TANTA PAZ LLEVE COMO DESCANSO DEJA

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Tras las elecciones del pasado 24 de mayo, algo ha empezado a cambiar, a moverse en medio de esta sociedad, que por primera vez en muchos años, ha tomado la decisión colectiva de encauzar su inconformismo y no limitarse a quejas estériles.

Muchas van a ser las consecuencias. Algunas ya las estamos viendo y, otras, las vamos a poder contemplar en pocas semanas.

La insensibilidad ante el sufrimiento ajeno, los recortes y los intentos de dinamitar  los servicios públicos han empezado a pagarse en las urnas.

Al parecer, el ministro Ignacio Wert va a abandonarnos en pocas semanas o días. Seremos muchos los que no lamentaremos tan sensible pérdida. Ha sido un auténtico desastre. Entre otras cosas, el ministro peor valorado por el CIS, un provocador incapaz de apagar ningún incendio pero que no ha dudado en echar gasolina a cuantos le salían al paso. Un auténtico prepotente que ha ido pisando callos por doquiera que pasaba.

El daño causado a la Educación ha sido tremendo y, desgraciadamente, se necesitarán, al menos, dos legislaturas para paliar tanto desaguisado.

La Educación Pública se ha visto seriamente dañada. Sangra abundantemente por las heridas, que en forma de recortes, la han debilitado. No es cuestión de hacer un largo recordatorio, será suficiente pensar en la disminución de becas, la subida, insoportable, de tasas…

Únase a esto  un retroceso ostensible en la participación de las comunidades educativas en la gestión de los centros y nos hallaremos ante un panorama desolador, que ha sido denunciado por Comunidades Autónomas, Ayuntamientos y, sobre todo, por las Comunidades Educativas que en repetidas ocasiones han salido a la calle en las conocidas como “mareas verdes”.

No se va solo. Arrastra consigo una pesada lastra: la LOMCE, una arbitraria ley, impuesta sin acuerdo, pretendidamente de calidad, sólo en las intenciones y que ha significado cuatro años perdidos y una incapacidad notoria para resolver los problemas que venía arrastrando el sistema educativo. Y, no solo eso, sino creando otros nuevos.

La gestión ministerial del señor Wert deja imágenes patéticas: en Cultura la subida del IVA al 21%, teóricamente para recaudar más pero que, paradójicamente, ha disminuido la recaudación, sumiendo al sector en una crisis profunda: cierre de salas y teatros, disminución de espectáculos, precariedad, paro… en Educación será bueno recordar la drástica disminución  de interinos, el descenso presupuestario, el aumento de alumnos por aula, y la frustración generalizada.

Por estas y otras razones su anunciado nombramiento para  un puesto en la OCDE, no es otra cosa que un cese encubierto… desde luego vergonzante. Si hubiera que escribir el epitafio de la LOMCE, como ley retardataria, discriminatoria e injusta, no sería otro que: “Nadie la echará de menos”

¿Es necesario que las cosas cambien? Por supuesto que sí. Depende de nosotros que se sienten las bases, ahora que es posible, de un nuevo modelo educativo perdurable en el tiempo.

Sería prolijo hacer una larga enumeración, pero, por señalar las más importantes, digamos que tras la celebración de las Generales, la LOMCE, que apenas ha empezado a aplicarse va a ser derogada. ¿Qué habrá que hacer entonces? Especifiquémoslo. Un nuevo pacto o acuerdo educativo, como el que intentó, el ministro Gabilondo,  que dé estabilidad al sistema,  que nazca con un amplio respaldo y con el compromiso de permanecer quince o veinte años.

Hasta la fecha, cada ministro, ha traído su ley bajo del brazo. La acumulación de tantas leyes de educación en el periodo democrático, no ha sido en modo alguno beneficioso: variación de curricula, nuevos libros de texto cada curso, paradigmas educativos diversos y un largo etcétera.

¿Cómo ha de lograrse? Dialogando. Estableciendo unos mínimos, cediendo todos en sus pretensiones y buscando un equilibrio, a base de pesos y contrapesos, en el que todos se sientan representados porque todos serán artífices del nuevo proyecto. Y a este desafío hay que subordinar todo lo demás.

Debemos interrogarnos, con seriedad y rigor sobre  ¿qué características son fundamentales para sostener el modelo al que aspiramos? Una y, desde luego, básica es que combata la desigualdad de origen y que sea un eje fundamental para la formación de los nuevos ciudadanos.

Las generaciones que hoy están en las aulas no deben aprender a acumular contenidos sino a valorar la cultura y la ciencia. Hoy que tanta información se genera, que es difícil de asimilar, es fundamental educar, en el espíritu crítico, y aprender a discriminar lo necesario de lo superfluo y lo esencial de lo reiterativo y con frecuencia manipulador.

Hace ya años que algunos sagaces pensadores hicieron hincapié en la necesidad de apostar por “el ser frente al tener”. El sabio y tolerante Michel de Montaigne ya nos dejó dicho, en sus ensayos que “el hombre de entendimiento nada ha perdido si se tiene a sí mismo”.

 Conviene que recordemos que, prestigiosas instituciones educativas mundiales, han insistido en documentos e informes que la educación es clave para  el proyecto emancipatorio de la humanidad.

Hoy, pedagogos y expertos no dejan de insistir en la importancia que tiene la formación del carácter, ni en que la inteligencia se educa por medio del lenguaje, de hecho, ya hay enfoques y sistemas que tienen este aserto como punto neurálgico.

Debemos conceder una estimable atención a la herencia clásica que es imprescindible para el pensamiento humanista. Ya el viejo Menandro nos advertía, con sabiduría, que “la educación hace civilizados a todos los hombres”.

No es baladí que, a lo largo de la historia, se haya hecho énfasis en que la educación nos hace mejores y nos dota de instrumentos para interesarnos por cuanto nos rodea y para que seamos capaces de extraer lo mejor que llevamos dentro.

Plutarco que, tantos y tan importantes enfoques inteligentes expuso a lo largo de su vida, en más de una ocasión insiste en que la educación moral es básica para que la persona sea capaz de orientarse en medio de las turbulencias, sinsabores,  violencias y fanatismos de un mundo en acelerado cambio. Ahí está, por ejemplo, su conocida sentencia “la fuente y raíz de una conducta intachable es una buena educación”.

 Otro aspecto en el que no puedo detenerme, pero al menos quisiera mencionar, es la educación de los sentimientos. Hoy día empieza a tenerse en cuenta, aunque a mi juicio insuficientemente, la teoría de las inteligencias múltiples. El ser humano no es solo racionalidad, es mucho más. Y una buena formación será tanto más solida cuanto sea capaz de abordar las diversas inteligencias que anidan en el hombre.

Finalmente, es preciso aludir a la Educación para la libertad y su ejercicio responsable.  La educación no transmite sólo conceptos, ni teorías, también, ha de contener en su proyecto emancipatorio valores con los que niños y adolescentes sean capaces de orientarse en la  vida, valerse por sí mismos y no caer  en las trampas de tantas alienaciones y consumismos y de tanta apuesta temeraria por el éxito fácil y por la desconsideración del estudio o la falta de empatía y solidaridad con los otros, especialmente, quienes están más golpeados por el sufrimiento.

Revista Lourdes. Madrid, 2015

Antonio Chazarra Montiel, Profesor de Filosofía

Presidente de la Sección de Filosofía del Ateneo

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