La palabra que engorda el DRAE

La palabra que engorda el DRAE

Por Pilar Úcar

En la actualidad hablan español casi 600 millones de personas y el Diccionario de la Real Academia de la Lengua alberga casi un total de 100.00 palabras y … ¡subiendo!

Son sucesivas las actualizaciones que se vienen haciendo en cuanto a incorporación de nuevos términos se refiere (la última a finales del pasado mes de noviembre). Mencionamos algunas de estas “novedades” que han quedado consignadas y ratificadas por los académicos, miembros y representantes de todas las Academias de la Lengua Española; encontramos, entre otros vocablos: ‘sinhogarismo, alien, descarbonizar regañá, Var’, y formas complejas como, por ejemplo: ‘big data, fila cero, no binario, disforia de género’.

Y todo ello se debe a una idea que en diferentes ocasiones venimos repitiendo desde este observatorio: la lengua es un organismo vivo, en continuo cambio y movimiento, y a su vida -activa, sin duda,- contribuyen los hablantes con su empleo, rico y variado, siempre; de ahí que nuestro idioma suponga el auténtico reflejo de la realidad, sin la pretensión de esquivar, ni lo hace, los fenómenos sociales, económicos, políticos o las nuevas situaciones y circunstancias que se producen durante la cotidianeidad. Día a día, la realidad configura la lengua, instrumento comunicativo entre sus usuarios.

De igual manera, tienen cabida extranjerismos plenamente asumidos en nuestro discurso oral y difundidos, gracias también a la labor de los medios de comunicación: ‘Banner, balconing, cookie, bracket’ son algunas palabras que no nos sorprende escucharlas, pues las encontramos con gran facilidad en las noticias, o el famoso ‘chundachunda o machirulo’ tan coloquiales y tan comunes a lo largo de estos últimos años.

En cualquier caso, más allá del grosor de nuestro diccionario, bienvenida sea la anchura de nuestro idioma, pues resulta claro síntoma de que el español es genuino vehículo de apertura de mente.

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Directora Pilar Úcar Ventura

 

La palabra y el prefijo RE-

La palabra y el prefijo RE-

Por Pilar Úcar

Parece que por estas fechas conviene insistir en tradiciones añejas y costumbres endémicas, es decir, que llega el momento, una vez más de  REactivar algunos propósitos, ciertas determinaciones, eso sí, con mucho ánimo y férrea voluntad. Aspiramos sin duda y con denodado empeño a cumplir, o sea, a lograr de manera exitosa, deseos, ilusiones, anhelos; el objetivo, por supuesto, llegar a la meta y obtener la satisfacción del fin.

Y, sin duda, ahí entra en juego el prefijo RE- que acude a auxiliarnos para tan noble ¿impulso?

Imposible zafarnos de verbos como: REpasar, REinventar (nos), REorganizar, REcorrer, REtocar, REconstruir, REhacer, REplantear, REordenar, REavivar, REajustar, REanimar… podríamos seguir con unas cuantas más acciones prefijadas; todo un listado agotador para estos principios anuales. El diccionario está a nuestra disposición y la lengua también para emplearlos a rajatabla o a demanda, según cómo, cuándo, dónde y con quién…

La ventaja del prefijo RE- es que en muchas ocasiones no es un prefijo y nos permite hacer caso omiso de tanta actividad que seguro vamos a desplegar en este recién estrenado 24.

Que cada uno de los lectores y de las lectoras de este Observatorio de Filología de Arco Europeo Progresista elija el término con RE que más le convenga, a su gusto y manera.

Por mi parte, me gustaría proponer otros prefijos distintos al que nos ocupa en esta ocasión: se trata de los privativos o de negación: A- y Des-. Por ejemplo: Afónico, Atontao, Asexual y Apolítico; DEStronar, DESatar, DESbocar y DESlucir…pero la lista sería casi interminable.

De tanto REleer y REvisar este artículo, seguro que se habrán deslizado errores que el ojo humano (de la humana que lo suscribe) no los ha detectado.

Así que reposo y calma, no quiero agotar justo al arrancar este 24.

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Directora Pilar Úcar Ventura

 

La palabra y «tapar agujeros”

La palabra y «tapar agujeros”

Por Pilar Úcar

Vueltas y vueltas, giran los bombos con los números dentro; que no se escapen las bolitas de los premios. Como siempre, sonsonete habitual por estas fechas. Y, sin duda, pronto se cumplirán las ilusiones, esperanzas y sueños de quienes guardan con celo y a buen recaudo el pase que les llevará a …”tapar agujeros”. Son los agraciados que exhiben su felicidad.

