El consentimiento de la madre estrago
Reflexiones sobre «El Consentimiento» (película 2023).
(Otro fragmento de la conferencia que se impartirá en Japón, a finales de octubre y principios de noviembre).
Dra. Cristina Jarque.
La película «Le Consentement» está basada en la novela escrita por Vanessa Springora (2020). La novela narra el abuso psíquico y sexual que Vanessa sufrió cuando tenía 13 años, presa de un depredador de 50 años llamado Gabriel Matzneff. Ella describe con detalle la trágica experiencia, la llama una primera traición porque la niña se enamora profundamente de Gabriel (que era una figura paterna) y cuando se da cuenta de que ella es una más, en la lista de amantes de este hombre, cae en una profunda melancolía. Habla también de manera desgarradora que sobrecoge, de una segunda traición: la de su madre. Dice que la relación con su madre queda profundamente fracturada y describe cómo la pasividad de su madre y su incapacidad para actuar la dejaron en una situación de extrema vulnerabilidad, sin las herramientas emocionales necesarias para resistir la manipulación de Matzneff. Este abandono emocional es una de las características más dolorosas de la figura de la madre estrago, quien, por razones complejas y a menudo no del todo conscientes, no logra cumplir con su papel fundamental de protección y cuidado.
Es una historia que nos deja sin palabras: ¿Cómo es posible que una niña de trece años caiga en manos de un depredador y nadie haga nada? Gabriel Matzneff es un hombre francés, de origen ruso. Un escritor muy admirado y reconocido en el París de 1985 (es entrevistado por Bernard Pivot en su reconocido programa, además gana muchos premios por sus novelas, es amigo de políticos e intelectuales de su tiempo). En esa época, Gabriel tenía cincuenta años y se dedicaba a seducir y manipular niños vírgenes (de ambos géneros) que estaban entrando en la adolescencia (entre 12 y 14 años). Elegía a sus víctimas, generalmente personas vulnerables tanto psíquicamente como emocionalmente, con familias rotas, con padres ausentes que habían abandonado a la familia y con madres emocionalmente inestables. La víctima se convertía en su amante y era iniciada por él, en la vida sexual con la idea falsa del «verdadero amor no comprendido por la sociedad». Vanessa cuenta con crudeza y detalle los encuentros sexuales y el hecho de que «todo mundo lo sabe», incluida la madre, pero «nadie hace nada al repecto».
Cuando la relación se termina, Vanessa sufre intensamente, tiene ideas suicidas, entra en un bucle de autodestrucción y de pulsión de muerte. No obstante, es una adolescente fuerte y sobrevive, así que poco a poco va dándose cuenta de lo destructiva y anormal que ha sido esta situación. Finalmente logra ver a Gabriel Matzneff como un depredador. La película ha sido calificada de «intensa», «extrema», «desgarradora». Personalmente, creo que nos da la posibilidad de sumergirnos en un acontecimiento terrible donde podemos observar que la complicidad silenciosa de una madre se convierte en un estrago inimaginable para la hija porque, la madre de Vanessa, se centra en ella misma, y se olvida de su hija. Vanessa encuentra en la escritura lo que ella llama «su revancha». Habla con gran valentía del abuso que sufrió en manos de este hombre, y denuncia la impunidad. Me pregunto: ¿La escritura la salvó? ¿La escritura permitió que ella encontrara cierta justicia inconsciente y que la pulsión de muerte se detuviera? Actualmente Matzneff tiene 88 años y está escondido en un pueblo en Italia. Dos cosas llaman poderosamente la atención:
1) La impunidad. El escritor depredador se movía con total impunidad en los círculos literarios de la época. Se dice incluso que Simone de Beauvoir, Sartre y otros grandes intelectuales participaban de los abusos sexuales a menores y nadie hacía nada.
2) La madre estrago. Uno de los aspectos más dolorosos y complejos de su relato es el papel de la madre, una figura que, lejos de proteger a su hija, permitió que esta relación abusiva se desarrollara. Esta madre es un ejemplo claro de cómo una función materna, por razones emocionales, psicológicas o sociales, es incapaz de apartar a su hija del peligro y llega a consentir, de manera consciente o inconsciente, el daño que le inflige el agresor.
La madre de Vanessa, según se describe en el libro, parecía fascinada por el entorno literario y cultural en el que se movía Gabriel Matzneff. Como muchos en aquel momento, veía al escritor como un intelectual brillante y provocador, alguien que representaba un ideal de libertad y creatividad. Pero, al mismo tiempo, su incapacidad para percibir el riesgo que este hombre representaba para su hija revela profundas fallas emocionales. En lugar de actuar como una barrera protectora frente al abuso, la madre se convierte en una facilitadora, ciega ante el peligro real que acecha a Vanessa.
El concepto de madre estrago que yo vengo investigando y trabajando desde hace muchos años, quedó plasmado en el libro con el mismo nombre que se publicó en España en 2008 y que actualmente cuenta con tres ediciones. En octubre y noviembre de este año, tendré el gran placer de ir a Japón a hablar del tema. Este concepto sugiere una madre que, atrapada en su propio mundo de deseos, traumas o vulnerabilidades, no es capaz de ver las necesidades y el bienestar de su hija. En el caso de la madre de Vanessa, su fascinación por Matzneff y su entorno parece haber nublado su juicio, permitiendo que su hija adolescente fuera capturada por un hombre mucho mayor. El deseo de pertenecer a ese mundo intelectual, de ser parte de una élite cultural, prevaleció sobre el instinto de protección que debería haber guiado sus decisiones. Estamos a todas luces frente a la negación t el consentimiento silencioso de una madre que se centra en ella misma y se olvida del sufrimiento de su hija.
La negación es uno de los elementos más perturbadores de la conducta de la madre de Vanessa, no ve el peligro. En lugar de ver a Matzneff como un depredador, parece haberlo aceptado como una figura prestigiosa que, de alguna manera, “honraba” a su hija con su atención. Este tipo de comportamiento es típico de la madre estrago, quien a menudo no reconoce, o se niega a reconocer, la magnitud del daño al que está exponiendo a su hija.
Para Vanessa, que ya había sido abandonada por el padre biológico, el abandono emocional por parte de su madre no agravó el daño infligido por Matzneff, y también profundizó las cicatrices emocionales que llevaría consigo el resto de su vida. Sufrió el abuso físico y psicológico de un adulto manipulador y experimentó una segunda traición: la de su propia madre, la persona que debía haber estado allí para protegerla y apoyarla. Este tipo de traición deja una marca indeleble en las víctimas, que a menudo se sienten doblemente vulnerables, atrapadas no solo por su agresor, sino también por la ausencia de quien debería haberlas defendido.