La palabra y algunos fenómenos de la naturaleza
Por Pilar Úcar
“Polvo en suspensión y viento racheado, ola de calor y granizada, pleamar y marejadilla” … superadas las “líneas isobaras y el anticiclón” que siempre estaba incrustado en las Azores, más allá de “chubasco y chaparrones, rayos y truenos”, los fenómenos meteorológicos, como fenómenos naturales que son, se dan en la atmósfera y en la literatura, en las conversaciones diarias de cualquier registro idiomático; según el grado de intensidad, pueden tener efectos positivos o negativos no solo en los ecosistemas, sino también, en las sociedades humanas que se comunican a través del lenguaje.
Ahora conocemos al Niño y a Filomena, compartimos terraza veraniega y “batamanta” invernicia con la ciclogénesis explosiva, la gota fría y el aire caliente del Sahara, mientras nos vigilan estratos, cúmulos y nimbos amenazantes o tranquilizadores.
Y, claro, la lengua permeabiliza y cala hasta los huesos como el sirimiri o el orvallo: pocos son los gremios que se libran de esta jerga formada por metáforas tan comunes y conocidas: en política, en deportes y economía, en cultura y espectáculos: “lluvia de aplausos, le ha dado el siroco, después de la tempestad, viene la calma, tormenta de insultos, tsunami de protestas, marejada en el partido, ha entrado como un huracán, sequía de propuestas, paredes inundadas de carteles” …
La riqueza de nuestra lengua se basa esencialmente en el trasvase de términos de un campo léxico a otro; terminología ajustada al objetivo del mensaje y a la intención del emisor. Ya Aristófanes en Las nubes, advierte que los fenómenos producidos por las nubes, el sol o la luna, expresan el beneplácito o la disconformidad de los dioses con las decisiones de los hombres. Pero me parece que esto último tiene más que ver con el cambio climático y la sostenibilidad del planeta…
FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA
Directora Pilar Úcar Ventura