El bucle de la pregunta-respuesta en el periodismo de hoy
¡¡Qué poco trabajo tienen las personas que son entrevistadas por los periodistas!! Da igual de qué se trate, no importa el tema, ni la cuestión que ocupe a “preguntador y respondedor”.
Ya no existe ni la pregunta cerrada ni abierta. Va todo en el mismo pack, en un dos por uno promocional; quienes esgrimen la alcachofa, sea micrófono inalámbrico, de petaca o modelo Madonna, en el estudio de radio, ante la pantalla televisiva o a pie de calle (inefable barbarismo de estilo y lingüístico), lo dan todo mascadito para que no se atragante el interpelado y no haya error ni omisión: son los propios comunicadores os que preguntan y (se) responden, así que al invitado y al especialista solo le queda poner cara de interés, de pasmo, de espera atenta y al final el papel asignado en este teatrito es el de convidado de piedra: “no se preocupe, ni se sofoque ni se ponga nervioso, ya contesto yo, usted impasible el ademán, pose, sonría y fin”. A otra pregunta.
La cara de besugo es de campeonato: la respuesta que se supone va a dar el interrogado ya aparece explícita en la pregunta, cada vez menos interrogativa y más enunciativa, o sea, una breve -o no tanto- conferencia de supuesta sabiduría personal, para eso han pasado por las aulas de Ciencias de la Información o de Comunicación (tanto da).
Un auténtico monólogo, una introspección en voz alta: dos guiñoles en el escenario. Uno pregunta y responde, y por si no ha quedado claro, repite, insiste y repregunta, y por supuesto, recontesta. Poco hay de diálogo (casi entre besugos) en el acto comunicativo que describo en estas líneas hoy: emisor y receptor se identifican, se funden en una suerte de contexto fluido inapelable.
FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA
Directora Pilar Úcar Ventura