Rebosante de palabras y expresiones… el verano ya llegó
Por Pilar Úcar
Entre onomatopeyas: ufff, arggg, puaggg, (las de siempre) y modismos al uso: “¡¡qué barbaridad, esto no hay quien lo soporte, un horror, para morirse!!”, recibimos al solsticio que corresponde por estas fechas; y es que ya se sabe: tras santa Quiteria y san Urbano, no hay más, “al fin y al cabo, por san Juan es el verano, y hasta san Miguel”. Sabio refranero, tozudo el santoral recuerda que Santiago y santa Ana en contubernio, bien en la montaña o en la playa, cumplen con el almanaque. Pronto habrá que añadir santo cambio climático (arcano para impenitentes descreídos, a pesar de las evidencias-empíricas y constatables- del Meteosat).
Caluroso, insufrible, bochornoso y sofocante, inaguantable, tórrido, seco (quizá idílico), “batita veraniega”, “corte de pelo fresquito”, “bolso veraniego”; verano azul, canícula estival, chiringuito y canción del verano, terraceo, festivales de verano, sunblock y protección cien, renovar el armario, mosquitos y antirrepelente.
Verano a tutiplén, por la derecha y por la izquierda, arriba, abajo y… “tinto de verano” al coleto.
Me interesa como lingüista desbrozar la intencionalidad del sufijo diminutivo aplicado al sustantivo que nos ocupa: “veran-ito” y la polisemia que se deriva de la estructura profunda invita a todas las interpretaciones comunicativas posibles, aunque predomina la irónica: “vaya veranito, ¿eh?” que lo mismo vale para un roto que para un descosido: entre padres e hijos, de comerciante de barrio a su clientela, de profesores a estudiantes, entre camareros y turistas; de todos los colores, como los gustos: afectividad con retranca, exageración mediterránea y crítica personal, humor torcido y broma con mala pata.
En la escuetez de dicha expresión cabe de todo, o casi; no obstante, si alguien detecta a la golondrina, que no aparte del todo la manta, por si las moscas (¡qué propio!).
FILOLOGÍA Y LENGUA ESPAÑOLA
Directora Pilar Úcar Ventura