La palabra y esos buenos alimentos
Por Pilar Úcar
Con mayor frecuencia asistimos a la ampliación, al crecimiento inusitado e imparable de la familia léxica de la alimentación. El campo semántico referido a lo que se cuece en la cocina, engorda en razón proporcionalmente directa a la proliferación de dietas milagro, dietas yoyo o dietas prevacacionales; ya no resultan ajenas expresiones del tipo “experiencia gastronómica”, por ejemplo, o “momentos gastronómicos” que poco o nada tienen que ver con aquellos pucheros, hervidos, humos y vapores varios de hace años y décadas.
Lo literario se mezcla con los fogones y añadimos relatos, historias y fábulas a la simpleza de un caldo, al aliño de una salsa o al unto de un aceite.
Adjetivos, hipotaxis, sintagmas preposicionales para describir qué vamos a degustar, paladear y saborear. Sinónimos a cascoporro. Toda una estructura superficial, profusa y grandilocuente, para una minucia de chicha o enjundia. Son los secretos del lenguaje, los entresijos de modas y realidades. El idioma se mueve y cambia y en la comida, mucho. Galicismos mezclados con palabras fetén, de la tierra y castizas, italianismos más o menos populares y mejor o peor fonetizados…geografía y costumbrismo, viajes y platos nuevos o renovados, horarios de comida, timetable descabalado, de la fastfood al reposo del chupchup, del chef a la chefa y del sumiller a la sumillera. A ver quién tiene reaños con este desdoblamiento genérico -gramatical- por supuesto.
Algo tan primario y básico, esencial para la subsistencia humana, un derecho de todos y para algunos un bien preciado como es el comer (el bien yantar de antaño) se ha convertido en tema y contenido de multitudinarios congresos, titulaciones universitarias, debates polémicos, programas de campanillas…
Tradición y exotismo, de siempre y lo nuevo, la comida une, los alimentos facilitan “digestiones” complicadas creando inefables momentos lingüísticos y sociales.
FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA
Directora Pilar Úcar Ventura