El Gran Oriente Medio, entre la democracia y la geopolítica

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El Gran Oriente Medio muestra una historia reciente muy agitada a raíz de unos cambios políticos y geopolíticos que no dejan a nadie indiferente. Los viejos líderes son  derrocados (Hosni Mubarak,  Muamar el Gadafi), se adoptan nuevas reglas del juego (la Constitución otorgada marroquí de 2011), cambian los grupos étnicos dominantes (la sustitución de sunitas por chiitas en Irak), y también las potencias externas (el anunciado repliegue de EEUUs y la vuelta de Rusia) y regionales (la ascendencia de Irán y el declive de Egipto).

La Primavera Árabe sacudió el Gran Oriente Medio en 2011 con protestas, revueltas e insurrecciones populares contra los regímenes autocráticos árabes.  El impulso del cambio procedía de esa mitad de la población que tiene entre 15 y 24 años, del paro juvenil que dobla la media mundial, de la desigualdad de oportunidades en el campo de la educación, y del alza en los precios de los alimentos que castiga con dureza a estos países.

Desde entonces el proceso de modernización política ha avanzado en algunos países mientras que en otros se ha estancado o ha retrocedido. Túnez representa el paradigma de transición a la democracia basada en el consenso a la española. Este año los islamistas de Rachid Ghanouchi y el Frente Popular de partidos de izquierdas y liberales han aprobado una Constitución e impulsado un gobierno tecnócrata encargado de pilotar el país hasta las próximas elecciones legislativas (24-O) y  presidenciales (23-N). Marruecos, al igual que Jordania, ha optado por la liberalización política para evitar el desbordamiento de la Primavera Árabe. En 2011 el Rey Mohammed VI otorgó una Constitución en la que cedía parte de sus poderes a un gobierno de elección popular.

Por el contrario, en Egipto la contrarrevolución se ha impuesto de momento. El ejército, un estado dentro del Estado, recurrió a la ruptura preventiva del pacto social en torno a la transición a través de un golpe de estado para derribar al presidente islamista Mohamed Morsi y aupar al mariscal Abdelfatah al Sisi a la presidencia. Las monarquías absolutas del Golfo Pérsico representan al conservadurismo inmovilista; sus dirigentes defienden los intereses constituidos contra su erosión por parte de los reformadores, sean estos islamistas como los Hermanos Musulmanes o laicos. Siria, Libia y Yemen son los países peor parados al precipitarse las revueltas populares por el sendero de la guerra civil de tintes sectarios y geopolíticos.

Seguramente el cambio geopolítico más transcendental para la región deriva del anunciado repliegue de los Estados Unidos de Oriente Medio para concentrar sus esfuerzos y recursos en la pujante región Asia-Pacífico. La doctrina Carter de 1980 convirtió al Golfo Pérsico en un elemento vital del interés nacional para garantizar la seguridad energética de EEUU y embarcó a este país en el despliegue de miles de tropas en Oriente Medio y en una serie de guerras e intervenciones militares en la región. Si los EEUUs se marchan ahora de Oriente Medio es justamente porque ya no dependen tanto del petróleo del Golfo Pérsico (EEUU produce ahora 9  millones de barriles de petróleo diarios, frente a los 10 de Arabia Saudita o Rusia).

La marcha de EEUU suscita incertidumbre y miedo entre sus aliados tradicionales, las monarquías y emiratos del Golfo Pérsico y el Estado de Israel, países cuya seguridad EEUUs ha garantizado durante las últimas décadas. Esta preocupación sobre el compromiso de EEUU con la seguridad y estabilidad de la región se ha multiplicado exponencialmente con la actual detente entre Estados Unidos e Irán, la potencia ascendente en la región. De momento la ansiedad saudí y las ambiciones iraníes se canalizan a través de una competición regional por la influencia en el devenir de Siria, Yemen, Irak. Rusia pretende cubrir el hueco que deja EEUUs para aumentar su esfera de influencia.

Los efectos de estos cambios políticos y geopolíticos son, con alguna excepción, desalentadores. Los regímenes autoritarios siguen siendo mayoritarios en la región, y la tendencia a la fragmentación se extiende desde el Sahel y amenaza en convertir a Libia, Yemen, Siria e Irak en estados fallidos. Irak sobrevive gracias a la respiración asistida de los bombardeos aéreos de la Coalición liderada por EEUUs sobre las posiciones de la organización terrorista Estado Islámico de Irak y Levante.

Con la proclamación el pasado junio del califato en los territorios que controla en Siria e Irak, el Estado Islámico de Irak y Levante ha dinamizado la lucha yihadista que perdió fuelle a raíz de la eliminación del líder de Al-Qaeda, Osama Bin Laden, en 2011. El yihadismo se afianza en sociedades que sufren inseguridad, desconfianza hacia el gobierno, corrupción endémica y bajos niveles de identificación nacional (Irak, Siria, Yemen) y planea como una amenaza sobre el resto de países de la región especialmente Túnez y Libia.

En definitiva, el Gran Oriente Medio se encuentra inmerso en una transformación constante  acompañada de una inestabilidad sin precedentes derivada de las resistencias a la modernización política y de las incertidumbres de una geopolítica cambiante.  En los próximos meses y años debemos estar muy pendientes de la transición tunecina, como referencia futura para el resto de países árabes, de la marcha del diálogo político en Libia, de las negociaciones nucleares entre Irán y el Grupo de 5+1, de la resistencia del Estado Islámico a la ofensiva de la Coalición liderada por EEUUs  y del ritmo del repliegue norteamericano del Gran Oriente Medio.

* Una versión más extensa de este escrito se publicará en los próximos días en mi blog “La mirada a Oriente (http://masegosa2012.wordpress.com )

20 de octubre de 2014

José Luis Masegosa Carrillo / @joseluismase

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