La palabra…en la granja de Pepito
Por Pilar Úcar
A pesar de mi interés por la palabra en su más amplio sentido del concepto, a pesar de mi curiosidad por conocer sus variados matices, distintas acepciones, vericuetos y recovecos, tropiezo de bruces con la familia léxica de ciertos animales…a pesar de lo didáctica que siempre resultó la cantaleta de Pepito…y su granja.
Hablo de granja, pero bien me podría referir a monte, prado, establo, cuadra…es decir, hábitat en el que nacen, crecen y desarrollan su vida la siguiente fauna: lechazo, cabrito, cordero, gorrino, cuto, cochinillo, pastenco… Cuestión de estudio, me dirán, o de observación y aprendizaje, de práctica y experiencia, o tan solo denominación de “origen”, regional y hasta local, tal vez. Realidad y nomenclatura en función de la zona y costumbre.
Los animales de granja (sin entrar en polémicas de tamaño y objetivos de producción), vamos, los domésticos, siempre me han resultado un arcano insondable.
Por más que los estudio, me aprendo el nombre y lo retengo, hay un resorte en mi cerebro que se niega a asumirlos.
Al impartir clases de español para extranjeros, cuando llega la lección “animalaria”, a temblar: que si el marido y la mujer, el hijo y la hija, de pequeños y mayores; toda una riqueza léxica, una variopintez que apabulla a propios y extraños; sobre todo inquieta el hecho de su rentabilidad lingüística, o sea, cuántas veces vamos a usar dicha terminología y en qué situaciones. Cuestión de economía del lenguaje y del bolsillo, seguro.
Yo opto por las imágenes, lo sencillo y lo práctico. Conservo dos o tres vocablos referentes al tema que nos ocupa, y evito el resto; ante un menú y su elección cárnica, me fío del precio, el aspecto, los gustos del lugar y mis apetencias sin causar mayor esfuerzo al acumen.
OBSERVATORIO DE FILOLOGÍAY LENGUA ESPAÑOLA
Directora del Observatorio de Filología y Lengua Española: Pilar Úcar Ventura