de imágenes que envuelven a todos en un caleidoscopio mareante, hay que ajustarse las lentes de talla única porque desde la “big screen” comienzan a saltar cenizas y gotas de lluvia al respetable. Todo se debe a ese 3D o 4DX al modo del jurásico juego “tocao y hundido”. Todo es luz y color, poca palabra, o sombra y oscuridad, música bulliciosa, impresionista e impresionante en antítesis con la leve melodía que relaja cuerpos y neuronas.
El lenguaje verbal se echa de menos: para qué palabra, si una imagen vale más que mil de ellas.
DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA
Directora Pilar Úcar Ventura