La palabra de la realidad y de la ficción
Por Pilar Úcar
Cuando alguien asegura que la realidad supera la ficción, no resulta difícil suponer que el cruce de una dimensión se puede lograr con tan solo chasquear los dedos; por arte de birlibirloque, nos transportamos de nuestro mundo tangible al de la invención, del material a la alegoría, y a partir de aquí, surge la posibilidad ¿real? de construir castillos en el aire, de fabular y alcanzar el nivel de la “pamema”, según muchos, por lo de hiperbólico de dicha fase, de este nuevo estado próximo a rozar el cosmos con su sistema solar incorporado y el vaivén de una y otra galaxia. Se origina una suerte de confabulación astral con una finura mixtura o mejunje de física y química en el que el tiempo -¿inexistente?- se diluye, y de nuevo necesitamos anclaje terrenal que nos devuelva a la existencia tocable.
Muchos sinónimos para dos situaciones que no le son ajenas a la existencia humana: lo inasible inquieta, lo palpable también. El tacto, y el resto de sentidos, entran en estado de alerta por si perdemos pie ante la atracción de lo inasible, de lo que se resiste a ser aprehensible.
Si a la ficción añadimos los prefijos “micro” y macro”, trascendemos el universo propio y personal: nos salimos de nosotros mismos, como en un juego de espejos para alcanzar lo inmanente y lo exógeno; del ombliguismo a la otredad, de nuestra realidad planetaria a otros mundos posibles -con seres incluidos-; en definitiva, la pequeñez observada a través de un microscopio o la magnitud de la lente telescópica. Finitud y límites que circundan la eternidad del universo. Se conjugan en estas líneas, fingimiento e ilusión, efectividad y verdad. Un auténtico jardín léxico, un bosque conceptual, y, hoy, filosófico, incluso.
Sic parvis magna.
FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA
Directora Pilar Úcar Ventura