Tranquilos porque van a poder cubrir y cerrar lo que está al descubierto o abierto, es decir, una hendidura, abertura, herida. Así define la Real Academia de la Lengua el verbo “tapar” y añade: cubrir con algo para impedir ver o ser visto, para proteger de los golpes, del polvo, del frío, de la luz. Si buscamos sinónimos, acuden: taponar, obstruir, atascar.

Y cuando se pospone el sustantivo “agujeros”, casi siempre en plural, adquiere una connotación, en claro uso de la oratoria, metafórica, al referirse sin duda a dar solución a los problemas económicos prioritarios: hipoteca, crédito y préstamos varios, por ejemplo.

Como si nuestra vida hiciera aguas, hay que taponar, y cubrir, con maseta contundente esas vías de fuga.

El juego de la lotería permite, pues, revisar la grifería por la que se cuelan gastos y más gastos, acuciantes del día a día.

“Tapar algún agujero, algún agujerillo” se oye también entre risas y brindis, para no espantar a la fortuna, para no dar pábulo al desbarajuste económico y financiero palpable en muchos de los que han sido “bendecidos” por el azar más allá de algoritmos, probabilidades… Besos, abrazos, nuevos planes y nuevo horizonte.

Mi madre decía que la lotería es la “ilusión de los pobres”; no sé si era sabia o no, pero no consiguió transmitirme la más mínima inclinación hacia esos bombos que rugen y que por supuesto, premian.

Mientras tanto, salud.

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Directora Pilar Úcar Ventura

La palabra y la inteligencia humana

La palabra y la inteligencia humana

Por Pilar Úcar

Si contáramos cuántas veces pronunciamos y escuchamos la palabra ‘inteligencia’ los algoritmos enloquecerían, seguro que iban a cortocircuitar los neurotransmisores, y si al término ‘inteligencia’, lo acompaña el adjetivo ‘artificial’, las alarmas saltarían desbocadas sobre todo con la abreviatura tan siniestra, y para algunos, funesta: IA.

En corto o extendido, la IA o la inteligencia artificial nos invade: ya no resulta emergente ni está en ciernes: ha superado los pañales y campa a sus anchas, o sea, que ha llegado para quedarse, y mientras se recompone la disrupción que ha provocado, andamos peleando con ella y contra ella, indagando sus intenciones, descubriendo entresijos y pertrechándonos por lo que nos pueda afectar: en la universidad, en el supermercado, en el transporte y en el ocio, por ejemplo; expectantes por su alcance, suspirando de miedo y ansiedad, de ganas y de enfado ante sus consecuencias, difíciles de evitar, nos advierten, perdón, nos aseguran que no nos zafemos de ella; porque está claro que de alguna manera o de otra la IA la padeceremos en nuestras propias carnes.

Ahora bien, me interesa detenerme en la acepción 7 de la RAE al definir el vocablo ‘inteligencia’: “sustancia puramente espiritual” y si adjuntamos uno de los sentidos del calificativo ‘artificial’: “no natural, falso” ya tenemos el lío conceptual; una expresión bimembre cuando menos errática. Antítesis, contraste, paradoja, sinsentido, antagonismo…todo un acertijo morfológico de difícil resolución.

Tal vez, un buen remedio sería sustituir ‘artificial’ por el calificativo ‘humana’, a saber, inteligencia humana. Si reflexionamos, conlleva cierta tranquilidad, menos espasmos, mayor confianza y más creatividad, libertad propia y ajena, ausencia de adoctrinamiento, sin batuta transparente ni neuronas mecanizadas, tocar y sentir, palpar y estremecerse: con la punta de los dedos con la dermis y la epidermis. Por muy artificial, la inteligencia siempre humana.

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Directora Pilar Úcar Ventura

Del puente al sándwich: ¿cuestión de palabras?

Del puente al sándwich: ¿cuestión de palabras?

Por Pilar Úcar

Aguantando la vertical a duras penas por la resaca festera del último puente de este 2023, reflexiono, léxicamente hablando.

Y hoy va de grandes obras de ingeniería, de puentes, más en concreto; pero vamos a especificar que la ejecución ingenieril, en cuanto a palabras atañe, consiste en enlazar, enjaretar y enhebrar con pespuntes, jornadas festivas pero no de dos días seguidos, sino en días alternos. En otras latitudes se emplea el término sándwich, bastante más gráfico y explícito, para referirse al día laborable que ha quedado entre dos feriados, a modo de emparedado.

Uno de los más esperados y gentrificados es el de la “constitución”, en nuestro país, que algunos lo tildan en registro coloquial de “acueducto” (vocablo vulgarote, poco original y muy cansino en este contexto).

