Educar con poesía: navegar entre sueños y realidades
Gabriel Celaya, en su hermoso poema, compara el arte de educar con el acto de poner motor a una barca:
Educar es lo mismo
que poner motor a una barca…
hay que medir, pesar, equilibrar…
… y poner todo en marcha.
Para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia
concentrada.
En estas líneas, Celaya refleja cómo educar implica delicadeza, técnica, equilibrio y sobre todo, creatividad. El educador es, como dice Celaya, una mezcla de marino, pirata y poeta, combinando sensibilidad, audacia y paciencia concentrada para acompañar a los niños en su navegación hacia el aprendizaje y la vida.
El valor de la poesía en la educación
La poesía desempeña un papel crucial en el desarrollo infantil, ya que permite expresar y explorar sentimientos y emociones de manera profunda. Según Pelegrin (1992), la poesía es una transmisión oral que abarca «palabra, gesto y movimiento aprendidos colectivamente por reiteración». La experiencia poética fortalece la memoria auditiva, kinésica y táctil, enriqueciendo la sensibilidad emocional y social de los niños.
Además, como señala López Tamés (1990), la poesía es «el embrión indefinido y creador» de la cultura, destacando su importancia en la infancia humana. A través de la poesía, los niños se conectan directamente con sus sentimientos más profundos y aprenden a expresarse libremente, dando lugar a una comunicación rica y auténtica.
Aspectos fundamentales del lenguaje poético
Educar con poesía significa también prestar atención a los aspectos esenciales del lenguaje poético. La cantidad (número de sílabas métricas), la intensidad (estructura acentual), el timbre (rima) y el tono (entonación) son elementos claves que potencian la experiencia estética y emocional. La poesía invita a los niños a jugar con las palabras y sonidos, estimulando su creatividad y enriqueciendo su dominio activo del lenguaje.
Soñar mientras se educa
Volviendo al poema de Celaya, la educación también implica soñar:
Pero es consolador soñar
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes,
hacia islas lejanas.
En la educación literaria, como se resalta en el poema, se busca fomentar en los niños el placer por la lectura, la imaginación y la creatividad. Este viaje simbólico del niño como barco hacia islas lejanas refleja cómo la poesía abre puertas a mundos nuevos, donde los niños aprenden a navegar con seguridad y alegría hacia sus propios destinos intelectuales y emocionales.
Legado de la educación poética
Finalmente, educar con poesía es un acto de trascendencia, donde la palabra se convierte en legado:
Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera
enarbolada.
Enseñar poesía a los niños implica preparar el terreno para que ellos mismos sigan transmitiendo, a futuras generaciones, las palabras que han recibido. La poesía se convierte en un legado cultural y emocional que persiste en el tiempo, permitiendo que nuestra bandera, la del conocimiento, la imaginación y la sensibilidad, siga ondeando alto y con orgullo.
Rosa Amor del Olmo