Much about nothing: o… ruido sin nueces
Por Pilar Úcar
Mucho ruido y pocas nueces, que son lo mollar del nogal, la enjundia y la esencia. El ruido no deja dormir, distorsiona los tímpanos y favorece la ligirofobia.
Nuestros políticos rizando el rizo y ejecutando “lo más difícil”, triple salto mortal carpado y con doble tirabuzón, nos dejan unas perlas -lingüísticas (y mira que saben poco de juntar una sílaba con otra- inefables, para el engorde de nuestro vocabulario cotidiano con pretensiones de cierta altura: siempre enriqueciendo la lengua y siempre apurando al máximo la morfosintaxis idiomática; la última vuelta de tuerca ha sido una patada polisémica a las figuras retóricas: más allá de la comparación, no dan ni una; cuando lo intentan con metáforas, sinécdoques o metonimia, apaga y vámonos.
Se creen hábiles en el uso y manejo del eufemismo -tan del gusto de muchas profesiones, como la medicina-; ese arte sibilino de esquivar el término justo y preciso. Ahora no paramos de oír y de leer el término “ruido” zarandeado de un lado al otro de la cancha que nos tiene a todos mareados: los grupos políticos hacen ruido en el hemiciclo, en la calle; los grupúsculos, más; ahora hay ruido en la política, entre unos y otros hay mucho ruido, como esos vecinos molestos, como el perro suelto por el parque, el teclear del piano de un aprendiz o el soniquete escolar de la flauta dulce.
Ahora se llama ruido a lo que antes y siempre se ha entendido por follón, discusión, disensión, alboroto, desbarajuste, zapatiesta, estar a la greña, embroncarse, ir a la gresca, vaya fregado, albañal, carajal, merdel, berenjenal, desorden, jaleo, tumulto, escándalo, barahúnda, tiberio, estruendo, bulla, estrépito…
Más nueces y menos ruido, más sinónimos y menos “fugarse” del meollo, más lengua, más palabras. A todo esto lo llaman ruido.
FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA
Directora Pilar Úcar Ventura