Nuestros puentes, familiares no muy lejanos de otros foráneos y famosos: bank holiday (seguro que poco tardamos en emularlo -¿o ya existe y yo me lo he perdido?- black friday, y faire le pont, le ponte, brückentag, fenstertag, brugdag, suma y sigue…Evito aumentar la caótica “torre de babel”.

Los puentes cumplen una función casi primordial; sirven para cruzarlos y traspasarlos, para que fluyan los buenos sentimientos, para practicar el ocio y el negocio, -¿por qué no?-; puentes de auténtica ingeniería social y antropológica: genuino y atascado trasvase de población, personas que van y vienen, sin cesar, atrapadas en las paredes del sándwich festivo. Como en antiguos fotogramas del NODO, asistimos impresionados -casi asustados- a la masa humana orillada en espigones, aceras y pavimento, calles y plazas, pasarelas y terrazas, vías férreas y espacios aéreos, montañas pobladas y arena ocupada. Todo muy estacional, todo muy otoñal: la coyuntura del puente manda, imposible hacernos transparentes en las riadas que “franquean” sin cesar, lugares que pronto, recobrarán su normalidad.

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Directora Pilar Úcar Ventura

“Es humano”… y eso, ¿qué significa?

“Es humano”… y eso, ¿qué significa?

Por Pilar Úcar

Pudiera parecer una de las partes de aquella frase sentenciosa atribuida a algún clásico de campanillas, o a algún filósofo heterobásico: errar es de humanos, perdonar es divino y rectificar es de sabios. Hoy dedicaré estas líneas a la cantaleta rutinaria de “es humano…” con un deje de conmiseración hacia el otro, encaramado al pedestal del paternalismo, de alguien avezado vital y experimentado, que se sale del cuadro y pretende “sensatamente” relativizar enseñando, mejor, adoctrinando: un menda lerenda que todo lo sabe; y además, condescendiente, “perdona y entiende, comprende y acepta” parece decirnos, o, tal vez solo se trata de un pasota que ni se implica ni se compromete. No le afecta ni en la dermis ni en la epidermis de paquidermo el frío o el calor. Se escuda en ese “es humano” para justificar todo y a todos.

No es cometido de quien suscribe la dirección de este observatorio de Filología y Lengua española establecer juicios morales ni adjudicar criterios éticos a actitudes y comportamientos humanos, pero considero pertinente hacer referencia a este estribillo que lo mismo vale para un roto que para un descosido: en las relaciones laborales, en los encuentros afectivos, en situaciones familiares. “Es humano” hace referencia a las debilidades, defectos, carencias de toda persona -humana, por supuesto- y bajo dicho paraguas o excusa, auténtico subterfugio de oratoria, se disimulan compromisos y responsabilidades hacia nuestros iguales, humanos todos, está claro. Si por homo sapiens se entiende primate de capacidad intelectual desarrollada para la abstracción, introspección y comunicación de cierta complejidad, repetir “es humano” destapa nuestra propia fragilidad y la insistencia en la torpeza, el tropezar una, dos y tres veces en la misma piedra. Del mismo pelo: “Qué le vas a hacer, olvídalo, no le des importancia…” fruslerías del lenguaje.

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Directora Pilar Úcar Ventura

La palabra y el significado de «es mi opinión»

La palabra y el significado de «es mi opinión»

Por Pilar Úcar

Cada vez que alguien profiere esa expresión, conviene ponerse en guardia.

Como filóloga, considero que se trata de una trampa retórica, un subterfugio del emisor que viene acompañado de otros clichés al uso: “no estoy seguro”, “quizá me equivoque” (sin olvidar colocar un tono de voz entre melifluo y teatral).

Si además se añade el adjetivo “humilde”, la actitud de impostura y el artificio lingüístico son mayúsculos. Y si sumamos el adverbio “solo” la amenaza está servida. En definitiva, quien se presenta con esa suerte de “buenismo conciliador” refleja una ignorancia supina y una completa falta de implicación; son advertencias que en el fondo destilan un tufo de superioridad y conminación, con el deseo de evitar posible choque o cierta confrontación frente al receptor en todo acto comunicativo; se anula la réplica, porque confunde la veracidad con la información. “Solo es mi humilde opinión” consiste en un juego irritante del pelo: “no he estudiado nada, no me lo sé” o “solo traigo notas sin hilvanar para mi conferencia”… falacias genuinas de estudiantes y profesores que exhiben una falsa modestia al comprobar el sobresaliente del alumno en el examen o el éxito de la disertación.

