FANTASMA DE PROSTITUCION

TOSHIBA CAMCORDER

Ser maltratada, violada, prostituida forma parte de los fantasmas comunes de las mujeres histéricas. Si el formato imaginario del fantasma originario pasiviza a la niña y la hace padecer la violencia, ¿no deberíamos pensar que el fantasma masoquista es la forma habitual en que se sexualiza su feminidad? La sexualidad para la niña es doblemente amenazante, en tanto pulsión implantada y en tanto violencia que padecer. Lo que pre-existe, el formato de sexualidad al que la niña se enfrenta, además de excitarla la asusta. Si el amor mueve montañas, también pacifica a la bestia, como bien lo sabe la bella. Es decir, contrarresta angustias persecutorias.

Podemos re-pensar el poder seductor y la fascinación que el amor posee para la mujer partiendo del siguiente planteamiento: ¿Por qué en la ficción, en el psicoanálisis y en la vida se prepara a la mujer para aceptar la violencia en nombre del amor?

La división, la posición de las mujeres en dos categorías, no es un fantasma infantil, la niña encuentra esa división en múltiples experiencias que confronta. ¿Podemos pensar en significantes enigmáticos de los adultos que suministran a la niña significaciones de la división de las mujeres de acuerdo a su relación con la sexualidad? Escisiones de representaciones de la feminidad a metabolizar, formas del eterno femenino, arquetipos post-modernizados, mujeres honradas y ligeras, esposas y concubinas, amantes y prostitutas, chicas que se dejan meter mano y las que no se dejan, mujeres repudiadas, solas, abandonadas, censuradas por actividades sexuales ilícitas. Ante este panorama amenazante, la niña reprime el deseo e idealiza el amor ya que se convierte en la garantía de su narcisismo de género y de la conservación de la integridad corporal.

Sobre el punto del desdoblamiento entre objeto de amor y de deseo, la evolución de las costumbres contemporáneas, hace aparecer fenómenos nuevos. Lacan, en su tesis de 1.958 sobre la significación del falo, reformula y retoma la tesis de Freud en el sentido de que en la mujer no hay separación si no convergencia del amor y deseo en el mismo objeto. No obstante, en la página siguiente introduce un matiz muy importante: el desdoblamiento entre el objeto de amor y deseo está presente en las mujeres, pero el primero se encuentra disimulado por el segundo. Lo que no debe disimularse es que la mujer liberada de la única elección del matrimonio puede amar por un lado y desear y gozar por otro.

Fantasmas histéricos que elaboran una concepción violenta del encuentro amoroso. El padre amado y amante del fantasma nos dirá Freud “que lo ha hecho todo para ganarse su amor” fustiga con un gran pene-palo el sexo desnudo de la niña. Padre amante que llevado por la violencia de su amor la sustrae a los demás y la viola, fantasma de rapto por el príncipe encantador o por el bandido. Ser pegada o copulada por el padre es ocupar en la escena del fantasma la posición de la madre. Sobre un fondo de intensa rivalidad edípica se inserta el fantasma de la violación, la violencia del amor del padre por la hija en estos escenarios representados bajo su forma invertida, la violencia del amor de la hija por el padre y la violencia de la rivalidad con la madre. El fantasma de ser violada por el padre (o por sus figuras sustitutivas) se edifica sobre una identificación primitiva con la madre y el fantasma de una unión sexual con ella, que se apoya en el suelo de la realidad. Amargura de la rivalidad edípica que deja mal parado el narcisismo de la hija por el lado de la madre y del padre, acusados de haberla engañado y abandonado (fantasma de seducción y abandono repetidos en las tramas histéricas) que hace dudar a la niña de su capacidad de seducción y la empuja a demostrar en el fantasma de prostitución su superioridad erótica sobre la madre, de la cual triunfa así, al tiempo que se venga del desdén de su padre, habiéndose transformado el desdén de uno solo en el deseo de todos.

Puesta en escena en la prostitución de un cuerpo objeto de atracción sexual irresistible, que niega las angustias de depreciación corporal y reasegura el narcisismo de decepciones amorosas acumuladas. En el fantasma de prostitución se trata de “ocupar el lugar absoluto de placer” por el otro paterno, y la fascinación de las mujeres por las prostitutas deriva de la posición de placer y puro lugar de placer que ocupa en su imaginario.

Las ensoñaciones conscientes de violación son, en mi opinión, a pesar de su componente masoquista, menos peligrosas que los fantasmas inconscientes masoquistas presentes en ciertos fantasmas de prostitución en los que el elemento dominante es menos la venganza que la humillación.

En el fantasma inconsciente de prostitución, aunque en un segundo plano, la figura de la madre no es menos importante. Presente en la historia, la literatura y el cine bajo los signos de la casamentera, la entrometida o la dueña de la casa de citas, figuras obscenas de la organización social de la prostitución de las mujeres y del matrimonio. Objeto de reproche para la hija por haber estado expuesta, propuesta y prostituida por la madre. Reproches apoyados en el exhibicionismo de la primera infancia se inscriben en escenas de peligro sexual por falla de protección de la madre: negligencia, indiferencia o complacencia. Experiencias buscadas inconscientemente en continuidad con situaciones violentas de la mujer o en un clima familiar de violencia.

En el fantasma de prostitución la forma reflejada corresponde a la relación entre dos posiciones, activa y pasiva. Exponerse y proponerse a los deseos de los hombres es también transformar una experiencia pasiva sufrida en experiencia deseada.

El fantasma histérico de prostitución se desarrolla menos sobre un fondo de exhibicionismo narcisista positivo al  servicio de la preparación de la hija a la integración de los diferentes componentes de la sexualidad que en la urgencia de dar salida bajo esta forma a un exceso de excitaciones no mediatizadas por las barreras de para-excitación, que fueron demasiado porosas por acumulación de situaciones violentas y por deficiencias de la función materna protectora.

Dr. Alfonso A. Gómez Prieto

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