Cuestiones teóricas sobre el liderazgo político

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En estos tiempos de crisis de liderazgo político dentro y fuera de nuestro país, intentamos plantear algunas cuestiones teóricas.

El origen del concepto de liderazgo político es anglosajón, es el conocido como “leadership”. El liderazgo político puede ser definido como la cualidad personal para ejercer influencia en un partido, favoreciendo la obediencia en un sistema dictatorial o el seguimiento en una organización democrática. Un líder se asienta sobre un consenso o acuerdo tácito en la formación política, pero que debe renovarse periódicamente, empleando distintos medios: actos de exaltación personal en partidos únicos o elecciones internas en las formaciones políticas democráticas. La cualidad del liderazgo surge o se adquiere por el carisma personal, determinante en las formaciones dictatoriales, pero también importante en las democráticas, aunque, en este caso interesarían más los mecanismos de elección o selección internas. Al respecto, convendría añadir que en nuestros principales partidos no abundan, precisamente, los procedimientos plenamente democráticos a la hora de elegir a sus líderes. En la derecha clásica española priman las designaciones y no abundan los procedimientos democráticos internos. En el PSOE se establecen las primarias, aunque luego en la elaboración de listas suelen aparecer los problemas. La cuestión se complica en Podemos donde hay rasgos muy democráticos con otros no tanto, y que han generado polémicas y rupturas internas. La búsqueda de líderes en Ciudadanos ha sido también compleja en sus primeros momentos, al ser una formación muy nueva.

El liderazgo político va unido a una serie de atributos: facilidad para la oratoria, habida cuenta de la importancia de la comunicación en política, vitalidad, inteligencia, capacidad para tomar decisiones sin gran demora de tiempo y la cualidad de poder prever los imprevistos y las contingencias que aparecen en el juego político, algo que en los últimos tiempos casi se ha convertido en regla.

En los partidos políticos es importante el liderazgo porque sirve para aglutinar y fomentar la movilización de los militantes o afiliados. En los sistemas dictatoriales y totalitarios el líder es el jefe indiscutible del partido único y, por tanto, el dictador del régimen político, el que toma todas las decisiones y su figura se asocia al culto a la personalidad con todo tipo de alabanzas y difusión de virtudes reales o inventadas. En la Historia contemporánea de España contamos con un ejemplo evidente de líder dictatorial con un intenso culto a su personalidad, aunque éste evolucionara en el tiempo para adaptarse a los cambios internos y externos que se produjeron, habida cuenta de la longevidad de su mandato.

En las democracias puede surgir un problema cuando los líderes tienden a concentrar poder y las organizaciones políticas a las que deben servir y representar, además de liderar, quedan relegadas a un segundo plano o son empleadas para sus promociones personales. Eso supone una merma de la calidad democrática, al primar las personalidades sobre los equipos y su participación o colaboración en la toma de decisiones. En el otro extremo, se corre el peligro de tener líderes de muy bajo perfil y carentes de algunas de los atributos descritos, por lo que algunas direcciones políticas se pueden resentir por falta de imaginación y coraje. Y teniendo en cuenta estas últimas observaciones, ¿cómo son nuestros líderes políticos?, ¿concentran mucho poder?, ¿tienen personalidades muy marcadas o son de bajo perfil, con las consecuencias que ambos casos acarrean?.

Eduardo Montagut

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