Pero, “sin ánimo de molestar a nadie” otro cliché detestable, qué hay de malo en expresar la opinión de esta manera: “yo creo, pienso, considero, incluso el coloquial “según yo” tan correcto y tan denostado. De ahí a “¿es que no puedo opinar?”, solo un paso. Y la guinda: “no tengo opinión sobre eso”; con un palmo de narices nos quedamos ante el completo desinterés e indiferencia. Propongo tranquilidad: no todas las opiniones valen lo mismo y ni tan siquiera la mayoría son dignas de tenerse en cuenta.

¡Ay! Si nos leyera Kant…otros juicios nos cantarían.

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Directora Pilar Úcar Ventura

La palabra de la realidad y de la ficción

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La palabra de la realidad y de la ficción

Por Pilar Úcar

Cuando alguien asegura que la realidad supera la ficción, no resulta difícil suponer que el cruce de una dimensión se puede lograr con tan solo chasquear los dedos; por arte de birlibirloque, nos transportamos de nuestro mundo tangible al de la invención, del material a la alegoría, y a partir de aquí, surge la posibilidad ¿real? de construir castillos en el aire, de fabular y alcanzar el nivel de la “pamema”, según muchos, por lo de hiperbólico de dicha fase, de este nuevo estado próximo a rozar el cosmos con su sistema solar incorporado y el vaivén de una y otra galaxia. Se origina una suerte de confabulación astral con una finura mixtura o mejunje de física y química en el que el tiempo -¿inexistente?- se diluye, y de nuevo necesitamos anclaje terrenal que nos devuelva a la existencia tocable.

Muchos sinónimos para dos situaciones que no le son ajenas a la existencia humana: lo inasible inquieta, lo palpable también. El tacto, y el resto de sentidos, entran en estado de alerta por si perdemos pie ante la atracción de lo inasible, de lo que se resiste a ser aprehensible.

Si a la ficción añadimos los prefijos “micro” y macro”, trascendemos el universo propio y personal: nos salimos de nosotros mismos, como en un juego de espejos para alcanzar lo inmanente y lo exógeno; del ombliguismo a la otredad, de nuestra realidad planetaria a otros mundos posibles -con seres incluidos-; en definitiva, la pequeñez observada a través de un microscopio o la magnitud de la lente telescópica. Finitud y límites que circundan la eternidad del universo.  Se conjugan en estas líneas, fingimiento e ilusión, efectividad y verdad. Un auténtico jardín léxico, un bosque conceptual, y, hoy, filosófico, incluso.

Sic parvis magna.

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Directora Pilar Úcar Ventura

La palabra del …. ¿relator? Mucha terminación en -or

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La palabra del …. ¿relator? Mucha terminación en -or

Por Pilar Úcar

Me malicio que solo quienes andan metidos en faena jurídica saben de qué hablamos al oír la palabra tan traída y tan llevada durante estas últimas semanas: ‘relator’: letrado que hace referencia de los autores o expedientes en los tribunales superiores (RAE dixit); y también se puede apuntar este otro significado: ‘persona que relata o refiere una cosa’; así pues, fácilmente llegamos a concluir que cualquiera se convierte en un relator (no sé por qué me viene a la imaginación de inmediato el término velocirráptor -Fundéu dixit-), es decir, aquel que relata, refiere o cuenta su fin de semana, su nuevo puesto de trabajo o sus próximas vacaciones, por ejemplo.

Ahora bien, conviene decidir si el relato se va a efectuar a la manera de los narradores orales o bien como lo efectuaban fehacientemente al dictado antiguos copistas amanuenses, porque para relatar no solo hay que observar sino también conocer, y de ahí plasmar, es decir, expresar con justeza y ecuanimidad ya sea por vía oral o de forma escrita.

Como viene siendo costumbre en este Observatorio de Filología y Lengua Española, busco sinónimos del término en cuestión y doy con los siguientes: ‘facilitador, mediador garantizador’ y me surgen sospechas (siempre insisto en que la sinonimia absoluta no existe) de que nos estamos alejando del sentido primigenio que aporta la institución encargada de fijar, limpiar y dar esplendor a nuestro idioma.

Hay algo claro: se trata, en definitiva, de un acto comunicativo en el que emisor y receptor (mucha desinencia en -or), se encuentran en un ¿mismo? contexto, emplean un código ¿similar? y completan un mensaje ¿común? basado en hechos ¿consensuados? que desean debatir para lograr y resolver un acuerdo en lid, según intencionalidades personales e intereses políticos.

¡O tempora o mores!

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Directora Pilar Úcar Ventura