La palabra y que todo «fluya»
Por Pilar Úcar
Recuerdo mis clases de literatura en la universidad y recuerdo cómo un profesor de literatura del siglo de oro, repetía con especial insistencia que no llegaba a entender eso de “fluir, estilo fluido, poesía fluida…”
Y nos preguntaba, bisoños y temerosos de su dedo acusador, si estábamos hablando de un río, de su corriente o de qué.
Con el paso del tiempo, observo, leo y escucho cada vez con más profusión “que todo fluya” formando parte de nuestro quehacer diario, de nuestra actitud vital, de planes y actividades y no sé si nos encontramos ante “nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar” como rimaba el poeta de “tanto fluir”.
La RAE lo define así: ‘correr un fluido por un lugar o brotar de él’. ‘Brotar con facilidad y abundancia (las ideas) de la mente o (las palabras) de la boca’, y me malicio que nos hemos adjudicado la definición para buscar sinónimos: ‘correr, manar o brotar’ (a sabiendas de que la sinonimia absoluta no existe) de quita y pon, acomodándolos a las circunstancias de cada uno.
‘Fluir’ se suma a muchos de esos verbos baúl en el que cabe de todo y sirve tanto para un roto como para un descosido.
No tengo clara la exactitud ni la corrección de su empleo. Los verbos han de plasmar acciones concretas que no confundan al receptor para evitar vericuetos comunicativos inextricables.
Conviene medir la talla de las palabras, y este verbo ‘fluir’ parece que se nos escurre como su propio transitar y no llega a definir con límites precisos toda su enjundia.
La imagen del agua de un río brotando y discurriendo se acomoda como anillo al dedo para la expresión que nos ocupa, es decir, que los asuntos sigan su curso.
FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA
Directora Pilar Úcar Ventura